XIV

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Una reunión urgente en el cielo hizo que Adán insultara a todos los seres existentes y por existir. ¿Qué tienen con molestarlo mientras comía?

—¿Qué verga quieren ahora?

Él no tiene permiso de ir a la sala de reuniones de los altos mandos, así que sus reuniones son en un salón más pequeño, con un proyector que apenas puede mostrar imágenes de calidad y pocas sillas, más cómo un cuarto de cine que una sala de reuniones.

—Señor –habla Lute a su lado—, el ángel de la muerte pidió una reunión con usted directamente.

—Sí, sí, ya sé, perra. No estés jodiendo.

Mientras camina, le da un sorbo a la bebida que no alcanzó a terminar antes de venir, y anda con calma hacia el lugar.

—¿Sabes qué quiere ahora? –ve cómo Lute niega— Agh. Ese desgraciado ha estado jodiendo desde hace unas semanas. ¿Qué no tiene una vida propia o algo por el estilo?

No espera una respuesta, y su amiga lo sabe, por eso no le responde verbalmente y solo se encoge de hombros.

—¡Adán! –escucha un chillido emocionado detrás de él, por lo cual voltea— ¡Hola! –saluda desde lo lejos.

La emoción de la chica le saca una sonrisa a Adán, a lo cual le devuelve el saludo, con menos emoción, pero la intensión es lo que cuenta.

La chica se acerca enérgicamente, pero cae a menos de medio metro de distancia, por lo que es salvada de estrellarse por un rápido movimiento de las alas de Adán.

—Gracias –dice al levantarse—, ¿cómo estás? ¿A dónde vas? ¿Puedo ir contigo?

—No creo, Em. Tengo una reunión con Azrael –hace una mueca—. Pero si quieres otro día.

La serafín suelta un suspiro rendido y luego vuelve a su feliz expresión.

—¿Sabes dónde está Eva? –sigue sonriendo.

Adán se muerde al labio para pensarlo.

—No sé si también la hayan llamado –gira su cabeza a Lute, quien asiente—. También le hablaron, pequeña. Va a estar conmigo.

—Ya no soy pequeña –Se cruza de brazos—. Ya tengo dieciocho siglos. Ya estoy grande para ese apodo.

El primer hombre le revuelve el cabello con diversión.

—Emily, te conozco desde que fuiste creada. Para mí tú siempre serás pequeña.

La serafín solo suspira.

—Encontré un nuevo juego para jugar entre tres, ¿quieres jugar conmigo y con Eva después?

—¿Y qué pasó con Sera? ¿Por qué ya no juegas con ella?

—Está muy ocupada con algo más que no me quiere decir –baja la cabeza lentamente, moviendo su mirada al suelo.

—Señor, ya debemos irnos –interrumpe Lute.

—Agh, ya voy –le da unas palmadas en la cabeza a Emily—. Me tengo que ir, enana. Al rato jugamos.

La joven serafín asiente efusivamente y lo despide con una gran sonrisa cuando le dan la espalda.

El resto del camino, ambos ángeles se mantienen callados, sumergidos en un silencio ansiosamente incómodo.

A poca distancia de llegar a su destino es cuando Adán decide hablar.

—Oye, Lute, ah...

—Tranquilo. No le diré a nadie que tienes corazón –dice con una gran sonrisa de burla.

Él lo sabe todo - AppleRadioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora