41. Su chica

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La joven no alcanzó a reaccionar ante sus ejercitados movimientos del hombre y solo pudo dejar que sus manos tocaran su trasero, intentando mantener una cómoda posición mientras el hombre caminó con ella de regreso a la habitación, donde la cama esperaba a por ellos.

La recostó con cuidado encima del colchón y la muchacha estiró los brazos por encima de su cabeza y encogió las piernas, adoptando una sensual pose ante los ojos de Joseph; antes de alejarse para desnudarse, le chupó el abdomen y deslizó la punta de su lengua por la línea media de su cuerpo, llegando hasta su monte de venus, donde depositó un lento beso sin dejar de mirarla a la cara.

La joven no pudo respirar en ese entonces y apreció como su rostro se ruborizaba en cuestión de segundos.

Lexy sintió que Joseph era increíble, no existía otra definición para él, era todo lo que podía haber deseado y mucho más. Y menos mal que lo había encontrado, y justo a tiempo.

Se quitó el saco negro entallado con lentitud, se jaló la corbata del mismo modo e impacientó a Lexy, quien le dedicó un mohín desde su cómoda posición en el centro de la cama.

Ante la presión de la impaciente jovencita, apuró entonces sus movimientos y se bajó los pantalones junto con la ropa interior y aunque no esperaba nada de Lexy en ese momento, se quedó paralizado cuando la jovencita se sentó en el colchón, se acercó a él sin nada de vergüenza y se engulló toda la longitud de su miembro duro en la boca, recibiéndolo con su juguetona lengua y la fresca saliva que calmó ese intenso palpitar que sentía desde que había ingresado a la habitación.

Levantó las manos para tocarse el rostro y se derritió alrededor de su lengua húmeda y suave cuando la joven le chupó el pene con tanto ahínco, que sintió que era la mejor mamada que nadie la había ofrecido antes. Se olvidó entonces de todas las mujeres que le habían dedicado una chupada y solo fue Lexy la que se quedó con el primer lugar.

Gimió al ritmo de sus lengüetazos y quiso gruñir excitado cuando la muchacha le rodeó el glande con la punta de la lengua y le dedicó una serie de besitos que le parecieron tiernos, pero fuertemente placenteros.

No pudo contenerse y le cogió el cabello con un fuerte agarre y si bien no quería maltratarla en ese momento que admiraba, le folló la boca como tanto deseaba. Desde que la joven se había arrastrado por su alfombra, llevándolo a soñar despierto, a alucinar con su piel, con su boca, con todo lo que la componía.

La joven no refutó a sus brutas embestidas y recibió su miembro en su boca como tanto le apetecía. Se ayudó con una mano para empuñarlo bien y con la boca lo succionó al ritmo que Joseph arremetía contra sus labios abiertos y su lengua que lo absorbía gustosa.

—¿Te gusta? —preguntó Joseph, resoplando excitado. Lexy levantó la mirada para detallarlo desde su posición y el hombre tuvo que gruñir—. Joder, no me pongas esa carita, me vuelve loco —siseó y le liberó el cabello para dejarla seguir a su propio ritmo—. Sigue así, sí —gimió cuando la joven recuperó el control y dejó caer la cabeza hacia atrás, entregándose por entero a ella.

La vista era incomparable. Ella sentada en el filo del colchón, con las mejillas sonrosadas por el compromiso que le dedicaba a su labor, con los labios entreabiertos y succionándolo con entusiasmo. Parecía que lo disfrutaba, cuestión que lo calentó más y quiso llevar la cosa a otro nivel.

Aunque la joven parecía dueña de su miembro, consiguió abandonar su boca sin que ella protestara y rodeó la cama, apresurado por tenerla también.

Se recostó en el centro del colchón y se deshizo de todas las almohadas que solo entorpecían sus deseos.

Con una mano empujó a Lexy sobre su cuerpo y aunque la joven titubeó muchas veces de lo que debía hacer, se negó rotundamente a lo que Joseph deseaba cuando éste le pidió que se recostara sobre su cuerpo, colocándole el coño a la altura de la boca, de su rostro.

Siempre míaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora