𝐸𝒮 | Malena Recalt. Si, la hermana de Matías Recalt, nunca creyó que una visita a su hermano podria convertirse en el detonante de todas esas emociones que no sintió en dieciocho año, o al menos no con tanta intensidad.
Lo que no contaba era tener...
Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.
But I'm not finished, 'cause you're not by my side
⚛︎ | ⚛︎
—¿Soy una mala persona?
Juani y Blas estaban sentados junto a mi. Yo abrazaba mis piernas, buscando consuelo en ellas como si realmente mereciera ser consolada. Acababa de romper el corazón de alguien pero sabía que no fue mi intención, ¿Importaba lo que sentía o solo me quedaba sentir culpa?
—¿Hiciste algo para ser una mala persona? —Blas me miró— Dijiste la verdad y evitaste jugar con los sentimientos de Fran, ¿Crees que una mala persona haría eso?
Me quedé en silencio. No creía que una mala persona podría hacer eso. ¿Entonces por qué sentía que yo lo era?
—Pero Fran...
Juani me cortó, sonaba molesto, no conmigo si no con la situación.
—Fran siempre supo que no había nada, Malena —se giró hacia mi—. ¿Cuántos años tienes?
—Diecinueve.
—Yo tengo veinticuatro y si alguien me dice que le gusto y no es reciproco me río en su cara —sonríe y yo también—. Vos pediste perdón cuando no era tu culpa, ¿En serio nos estás preguntando si eres una mala persona?
Y nada, me puse a llorar en ese mismo instante. Ambos se miraron con cara de que no entendían nada y solo les quedó abrazarme mientras me quedaba absorta en el drama innecesario que estaba viviendo en ese momento.
No llevaba ni un mes acá y ya estaba llorando por no poder amar a quien realmente lo merecía, pero más que nada, por qué un tipo que me saca diez años me hizo boluda y luego me mandó a la mierda. ¿Lo peor? Ni siquiera con eso dejé de sentir absolutamente todo lo que siento por él.
¿Los primeros amores siempre son así de amargos? ¿O solo pasa con los que no son correspondidos?
El tiempo siguió pasando y los chicos tuvieron que irse. Me despedí pero no los acompañe, no podía salir con la cara que tenía: ojos rojos e hinchados, el pelo lleno de frizz y me estaba ocultando bajo un pantalón de chándal y un suéter de Matías. Era mi peor momento.
Matías no estaba y creo que Enzo tampoco. Éramos solo el insomnio y yo en una casa que se encogía con el tiempo.
Vi mi teléfono y eran las tres de la mañana. Sentía ardor en los ojos pero no los suficientes como para irme a dormir. Salí al pasillo y en silencio era, de alguna extraña forma, ensordecedor. Pensaba en ir a buscar algo de comer o tomar, lo que sea que hiciera que el tiempo pasara más rápido, pero, para mi suerte, apenas pisé la cocina todo se detuvo.
Enzo estaba ahí, preparándose un mate a pesar de que los odia.
Estaba de espaldas así que por un segundo consideré dar la vuelta e irme. Como si nunca hubiera pisado acá. Pero me se me olvidó el pequeño detalle de que él siempre va diez pasos más adelante que yo.
