XVI

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—¿¡Cómo qué no vas a estar?! –exclama exaltada la princesa.

Vaya noticia de mal sabor de boca le dejó a Charlie saber que su primer huésped no estaría para recibir a su padre porque "tiene trabajo que hacer".

—Mi jefe es estricto, Charlie. No puedo simplemente no ir. Firmé un contrato –se rasca nervioso el cuello.

Un par de protestas más, que fueron claramente ignoradas por la araña, y Angel sale por la puerta principal apurado de llegar a su trabajo.

Cuando la princesa dejó de observar por donde se fue su amigo, se giró a ver al resto de sus compañeros, quienes intentaron disimular mirando hacia otros lugares.

Los dos pilares de confianza de Charlie, Vaggie y Alastor, se encuentran sentados uno al lado del otro en el sillón, pero sin hablarse, ni siquiera dirigirse la mirada.

Charlie va caminando hacia ellos tranquilamente, esperando a que ambos la miren después de estar al menos un minuto parada frente a ellos.

—¿Qué pasa, amor? –la primera en hablar es su novia.

—Llevas viéndonos por un largo rato, Charlie. Dinos que pasa.

Ya teniendo los dos pares de miradas sobre ella, Charlie suelta un pesado suspiro.

—Es que... creo que tengo un problema con el jefe de Angel.

—¿Cómo puedes tener un problema con alguien que no conoces? –Cuestiona Vaggie.

—No lo sé –sube un poco el volumen de su voz—. Nunca lo deja con nosotros mucho tiempo, siempre le sobre exige y nunca lo deja en paz –se abraza a sí misma—. ¿Ustedes creen que necesite ayuda?

Los dos se miran entre ellos, estando de acuerdo que en realidad no les importa la vida laboral del pecador. Pero, claro, nunca le dirían eso a Charlie.

—¿No crees que es tiempo de algo de firmeza, linda? –Dice con una sonrisa— Algo así como amor rudo.

—Pero eso es muy grosero –se revuelve el cabello—. ¿Tú que crees, Al?

El ciervo amplía su sonrisa.

—Puede ser que sí sea necesario imponer tu autoridad, querida, pero no precisamente con nuestro amigo.

Las dos chicas lo miran con confusión.

—¿Qué sugieres?

—Sugiero que es mejor hablar directamente con su jefe y dejarle en claro lo que quieres lograr, en vez de pelearte con un empleado que sigue órdenes.

—Tú también crees que debo ser ruda, ¿verdad? –dice desanimada.

—Es la opción más viable.

La princesa vuelve a suspirar.

—¿Me acompañan? –vuelve a sonreír— Para que me digan más o menos cómo hacerlo.

—Nope. Ni loca me meto con ese fenómeno.

—Ni en un millón de años vería a ese charlatán.

La rápida respuesta de ambos, sin una sola pizca de duda deja desconcertada a la princesa, pero a la vez le causa algo de gracia. Al menos ya se están llevando mejor.

—No sé cómo sentirme al respecto.

—Tómalo como una muestra de nuestra plena confianza en ti –dice seguro el pecador—. Creemos en que tú puedes sola.

No muy convencida, la princesa suelta una suave risa.

—De acuerdo –termina de reír—. En ese caso, yo creo que ya me voy –sonríe ampliamente.

Él lo sabe todo - AppleRadioWhere stories live. Discover now