6. Debajo de la mesa

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Joseph estaba concentrado en su trabajo cuando recibió el correo de la Señorita Bouvier. Le sorprendió tanto que, tuvo que hacer a un lado los documentos que revisaba con cautela.

Desde hacía un tiempo, había notado movimientos extraños en los ingresos y egresos de la empresa y, no obstante, Joseph creía que se trataba de un error contable, empezaba a intuir que algo más estaba ocurriendo detrás.

Leyó al menos tres veces la respuesta de la señorita Bouvier y se levantó de la silla con un cosquilleo en la barriga que no logró dominar. Desde su posición, se acercó a la pantalla de su computadora otra vez e, incrédulo por lo que había leído, repasó en voz alta:

Señor Storni,

Me gusta el contacto físico y los mordiscos.

"Oh, mierda, esto se pone bueno". —Jugó su conciencia, tan feliz como Joseph, quien no sabía cómo interpretar dicha respuesta.

Su mente se repletó de recuerdos recientes y la chica apareció entre sus pensamientos, gateando por su alfombra y sin ropa interior, con las medias ajustadas a los muslos y tuvo que jadear con fuerza para liberarse.

No podía seguir así, tan excitado y caliente que en cualquier momento se correría en los pantalones; necesitaba desahogarse de otro modo, uno más acorde a sus necesidades.

Caminó para abandonar su oficina y hacerle una visita exprés a Anne, su amante de oficina, pero, por primera vez, sintió vergüenza de encontrarse con una mujer cara a cara; dio media vuelta por el escritorio, sin saber qué hacer o cómo comportarse frente a Lexy.

¿Debía ignorar el juego de Lexy o mejor debía lanzar los dados y comenzar a jugar?

"Imposible ignorar ese grito desesperado". —Chasqueó su conciencia y, sin embargo, quiso ser valiente e invitarla a cenar por la noche, el teléfono de su oficina timbró y se vio forzado a responder la llamada.

—¿Lexy? —jadeó ansioso por escucharla.

Su dulce voz le resultaba exquisita.

—Se-señor, tiene una llamada de Anne Fave —musitó Lexy, un tanto nerviosa.

—¿Anne? —preguntó Joseph y maldijo entre dientes. ¿Acaso la mujer había sentido sus ganas de follar desde la distancia o solo era coincidencia?—. Pásamela, por favor —dijo de mala gana y no esperó a que su compañera sexual respondiera al otro lado de la línea—: Tengo muchas ganas de follar, pero quiero que uses una falda negra ajustada, camisa blanca, ligas negras y que te olvides de la ropa interior. ¡Ah, y quiero que te cortes el cabello hasta el mentón! ¿Vale?

Describió a Lexy con simples términos con la respiración entrecortada; su corto cabello ayudaba a destacar su pequeño rostro y sus gruesos labios rosados, ni hablar de su cuello delicado y sus hombros finos. ¡Una locura!

—¿Señor Storni? —curioseó Lexy, quien no había transferido el llamado. La modernidad del teléfono la había superado—. Ah... lo-lo siento, yo-yo... yo no quise escuchar eso.

—¿Lexy? —preguntó Joseph y sintió calor en las mejillas, una extraña sensación que no experimentaba desde su adolescencia—. ¿Y la llamada? —carraspeó nervioso, sumamente avergonzado.

"Mátate ahora". —Incomodó su conciencia y soltó una carcajada de fondo, una risa que resonó con ecos por su acomplejada cabeza.

—Se-señor, mi ignorancia con tanta tecla me supera, lo siento —lamentó la chica al otro lado de la línea.

Siempre míaWhere stories live. Discover now