38. Advertencia

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Lexy apretó los puños con fuerza y por inercia los llevó a su barriga, la que se revolvía de arriba abajo y la ponía nauseabunda mientras su cabeza trabajaba con prisa, buscando e inventando excusas que pudieran parecer creíbles para Anne Fave, la mujer que se acercaba a ella a paso lento.

»Si no lo veo, no me lo creo —siseó la mujer, desafiante y aplaudiendo, como si de verdad un espectáculo hubiera acabado.

—No es lo que piensas —defendió Lexy cuando la mujer se acercó a ella, intimidándola con su altura y su ronca y poderosa voz—. Somos amigos, no es lo que piensas —repitió, sacudiendo la cabeza de lado a lado.

Anne se acercó más y le dedicó una falsa sonrisa a Lexy, quien logró identificar su rabia a través de su mirada, esa que se hallaba cargada en una ira que Lexy comparó con el odio con el que Esteban la miraba antes de golpearla o castigarla.

—Me importa un comino que sean amigos, compañeros de cama o novios —gruñó la mujer con los dientes apretados—. Pero odio las mentiras, Lexy, ¡y tú me mentiste! —gritó furiosa y la aludida se sacudió en su posición con temor—. ¡Me mentiste! —continuó y aunque Lexy retrocedió para alejarse de ella y de su poderosa actitud. La mujer la persiguió hasta acorralarla contra la puerta de su habitación—. Te pregunté si lo conocías y dijiste que no...

—¡Te dije la verdad, nos conocimos en la entrevista!

—¡Mentirosa! —protestó furiosa, sin dejarla continuar—. Eso es imposible —siseó y se tocó la frente con los dedos.

La mano le temblaba y su respiración estaba agitada. No bastó mucho para que la madura mujer sacara rápidas conclusiones. Cuando creyó entender lo que estaba ocurriendo, miró a Lexy con espanto y preguntó:

»Dime la verdad, ¿Joseph te pidió que cancelaras tu boda?

—¡Sí!... —titubeó confundida—. ¡No, claro que no! Cancelar la boda fue mi decisión, Joseph no tiene nada que ver co-con eso... Ya te dije lo que ocurría entre mi prometido y yo... Joseph y yo nos conocimos en la entrevista y... —titubeó de cómo continuar, pero cada cosa que decía no tenía mucho sentido ni continuidad.

—¿Te acuestas con él? —preguntó Anne y Lexy escondió la mirada—. Sí, te acuestas con él —se respondió a ella misma, siendo obvia con las actitudes de Lexy y todo el nerviosismo que su cuerpo manifestaba—. ¿Son novios o qué?

—Solo es sexo, Anne, no es nada serio —mintió Lexy, quien en verdad no sabía a donde iba a llegar con Joseph.

Sentía que el camino para los dos era incierto y se apreciaba cobarde por dudar de él, de ese modo tosco de quererla.

—Yo no vi sexo, Lexy, vi otra cosa —respondió Anne y le sonrió desde su posición, pero la sonrisa se convirtió en un aspaviento que a la muchacha no le pareció nada amable—. Te lo voy a decir una vez, Lexy Bouvier y espero que lo entiendas bien, porque odio repetir las cosas —habló con seriedad, acorralándola contra la puerta y señalándola con el dedo, como si estuviera reprochándola—. Conozco a Joseph desde que empezó su pasantía en esta empresa, hace ocho años. He sido espectadora de sus esfuerzos y estudios, de cada cosa que ha hecho para llegar al puesto que tiene ahora —explicó y Lexy se quedó helada con la verdad, esa que Joseph había omitido. No sabía que había sido un camino tan difícil para él—. Si llegas a arruinar su ascenso laboral, me las vas a pagar. ¡Joseph ha sacrificado más que su pescuezo y con tenerte aquí, está arriesgando todo su futuro! ¿Y por ti? ¿Una simple secretaria? —Fue despectiva y la miró de pies a cabeza del mismo modo. A Lexy se le llenaron los ojos de lágrimas, pero contuvo el llanto con valentía—. Esto no es una amenaza, Lexy, es una advertencia y espero que seas inteligente y hagas las cosas bien —terminó y dio media vuelta para marchar.

Siempre míaWhere stories live. Discover now