𝐸𝒮 | Malena Recalt. Si, la hermana de Matías Recalt, nunca creyó que una visita a su hermano podria convertirse en el detonante de todas esas emociones que no sintió en dieciocho año, o al menos no con tanta intensidad.
Lo que no contaba era tener...
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The other woman is perfect where her rival fails
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—Voy a salir con Fran —aviso al mismo tiempo que cruzo la sala.
Ahí están Matías, Enzo, Blas, Valen y Juani, viendo algo en la tele. Todos se giran con unanimidad y clavan sus ojos en mi.
Pasaron dos semanas desde la llamada, el puertazo, el sabor a alcohol y el beso con Enzo. Ninguno volvió a mencionarlo y nuestra interacción se había reducido en pocas palabras: a nada.
Ya no había risas, no había buenos días, no había contacto físico, no había absolutamente nada. Solo habían miradas que se encontraban de vez en cuando, pero, segundos después, ambas huían como si su fricción fuera el bosquejo de un incendio. Llamas de las que no querían ser parte.
—¿Francisco Romero? —Juani me sonríe con complicidad— ¿Ese Fran?
—Si, ese Fran —le guiño un ojo y en eso me llega un mensaje.
Franchuu
Reservé en el café a las 6 ¿Está bien?
Si, te veo ahí
Odio el café.
—¿A donde van? —Matías es el más feliz, tanto que le va a explotar la mandíbula de emoción.
Dudo. Si le decía, ¿Qué tan probable era que me cayera en los próximos treinta minutos? Prefiero no correr el riesgo. —A un café.
—Vos odias el café.
La voz de Enzo resuena dejándolos a todos en silencio, incluso a mi. No ha quitado sus ojos del televisor ni los brazos que aún tiene cruzados en el pecho. Está sentado al costado de sillón, tiene un pie descansando sobre el muslo y los nudillos tan blancos que parece el loquito de Edward Cullen.
—Supongo que somos iguales vos y yo —empiezo a caminar a la puerta—. No nos gusta algo pero ahí vamos a buscarlo.
Salí sin decir más y empecé a caminar al café en el que me vería con Fran.
Me sentía idiota por no poder dejar de pensar en Enzo y en la manera inolvidable de comerle la boca a alguien que tenía mientras estaba caminando a encontrarme con otro chico que sabía, tiene sentimientos por mi.
¿A eso estaba destinada? ¿A ser hijo de puta de James y convertir a Fran en August, mientras Enzo disfrutaba ser Betty? Claro que no.
Yo no podía ser James. Yo jamás sería James.
La campanita de la cafetería suena cuando empujo la puerta y entro. El aire acogedor me recibe y seguido de ello, el alarmante olor a café, ese mismo que había estado en el museo.
