IX

627 105 44
                                    

Las noticias que Adán trajo consigo al volver del infierno no fueron bien recibidas por los altos mandos.

Afortunadamente, para el primer hombre, él no tuvo que anunciarlo. Ese no es su trabajo.

Mala suerte para el mensajero de Dios.

—¡¿De qué estás hablando, Gabriel?! –Le grita Azrael en la cara.

Dios, que temperamento.

—Exactamente lo que te dije –Trata de mostrarse firme ante su compañero, pero las ganas de correr lo más lejos posible le están ganando—. Lucifer no se presentó a la reunión, fue su hija.

Tratando de contener su rabia, el ángel de la muerte se pasea de un lado a otro en la sala de reuniones, acomodando su cabello exagerado número de veces y sudando en exceso.

Vaya sorpresa desagradable fue para el arcángel de los altos mandos encontrarse a el ángel de la muerte esperando ansiosamente su llegada, aun cuando hacía falta más de media hora para que comenzara la reunión de todos sus compañeros de trabajo.

—Oye, se supone que debería decir esto enfrente de todos, no solo de ti. –Nervioso, el arcángel mira a todos lados menos hacia su amigo.

—De igual manera todos sabremos lo mismo, ¿qué más da?

Las puertas se abren rápidamente, sorprendiendo a ambos presentes.

—¡Buenos días! –Saluda con felicidad el recién llegado— ¿Cómo están, hermanos míos?

Azrael hace una mueca.

—No somos hermanos, Cassius. –Desvía la mirada hacia otro lado.

—Claro que lo somos –dice sin bajar su optimismo—. Todos somos hijos de Dios.

—No lo hagas caso –Gabriel se acerca lentamente a la representación de la virtud—. Está enojado por las nuevas noticias –susurra.

Cassius hace una mueca de entendimiento.

—No estoy enojado.

—Ay, sí lo estás. –La virtud se acerca a el ángel de la muerte, dándole un abrazo por la espalda—. Me consta que no somos realmente hermanos, pero amo decir que lo somos –aprieta el abrazo más fuerte.

Con un empujón, Azrael se quita a Cassius de encima.

—No me toques.

Un par de pasos resuenan fuertemente, anunciando la llegada de alguien más.

—¿Y ahora por qué pelean ustedes dos? –Dice cansado Joel, llegando directamente a sentarse en las sillas de alrededor de la enorme mesa que hay en el centro de la sala— Azrael, últimamente estás demasiado problemático. ¿Qué te pasa?

Un bufido sale del mencionado.

—Yo no soy problemático. Ustedes están demasiado molestos. –Se cruza de brazos con el ceño fruncido.

—¡Hola a todos! –Llega otro más con enorme alegría.

—¡Leroy! –Cassius corre hacia él, casi lanzándose en un abrazo.

—¡Cassius! –Corresponde el abrazo rápidamente. Aunque es muy corto, pues ambos son demasiado habladores y se separan para comenzar una conversación sobre temas de poca importancia para el resto de los presentes.

—Que no se note el favoritismo –Anuncia otra voz.

Con calma y sin prisa, Calim entra en la habitación, su gran sonrisa acompañándolo.

—Calim. Qué bueno que te encuentres bien –lo recibe formalmente Joel.

Tan solo pasan un par de minutos antes de que todos se sienten en las mismas sillas en las que se han sentado durante eones, llevando pláticas amenas y tranquilas, a excepción de Azrael, quién se mantiene callado y de brazos cruzados en su lugar, observando el asiento vacío a su lado.

Él lo sabe todo - AppleRadioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora