XIX

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"ALASTOR"

No es mi culpa, en ningún sentido. Es más, si lo pensamos más a fondo, es culpa de Lucifer. Sí, ¡sí! Es su culpa. Es su culpa que me echaran del cielo, es su culpa que no pueda ver a mi hermano, así que no tiene ningún derecho a reclamarme.

Aunque...podría ser culpa de Eva en realidad, ¡no! ¡No pienses eso, Abiel! Eva no tiene la culpa de tus acciones.
¿Mis acciones? No, no, no. Puede que parte de la culpa sea de Adán. Él no debió probar la manzana, jamás, él sabía que estaba prohibido.

Así es, no es mi culpa, la culpa es de...de...

Agh, ¿en qué me he convertido? ¿Qué fue lo que me pasó?

La culpa no es de nadie más que mía, ¿de qué estoy hablando?
Es totalmente mi culpa, no hay nadie más responsable que yo.

No debería ir al cielo. No lo merezco. No soy digno de pasar a través de las puertas celestiales.

No he hecho nada para ganarlo.

No soy lo suficiente. Me merezco todo lo que me pasa, y el destino está siendo demasiado blando conmigo.

Escucho cómo tocan la puerta, sacándome de mis pensamientos.

—¿Alastor? –Es Lucifer.

Aspiro, en búsqueda de la calma que perdí hace unos momentos.

Cuando ya estoy completamente tranquilo, me dirijo a la puerta, volviendo a esbozar mi sonrisa.

No había notado que dejé de sonreír.
¿Cuándo lo hice?

Abro la puerta, encontrándome a la pequeña y familiar figura que ahora me sigue a todas partes.

No es que me moleste, pero llega a ser hartante tenerlo al lado mío todo el tiempo, cómo una piedrita en el zapato.

—Lucifer –digo en forma de saludo.

—Hola, mi cervatillo, ¿cómo estás? –Entra sin preguntar, abriéndose paso bajo brazo.

Ja. Sabía que eras pequeño pero nunca pensé en que tanto.

—He tenido una mañana estupenda –aunque no fue hoy.

—Maravilloso –dice contento, mientras se sienta en el sillón de la gran sala—. Yo hoy me divertí mucho.

Vaya. Ya te pusiste bastante cómodo, ¿no es así, pulga?

Agh. ¿Por qué tengo tanto sueño? Estoy cansado, me duele la cabeza.
Quiero que ese enano se vaya para que yo pueda dormir tranquilo.

Oh, bueno, ya no importa, de todas maneras, no puedo dormir, ya lo había olvidado. Con razón siempre estoy cansado.

Suelto un suspiro, y sin decir nada más, me dirijo a la cocina.

No sé qué haré ahí. No sé qué hacer desde hace años, por eso empecé este negocio.

—¿A dónde vas?

A volver interesante cualquier cosa que digas.

—Voy a abrir una botella de vino, ¿gustas acompañarme? –Amplio mi sonrisa.

Él hace una mueca de asco.

—Ni por error vuelvo a tomar –habla como si el alcohol de repente le diera miedo.

El alcohol no tiene la culpa, usted sí.

No le doy más importancia y voy a sacar la botella, tomando la más vieja que tengo. En realidad, no importa si lleva tres milenios allí olvidada, todo en el infierno es escaso en sabor, incluso las bebidas.

Me sirvo en una copa, y luego voy hacia dónde está Lucifer sentado.
Él tan solo mira el techo.

—¿Lucifer? –No responde, solo sigue mirando el techo.

No es algo nuevo, desde que lo conozco tiene sus momentos en donde solo se queda mirando un punto muerto y no escucha nada al alrededor.

Aprovecho para sentarme a su lado y cerrar los ojos, con la botella aún en mano.

Sé que se va a tardar en reaccionar, es me favorece, me brinda calma y silencio por al menos unos minutos.

Siento como mi cabeza a comienza a caer con cansancio.
No, no te duermas, no te puedes dormir...

"Si lo piensan bien, es culpa de Abiel"

Esa molesta voz...

"¡Un solo trabajo que tenías!"

Ugh, no sabes que ganas de meterte un golpe en la cara me dieron el día que pronunciaste esas palabras.

"Cállate. Debes obedecer"

Eso último me hace despertar con miedo.

¿En qué momento comencé a sudar desmedidamente?
Que asco...

—¿Estás bien? –Pregunta Lucifer ajeno.

Me trago mis palabras. Contengo mis ganas de gritarle que es más que obvio que no.

—¿Qué pregunta es esa? Esto bien.

Bien perdido en mi camino.
¿Qué se supone que debo hacer en el infierno? ¿Qué es lo que debo aprender?

—Lucifer –lo llamo—. ¿A qué estarías dispuesto con tal de recuperar a tu hija?

La pregunta lo toma por sorpresa, es obvio, porque me voltea a ver con los ojos bien abiertos y muy confundido.

—Lo daría todo por mi pequeña –dice firmemente—. Ella lo vale.

Mh, supuse que dirías eso.

—Lucifer –vuelvo a decir—. Creo tener un indicio de donde está tu hija –antes de que él diga algo, continuo—. Sin embargo, confirmarlo será arriesgado.

Se queda en silencio, meditando mis palabras.

—Puedo hacerlo –agrego—. Pero, debo advertirte: si llegaras a descubrir algo que no te gusta, no me haré responsable. Nuestro trato es encontrar a tu hija y a tu esposa, y comunicártelo, nada más.

Luce confundido, cómo si no entendiera a lo que me refiero. Y probablemente no lo haga, no ahora.

—¿Por qué me dices esto?

—Promételo, Lucifer –digo severo—. Promete que, de cualquier cosa que enteres, entenderás que el fin justifica los medios.

No le gusta lo que digo, lo veo en su rostro, pero no me queda elección.

—Lo prometo –dice seguro.

Siempre odié las promesas. Son tan solo palabras vacías, y las palabras se las lleva el viento, pero no sé porque te creo, o quiero creerte. Por alguna razón, siento que no soportaría una decepción tuya.

Eso no es bueno. Si esperas que todo el mundo te decepcione, nunca te decepcionarás realmente, pero tú... tú no lo hagas, por favor.

—¿Incluso si lo que descubres no te gusta?

Por favor, dilo, necesito escucharlo de ti, necesito que sea tu voz y tus labios los que pronuncien esas palabras.

—Sí, incluso si eso pasa. Lo prometo.

Por favor, Lucifer, no olvides tus palabras.

)(
【Oigan, ¿por qué no me dijeron que le puse capítulo "XII" (17) al "XIII" (18)?】
【Que mala onda 😔】

【En fin, sigan sintonizados porque hoy les traigo una sorpresa
【Muchas gracias a todos por su apoyo, por ahí nos leemos
【Chao】

Él lo sabe todo - AppleRadioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora