52. Perfecta despedida

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Regresaron a la casa tras una hora de viaje y Joseph tuvo que dedicarse al trabajo pendiente que tenía, ese que empezaba a pisarle los talones. El hombre se encerró en una pequeña sala que utilizaba como oficina personal y trabajó sin cesar hasta que Lexy ingresó por la puerta, sigilosa y con una bandeja con comida entre las manos. Traía muecas de curiosidad dibujadas en todo el rostro y los ojos brillantes. Con un gesto Joseph le pidió que no dijera palabra y señaló el auricular que tenía acomodado en su oreja. Lexy entendió que se hallaba en una conversación telefónica y fue tan silenciosa que casi pasó desapercibida.

Acomodó los papeles blancos que el hombre tenía encima del escritorio con mucha lentitud y los apiló en una esquina, haciéndole espacio a la bandeja con comida que había preparado y llevado para él; Joseph le dedicó una caricia en la mano con la punta de los dedos a modo de agradecimiento y deseó finiquitar la llamada con un simple "adiós", pero era el gerente general el que se hallaba al otro lado de la línea.

La osada jovencita movió la silla con ruedas en la que el hombre se hallaba cómodamente sentado y encontró un espacio entre sus piernas; acomodó su trasero en uno de sus muslos y el hombre la recibió con el corazón en descontrol.

Era increíble el simple modo en que podía provocarlo, sentándose en sus piernas con lentitud, rozándole el trasero desnudo contra la delgada tela del pantalón y curvando la espalda para verse más delicada y sensual.

Lexy metió sus piernas entre las suyas y cogió el tenedor, todo para ofrecerle un bocado de carne y verduras en la boca. Joseph no pudo contenerse y tuvo que recibir la comida y comérsela bajo los curiosos ojos de la joven, esa que sonrió cuando lo vio comer y se sintió satisfecha cuando él cerró los ojos para degustar el exquisito saborcillo de la carne.

—Sí —habló Joseph y Lexy lo miró con grandes ojos—. Hablaré con Rosales y le informaré de los cambios, así podemos reunirnos en la zona sur a tiempo —continuó y Lexy se quedó impaciente, ansiosa por hablar con él—. Igualmente. Adiós —despidió y se quitó el auricular de la oreja con un fuerte tirón, para luego tocarse los ojos con la punta de los dedos y soltar un fuerte suspiro producto del estrés que sentía.

Todo se le venía encima como un aluvión y no estaba seguro sí iba a ser capaz de soportar tanto.

—¿Todo bien? —susurró la joven, acariciándole el cuello y el cabello.

—Tengo que viajar al sur —musitó Joseph, mirando el rostro impresionado de Lexy—. Tengo que reunirme con Juan Rosales para discutir algunos cambios y...

—¿Cuándo te vas? —interrumpió ella, nerviosa.

Apenas eran novios y ya iban a separarse. No quería dejarlo ir, pero tuvo que contenerse el egoísmo que sentía para dejarlo crecer, tal cual él hacía con ella.

—Mañana al mediodía —respondió él, acariciándole la rodilla con suavidad—. Regresaré lo más pronto posible —siseó después, obviando a que se hallaban en importantes fechas: navidad y año nuevo.

Lexy suspiró y bajó los hombros, un tanto rendida por esa situación que los acomplejaba.

Ya se imaginaba bajo las luces coloridas de los fuegos artificiales, frente a la playa, con una botella de champagne en la mano y contando en voz alta para iniciar un nuevo año, un cambio que empezaría con Joseph a su lado, pero tal vez, las cosas no iban a ser tal cual su imaginación se las pintaba.

—Oye, no te pongas triste, te voy a pensar y a soñar todos los días que estemos separados. ¿Sí? —musitó, rozándole los labios y la punta de la nariz en la mejilla, disfrutando de la textura de su piel.

—Sí —contestó ella, pensando que, tal vez, esa separación podría fortalecer su relación—. Vamos a poder extrañarnos —jugó coqueta y las suaves caricias que el hombre le dedicaba por la rodilla, cambiaron de rumbo y subieron hacia su muslo—. Podemos usar las vídeo llamadas a nuestro favor —siguió y al hombre le sorprendió lo juguetona que estaba, además de lasciva.

Siempre míaWhere stories live. Discover now