XII

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Alastor nunca imaginó el drama que armaría Lucifer por tan solo darle un par de guantes.

En tan solo un par de horas ya le había dado las gracias en todos los idiomas existentes, y hasta alcanzó a hacerle un regalo.
La "Alastor patito réplica", literalmente, un pato de goma con las características del pecador ciervo.

Y ni hablar de cómo se puso con su nuevo descubrimiento.

—¡Tienes una colita de venado! –grita en un tono agudo casi doloroso para el sensible oído de Alastor.

Aunque, en realidad no se arrepentía, le dieron un gran descuento por llevarse otro par en esa tienda.

—¿Ya comiste? –ignora todos los gritos que el rey sigue haciendo, acercándose a la cocina.

La celebración de Lucifer se reduce rápidamente a tan solo las pisadas del rey yendo hacia la cocina.

—¿Vas a cocinar? ¿Sabes cocinar? Yo sé cocinar, no mucho, pero lo suficiente para sobrevivir. Ah, hablando de eso, un día cuando estaba en... –desvía el tema rápidamente, desviándose de la pregunta original.

Alastor rueda los ojos. Es algo normal, y que hasta le sale natural, a Lucifer, perderse en sus pensamientos, saltando de uno a otro y hasta a veces repitiendo cosas que ya le había dicho.

Déficit de atención, ¿así se llamaba?

—¿Eres alérgico a algo? –decide mejor cambiar su pregunta, ignorando los balbuceos que da el rey sobre su vida.

—¿Zoológico? Nah, no me gusta, siempre huele feo.

—Alérgico, alérgico –corrige con algo de molestia.

—Ah, no, no. Pero no me gusta el pescado, en ninguna de sus presentaciones, o los mariscos. No me gustan los sabores muy fuertes en general, incluso con el café lo preparo muy dulce. Oye, ¿prefieres dulce o salado?

Alastor se dirige a su congelador, sacando una bolsa de verduras congeladas y dejándola en el lavaplatos para que se descongele.

—Salado –responde con simpleza.

—Ew, ¿en serio? Digo, no digo que sea malo, al contrario, a mí también me gusta, por ejemplo, como seguido...,¿qué era? Era algo parecido a las fresas, pero no eran fresas.

Lentamente y con calma, Alastor comienza a preparar todo para comenzar con su platillo.

—¿Frambuesas?

—No, no. ¡Es que...! No, no se parecían tanto a las fresas, eran moradas y más parecidas a la ciruelas.

El pecador hace movimientos expertos y con gracia mientras prepara el platillo.

Se siente algo frustrado por no poder hacer su platillo favorito, Jambalaya, pero el estómago de Lucifer no lo resistirá en éste momento, así que es lo mejor.

—Ay, ya, no importa, al rato me acuerdo. Pero bueno. ¿Te cuento un chiste?

—Adelante –dice con calma.

—¿Qué le dice una uva verde a una uva morada?

Alastor trata de contener el suspiro.
Ese chiste ya se lo contó más de cinco veces...

—No lo sé, ¿qué le dice?

—¡Respira! ¡respira! –al terminar decirlo el rey se dobla de la risa que le causa su propio chiste. Pero de detiene con asombro al escuchar una ligera risa de parte de su acompañante —. Espera, ¿sí te dió risa?

Solo responde con un movimiento de hombros hacia arriba y abajo, volteando a ver a Lucifer.

—El chiste es pésimo, eso es lo gracioso –y sin más, vuelve a su labor de cocinar.

Con lentitud, una gran sonrisa de felicidad se posa en el rostro de Lucifer, y luego comienza a dar saltos alrededor de Alastor.

—¡Te reíste! ¡te reíste! –dice con total felicidad —. De mis chistes no se ríe ni mi hija.

—Tal vez sea porque tu hija apenas puede comprender lo que dices, Lucifer.

El rey parece reflexionar un poco sobre la verdad en sus palabras.

—Ah, claro, tiene sentido –dice finalmente, menos hiperactivo que antes —. En fin, volviendo al tema principal. ¡Yo prefiero el dulce!

—Mmh, nunca lo habría imaginado –el sarcasmo se nota de sobra.

—¡Lo sé! Todos piensan que por ser el rey del infierno debo ser diferente, siempre tienen distintas expectativas de mí, ¡pero nuh uh! –dice —. Oye, ¿qué expectativas tenías tú de mí?

Se acerca al pecador, intentado verlo a los ojos, pero él está muy concentrado en su labor.

—No lo sé. La verdad siempre te esperé más alto.

—¿Por qué todos dicen lo mismo? –suena enojado.

Ahora, una risa algo más fuerte, pero sin llegar a carcajada, sale de Alastor.

—¿De qué te ríes?

Le toma un momento volver a su postura normal, pero cuando lo hace, responde:

—Nunca tuve ninguna expectativa sobre ti, Lucifer. No tengo tanto tiempo para estar idealizado desconocidos.

El ciervo se extraña un poco cuando todo se queda en silencio, así que voltea a ver a Lucifer, a quien le brillan los ojos de emoción.

—Me llamaste informalmente.

¿En serio hasta ahora se dió cuenta?

—No tenías expectativas sobre mí –poco a poco, su voz va tomando más volumen.

—Ah, sí, ¿es eso malo? –Se queda paralizado por un momento, analizando que fue lo que dijo mal.

—No, no, es que es...¿dónde estuviste desde que llegué al infierno? –lo último lo dice con tanta alegría que se lanza a abrazar al ciervo, tomándolo de sorpresa.

Alastor no es de abrazar, es más, si puede evitar el contacto físico totalmente, mejor, pero no lo hizo, no con Lucifer, ¿por qué? Bueno, simplemente le tuvo algo de lástima.

—Estuve, o matando personas en el plano humano, o cazando almas en el infierno.

Lucifer simplemente no se aleja del abrazo, sigue allí.

—Sí, está bien... –responde en murmuros—. Es más, cuéntame cada pecado y error que haz realizado.

El pecador se siente confundido.

—¿Por qué?

—Para que veas que aún me quedaré a tu lado.

Aunque un raro sentimiento se aloja en el pecho de Alastor, no puede evitar sentirse confundido. ¿Quién se quedaría a su lado a pesar de todo lo horrible que ha hecho, y que no se arrepiente? ¿Y por qué lo haría?

—Sí sigue comportándose cómo tal, voy a tener que ir al cielo a preguntar si se equivocaron de ángel al expulsarlo.

Lucifer ríe un poco.

—Gracias, Alastor.

—¿Por qué?

—En realidad, no lo sé. Por estar, creo.

Un cómodo silencio se forma entre ellos, sin querer alejarse del otro.

—¡Higo! ¡Era el higo la fruta! –grita victorioso de repente.

Él lo sabe todo - AppleRadioWhere stories live. Discover now