58. La distancia como prueba de amor

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Al cabo de algunos días la relación de pareja entre Lexy y Joseph se fortaleció como nunca y la muchacha sanó sus heridas físicas con rapidez, mostrándole a todos la fuerza que la componía para continuar sin caer.

Como ya era costumbre, Joseph se vio rodeado de trabajo por los siguientes días y algunas veces tuvo que viajar para arreglar algunos asuntos que lo vinculaban con su nuevo cargo laboral. Para su suerte y su bienestar emocional, los padres de Lexy acompañaron a la muchacha en su soledad, mientras él se dedicaba a recorrer el país y la ayudaron a mantenerse segura en su ausencia, también a continuar con la denuncia en contra de Esteban y sus reiterados ataques e intimidaciones.

Los abogados de Lexy consiguieron una orden de alejamiento para la mayor parte de la familia Campusano y un botón de pánico en caso de emergencias.

Por otra parte, Emma Storni también fue parte importante de la recuperación de Lexy y fue un apoyo constante cuando la joven sintió que decaía. Tenía miedo de lo que el trabajo le exigía, tenía pavor de opinar y de equivocarse, de cometer un error, de reprobar la universidad, de no ser lo que todos esperaban.

Pero la joven cantante fue su oyente y consejera y la guio con una cognición infantil en cada duda que surgía en Bouvier; su infantilismo fue el condimento perfecto para que Lexy comprendiera que era una persona de carne y huesos y que estaba en todo su derecho a equivocarse y a cometer errores y que nadie podía criticarla por decir algo incorrecto o por reprobar la universidad.

Con el transcurso de los días, la joven fue comprendiendo que tenía derechos y fue apoderándose de ellos con furor, y es que jamás la habían tratado con tanta delicadeza y con tanto respeto. Fue entonces cuando se descubrió a ella misma y conoció por primera vez sus sueños, esos que alguna vez había dejado olvidados en un cajón y con llave en lo más profundo de su corazón.

Se levantó otra vez, con una decisión que se marcó incluso en su caminar, ese que la hizo bambolear las caderas con cada pisada y le brindó pizcas de seguridad hasta convertirla en la nueva atracción de la sucursal en la que trabajaba.

Los hombres de todas las edades empezaron a mirarla con otros ojos y es que la seguridad que Lexy desprendía los atraía como polillas hacia la luz, pero a pesar de que se volvió foco de atracción, la joven solo tuvo ojos y corazón para un solo hombre, ese que la había visto cuando nadie más lo había hecho, el que había encontrado brillo en sus ojos y color en sus mejillas.

—Que descaro, señor Storni —rio Lexy, bajito, cuidando que nadie la oyera y miró curiosamente a través de la puerta entreabierta de su oficina, donde encontró a sus compañeros de trabajo centrados en sus propios deberes—. Un segundo, por favor —solicitó y dejó el auricular del teléfono sobre su escritorio de cristal, se levantó apurada y cerró su puerta con lentitud para luego aplicarle seguridad.

—No me haga esperar más, señorita Bouvier, ya estoy muy duro —respondió Joseph cuando Lexy regresó a la llamada y ahogó un suspiro.

—¿Está ocupado? —preguntó ella y es que no lo había escuchado tan ansioso en otras llamadas.

—Para ti nunca, para el resto, sí —contestó Joseph, juguetón y dulce a la vez, mezcla que hizo a Lexy reír—. ¿Estás en el hotel?

—Así es, señorita.

—¿Estás en la cama? —insistió Lexy, con el corazón reventándole contra la garganta.

—Juguetona —aulló él, con la voz más ronca—. Estoy en el hotel, en la cama y desnudo —enumeró con simpatía—. ¿Tú estás en la oficina?

—Sí, señor.

—Cada vez estás más juguetona, amor —suspiró el hombre, extrañándola. Lexy se mordió el labio con fuerza al conmemorar lo pasional y lasciva que se ponía solo con oír su ronca voz—. Me gusta —confesó, cerrando los ojos para imaginarla.

Siempre míaWhere stories live. Discover now