V

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Una persona cuanto menos desagradable fue esa tal serpiente.

Al arrancar un pedazo de su abrigo la ira de Alastor aumentó drásticamente, pero decidió ser piadoso y tan solo lanzarlo hasta el rincón más olvidado del infierno.

Ignorando las quejas y reclamos de la pequeña malhumorada de Vaggie, se dirigió a donde su antigua modista habitaba, llevándose la grata sorpresa de que su lugar de trabajo no había cambiado.

Al salir de allí, totalmente satisfecho con el impecable trabajo de su modista, su alegría fue arrancada de una sola frase, proveniente de quien menos esperaba.

Que infantil eres, Vox.

Tras un patético intento de humillarlo frente al infierno, el tiro le salió por la culata, a menos que consideres una derrota pública cómo algo beneficioso.

Una pegajosa canción después, Alastor se sumerge en las sombras, llegando junto a la oscura oficina del overlord cabeza de televisión.

No toleraría ese comportamiento, ni siquiera por su ser más querido. Pero, también tenía otro motivo.

—Vox... –observa al deprimido pecador que antes se hacía llamar su amigo.

—Agh. Sabía que vendrías –su voz suena cansada, harta de todo—. Ya me venciste públicamente, ¿ahora qué quieres?

Vox en ningún momento lo voltea a ver, sino que se mantiene en su silla, con la vista hacia el techo.

—¿Qué fue ese intento tan terrible de una batalla verbal?, te creía mejor que eso. –Tampoco se acerca a verlo a la cara. Se queda detrás de él, analizando el alrededor, observando con detalle cada máquina, cámara y pantalla en las paredes.

Definitivamente el infierno había avanzado sin él.

—Cállate –escupe sin piedad—. ¿Qué verga quieres?

—No sabía que también vendías juguetes sexuales –patea con asco el dildo en el suelo—. ¿Algún nuevo fetiche?

El dueño de la oficina por fin voltea a ver al ciervo, o bueno, hacia su dirección, para poder ver el pene de juguete recién despreciado por un golpe.

—Mhh. No es mío –responde—. Tíralo. Quémalo. Haz lo que quieras con él. Llévatelo si quieres. Quien sabe, tal vez y le tiras al mismo lado, ¿yo qué sé? –vuelve a poner su atención en el techo— Ya no sé nada sobre ti de todos modos.

Alastor recibe la queja a la perfección así que suelta un suspiro.

—No te debo ninguna explicación. Mis...

—¿Cómo te sientes? –Lo interrumpe.

La pregunta lo toma por sorpresa, silenciándolo por un rato.

—¿A qué debo el interés?

Ve cómo Vox se encoge de hombros.

—No lo sé. Por los viejos tiempos, creo –suspira—. No te confundas, no somos amigos.

—Jamás me atrevería a pensarlo –dice con una risa—. En lo que cabe, me siento de maravilla.

—Cool... –la palabra sale ronca de la garganta de la televisión.

Los dos se quedan callados, disfrutando el silencio, y tal vez, interiormente, su compañía. O así es de parte de Alastor porque Vox se está quedando dormido.

—Me imagino que, si estás con la niña de Lucifer, él se presentó el día que le dije, ¿no?

Una risita sale de los labios de Alastor.

Él lo sabe todo - AppleRadioحيث تعيش القصص. اكتشف الآن