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—Señor, agradecería que bajara su bastón, por favor –habla Alastor con calma.

Apuntando hacia el cuello, y acorralandolo contra la pared de la oficina del propio venado, se encuentra Lucifer, amenzando con su bastón en forma de manzana.

—¿Cómo mierda sabes que me llamaba así? –Insiste en preguntar otra vez.

Con un suspiro rendido, Alastor parece acceder a dar información.

—Soy un comerciante, señor, un cazador. Me gusta hacer intercambios, no solo de objetos, también de información –recuerda lentamente —. Los pecadores son chismosos por naturaleza, siendo que hacen todo lo que quieran por aburrimiento. Cuando llegué al infierno, la información era lo más preciado que pude obtener, siendo su nombre angelical, uno de ellos –con un par de dedos baja el bastón con delicadeza, lentamente, quitando el riesgo que que clave el palo de la manzana en su garganta –. ¿Satisfecho?

Lucifer observa cómo Alastor lo rodea para volver a sentarse en la silla de su escritorio.

—De igual forma, me alegra que viniera, acabo de conseguir información que podría llevar al paradero de su esposa.

La respiración de Lucifer se vuelve errática, como un animal salvaje temiendo ser cazado, cosa que a Alastor le causa gracia.

—¿Y eso no fue lo primero que se te ocurrió decirme? –Se voltea ferozmente hacia Alastor y golpea el escritorio, con su forma demoníaca queriendo salir, muestra sus ojos rojos y sus cuernos.

El pecador nunca lo admitiría, pero por primera vez en toda su muerte, esa reacción provoca algo en su interior: miedo, pero también atracción al peligro al que lo expone provocar a Lucifer, deseoso de más.

—Disculpe, majestad, pero darle esa información mientras usted me apuntaba hacia el cuello con un bastón no sonaba seguro, por favor, corrígeme si me equivoco –su voz reflejaba calma, pero su corazón palpitaba con emoción, esperando más de esas reacciones violentas que le recordaban a la adrenalina de ser perseguido por la autoridad en el pasado, rezando por no ser atrapado.

—Oh, malnacido. –se acerca más y toma el traje de Alastor por el cuello, acercandolo a él a pesar de tener un escritorio de por medio —¿Te crees muy listo, pequeño cervatillo?

Se encuentra jugando con fuego.

—No solo me creo. Soy consciente de que lo soy.

Pero, ¿quién le tiene miedo a quemarse?

Un par de segundos pasar, los cuales, se siente cómo horas para ese par. Solo se miran uno a otro, Lucifer, todavía viéndolo con rabia, y Alastor con expectación.

Finalmente, con un brusco movimiento Lucifer empuja a Alastor hacia su dirección contrario.

—Déjate de juegos y dime qué averiguaste.

No puede evitar admitir que la decepción se instala en Alastor rápidamente, esperaba más de ese lado violento de Lucifer.

—Pocos días después de que usted diera por desaparecida a su esposa –narra con tranquilidad, volviendo a su sitio —se registró energía angelical en el perímetro norte del pentagrama.

—Eso es imposible, la hubiera percibido.

—Una energía bastante débil, demasiado, lo suficiente para ser casi imperceptible –ignora al gobernante olímpicamente —. Pero, al parecer, fue cubierta por una energía demoníaca mucho más fuerte, eso por eso que fue tan difícil de detectar.

—Lilith...

—Error –exclama con gracia —. Su hija, señor.

Un espasmo es provocado dentro de Lucifer. Alivio, temor, ansias y muchas cosas más recorrían su corazón.

Su bebita. Ella estaba bien.

—¿Cómo es eso posible? ¿Usar la energía de una niña para cubrir la angelical?

—Bueno, no es muy sorprendente en verdad. Hasta cierto punto, tiene sentido –Lucifer, aunque sin decir nada, demuestra que lo escucha —. Charlie es su vínculo sanguíneo más cercano, por lo que, es la que tiene su esencia, y es mucho más fácil manipular esa energía si es una jovencita que produce mucha.

Parece que la desaparición no fue improvisada, al contrario, fue prevista y bien planeada.

Al no ser totalmente consciente de esa información, el pecador decide omitirla.

—¿Y? ¿Qué sigue? ¿Cuál es el siguiente paso?

Un suspiro de cansancio sale de Alastor.

—No queda nada más que seguir la energía de la pequeña hasta dónde nos lleve –no luce muy animado al decirlo, por supuesto que no, es más difícil rastrear infantes, que sueltan energía por aquí y por allá, a diestra y siniestra, que a un adulto maduro que apenas puede disimular su presencia.

Se viene una larga temporada de caza...

Un par de sollozos lo sacan de sus quejas mentales, mirando al ángel caído con los ojos abiertos totalmente.

—E...eso significa qué...sí hay esperanza –dice dificultosamente el gobernante, sorbiendo su nariz.

Que asco.

Nunca le agradó la gente que se sorbe la nariz, o la que llora, o la que habla muy fuerte..., la gente en general nunca le agradó. Con algunas excepciones, claro.

¿Qué se supone que hiciera? Las ganas de reírse de él en su cara no faltaban.

Decidiendo mantener el silencio que solo era interrumpido por los sollozos de Lucifer, Alastor simplemente saca un pañuelo de su saco y se lo ofrece a su acompañante, quien lo toma con gusto.

—Gracias, demonio radio. Por el pañuelo y por...darme esperanza.

—No le doy esperanza, señor –corríge —. Le doy resultados. Soy un hombre de acciones, no de palabras.

Un poco de más el discurso, piensa Lucifer por su parte, pero lo agradecía internamente.

Al menos ahora tiene alguien en quien confiar, aunque sea un sucio pecador con el que hizo un trato.

—¿Supiste algo sobre de dónde provino la energía angelical? –Trata de retomar su postura después de limpiar su rostro por completo.

—Estoy moviendo todos los hilos que tengo a mi merced, majestad. La energía era demasiado débil, no permitió calcular con claridad el poder del ser celestial.

La idea pasa por la mente de Lucifer y no puede evitar compartirla;

—¿Crees qué podría tratarse de un secuestro?

—Hay una posibilidad, sin embargo, no le recomiendo que saque conclusiones apresuradas.

—¿Y la ubicación exacta de dónde provino la energía? –Habla con urgencia.

El pecador no parece recordarlo del todo y se ve obligado a mirar el interior de una carta que se encontraba olvidada en su escritorio.

—Por el territorio del overlord... –suelta una risita.

—¿Qué?

—Nada, majestad. No hay un lugar en específico, simplemente al norte.

El ceño de Lucifer se frunce con duda, pero da un asentimiento y sale de la oficina.

Parece que pronto iré a visitar a un viejo amigo y a un deudor.

Él lo sabe todo - AppleRadioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora