XVI

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Lucifer no tarda ni un poco en dirigirse hacia el hogar de el overlord de pantalla plana.

La única información que tiene sobre el hijo de perra que se atrevió a lastimar a su amigo es que es alto, es un overlord y un hombre, fue todo lo que le pudo sacar a Alastor. Aunque, no es que eso le ayudara mucho.

De todas maneras, tiene la idea de ir con el pecador cabeza de televisión, él debió ver algo. Y tal vez de paso, reclamarle un poco el porqué dejó que sucediera. Se lo que sea que haya sucedido.

Tampoco es que tenga que buscar mucho el lugar donde se queda Vox. Literalmente vive en un edificio que tienen un enorme cartel con la palabra "VOX" enfrente.

Nunca entendió la necesidad de los demonios pequeños de anunciar lo que les pertenecía, ni que a alguien le importara.

No tiene ganas de lidiar con guardias, aunque pueda acabarlos en unos segundos, no está de humor para pelear con habitantes del infierno de bajo nivel que se creen capaces de enfrentarse al rey del infierno y salir invictos, así que, en vez de eso, se evita todo el problema y se escabulle entre las sombras, llegando al piso más alto.

Todavía, tiene la decencia de tocar la puerta, esperando alguna respuesta.

—¿Y ahora quién es? –responde una voz femenina, que extraña a Lucifer— Ya les dije a todos ustedes, viejos arrugados, que no me disculparé con... –abre la puerta lentamente, encontrándose cara a cara con el rey del infierno—. Oye, a ti no te conozco, ¿quién eres?

—Eso debería preguntarlo yo –dice antes de rodear a la fémina y entrar a la habitación—. Pero no me respondas, tampoco es que me interese.

La habitación es espaciosa, grande, y repleta de colores chillones que Lucifer detesta en cuento los ve.

—¡Oye, cabrón! ¡No te dije que entraras! –Le chica cierra las puertas tras de sí, persiguiendo a el hombrecillo de traje.

—¡Velvette! –le gritan desde otro extremo de la habitación.

Una sonrisa aparece en el rostro de Lucifer al reconocer la voz del espantoso televisor.

—¡El enano se metió! –lo señala con el dedo.

—Que falta de modales los tuyos –la serpiente en su sombrero le da un siseo desaprovatorio a la pelirroja.

—Velvette –vuelve a llamar la pantalla—, muestra más respeto, por favor.

Lucifer gira los ojos con ironía.

Que hipócrita. Si la primera vez que nos vimos me ignoraste.

—¿Y por qué debería? ¿Acaso es tu socio o algo así?

—Oh, cierto, todavía no me presento –interrumpe, como si de verdad se acabara de acordar— Es un...horror conocerla, señorita. Mi nombre es Lucifer Morningstar, rey del infierno.

La expresión de la chica es toda una exquisitez para Lucifer, hasta le dan ganas de tomarle una fotografía.

—Me estás jodiendo, ¿verdad? –voltea a ver a Vox— ¿Él? ¿El gran rey del infierno? Debe ser una broma –se acerca a Lucifer— ¡No mide más de un metro y medio!

—Por amor a Satán, Velvette, ¡cállate! –grita exasperado Vox— Majestad, ¿en qué le puedo ayudar? –aunque las palabras sean de respeto, ni su tono ni su postura lo es, siendo que hasta está de brazos cruzados— Ya le brindé toda la información que tengo a Alastor.

El rey se acerca a pecador televisión, apoyando su mano en su hombro y susurrandole.

—No, nada de eso. Tan solo pido algo de información sobre el final de la reunión de overlords que tuvieron. Sí sabes a lo que me refiero –dice con un gran sonrisa.

Un pequeño silencio se forma mientras Vox medita su respuesta.

—¿Qué quiere saber?

—Quiero el nombre –responde rápidamente.

—Señor, no puedo...

—No estás entendiendo el punto –aprieta su agarre sobre su hombro—. Es una orden directa del rey del infierno.

Cuando parece que el televisor va a replicar nuevamente, la puerta de la habitación se abre con fuerza.

—¡Vox! ¡Vel! ¡Ya llegué! –grita, cómo si no los tuviera a tan solo unos metros.

Una figura más baja de lo normal, llama la atención del recién llegado.

—Mmh, ¿y el chiquito quién es? –se acerca a la escena.

Lucifer no le habría dado importancia a tal pecador de no ser porque la postura de Vox se vuelve más rígida que antes en cuanto el otro se acerca.

Con que eres tú, hijo de perra.

—¿Viene a buscar trabajo? –continúa Valentino, ajeno a la situación. —Podría sacarle mucho provecho a su pequeña estatura. Algunos fetichistas pagarán por él.

Alastor tiene razón, eres un ser repugnante.

—No, Val, no viene a buscar trabajo –hace acto de presencia la chica nuevamente— Éste chiquitín dice ser Lucifer.

—¿Lucía qué?

—¡Lucifer, idiota! ¡El rey del infierno!

Con impresión, Valentino da un par de pasos hacia atrás.

—Oh...mierda –dice al ser consciente de su error y falta de respeto—. Ma...majestad, dígame, ¿qué le puedo ofrecer?

Tu cabeza en bandeja de plata estaría más que perfecta.

—Mmh, así que, eres tú –suelta el hombro de Vox para dirigirse cara a cara con Valentino. La diferencia de estatura es notoria pero el aura que Lucifer desprende es más que aterradora— Sí, contigo quería hablar. Contigo y con la pelirroja de mal gusto que está allí parada –señala a Velvette.

—¿Yo? –Se señala a si misma extrañada.

No, la otra pelirroja que está al lado tuyo, idiota.

—Sí, así es –dice con una sonrisa. El rey comienza a dar vueltas alrededor de ambos, lentamente–. Me fue informado de ambas faltas de respeto que ustedes mostraron en la reunión de overlords el día de hoy.

¿Cómo se llamaba la tipa con hijas? La que parece que tiene cuernos. ¿A qué hora se levantará para peinarse de esa manera?

—No...,no pensamos que llegaríamos a oídos de la realeza, majestad –ríe Valentino nervioso.

—Mh, a mí me parece que no pensaron en realidad.

—Agh, a todo esto, ¿a ti en que te afecta? Ni que te importaran tanto tus súbditos.

El comentario enciende la llama de la ira de Lucifer rápidamente, por lo que él se acerca a Velvette, la toma del cuello y, con ayuda de sus alas, la eleva.

—¿Crees que es divertido burlarte del rey del infierno? ¿Eh? –la sacude violentamente, sin tener cuidado de ella— Mis súbditos importan cuando las jerarquías no son respetadas por personas de bajo rango cómo el tuyo –dice en burla— ¿Qué? ¿Llegaste a ser overlord y creíste que con eso ya te has ganado al infierno? –suelta una carcajada. —No me hagas reír. Tu mísera existencia no sirve más que para hacer temblar el equilibrio que fue impuesto cuidadosamente durante siglos antes de que tú o tus amados amiguitos existieran.

La mano con la que Lucifer sostiene a Velvette se abre rápidamente, dejándola caer sobre Valentino.

—Me voy a divertir mucho con ustedes dos.

Él lo sabe todo - AppleRadioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora