IV

684 112 57
                                    

El cielo no tardó en darse cuenta de la desaparición del despreciado ex ángel.

—¡No pudo haber escapado solo! –Grita con furia Miguel— ¡Busquen a quien sea que lo haya ayudado!

Con un movimiento brusco de mano, señala la salida, indicándole a los pequeños querubines que están frente a él se dirijan a donde él señaló.

—¡Y tráiganme a Azrael! –da un último grito antes de que las criaturitas desaparezcan al cerrar la puerta.

Con la cabeza palpitándole dolorosamente, toma asiento en la silla de su escritorio, el cual está cubierto de papeles de aquí a allá.

¿Por qué le pasa esto a él? Todo lo que hizo fue seguir las órdenes del cielo toda su vida. Respetó cada regla, leyó cada versículo, puede recitar la biblia al derecho y al revés, se esfuerza día y noche para que nadie en el cielo experimente una sola injusticia, pero nadie se lo reconoce.

Padre santo, ¿qué no puede alguien decirle que está orgulloso de él?

Su padre casi siempre recuerda lo especial que es, pero en algún momento esas palabras se hicieron rutina. Por supuesto que ama y adora a su padre, ¿por qué no hacerlo?, es un gran hombre, de palabra firme y amoroso desde los pies hasta la cabeza. Aprecia a su padre, pero... algo le falta.

Todos los santos días se parte la cabeza detrás de ese escritorio, va a las juntas con los ángeles sabios, sus hermanos y también asiste a las citas que los ángeles de menores rangos solicitan para hablar con él sobre temas importantes. Es un buen líder, ¿no es así?, es bueno en lo que hace, ¿verdad?, ¿es él suficiente? ¿Le falta algo? ¿No se esfuerza tanto cómo debería?

¿¡Qué debe hacer para que alguien se quede a su lado?!

—¿Me llamaste? –Azrael asoma la cabeza por la puerta.

Tiene la respiración algo agitada y se acomoda un poco el cabello con las manos, las cuales están demasiado sudorosas.

—Sí, sí, pasa –dice entre suspiros—. No me iré con rodeos, Azrael. Tengo algo importante que preguntarte.

—Me imagino. No te ves muy bien, ¿seguro que no necesitas ayuda o algo así? –ladea la cabeza y lentamente se acerca a su escritorio— Te ves pálido.

—¡Estoy bien! –sonríe forzado— Todo está bien.

—Si tú lo dices... –su rostro no muestra expresión alguna, cómo si no le importara.

Tal vez de verdad no le importa.

—Sí, ah... –se levanta de su silla, teniendo un fuerte mareo.

¿Y eso?, espera, ¿si comí el día de hoy? Creo que no, o tal vez sí, ¿tengo hambre?, no realmente, entonces ya debo haber comido. Pero mi cuerpo no se siente cómo si lo hubiera hecho.

—Miguel –lo llama el ángel de la muerte con rudeza.

—Relájate, estoy bien –responde tosco—. Bueno. Tal parece, Azrael, que tenemos una peculiar situación ocurriendo con tu hermano.

—¿Abiel? –su rostro parece mostrar una expresión de felicidad y preocupación— ¿Él está bien?

Hace tiempo no te veía cambiar tu cara de amargado. ¿Tú se sentirás bien? ¿Puedo hacer algo para ayudarte? Siento que puedo ayudar más.

—No lo sabemos –frunce el ceño—. Desapareció.

Su genuino rostro de sorpresa le hace descartarlo cómo sospechoso número uno.

Él lo sabe todo - AppleRadioTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang