22. Encuentros matutinos

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Sí se trataba de estudios y títulos universitarios, Lexy debía conseguir con premura un Doctorado en "evasión" y un Magíster en "mitomanía".

Con sus grandes capacidades había evitado charlar otra vez con su abuela y había evadido sus preguntas, como siempre solía hacer, resultando escurridiza y muy inoportuna. Por otro lado, para cuando había llegado a la casa de sus padres y casi a las diez de la noche, una sarta de mentiras había caído sobre ellos, dejando a sus preocupados progenitores con una calma que ella entendió que arreglaría las cosas por un par de días.

Para cuando encontró paz en el silencio de su habitación se tomó un tiempo para asearse y revisar las heridas y los golpes producidos por Esteban, esos que ya estaban ocultos bajo la estratégica ropa que usaba. Se duchó sin complicaciones y se relajó al entender que estaba a salvo y que todo había salido según lo planeado.

Mientras preparó sus pertenencias para asistir al trabajo, localizó su teléfono móvil que, para ese entonces estaba sin batería; tras conectarlo a la corriente eléctrica y encenderlo, recibió unos cuantos mensajes provenientes de Esteban.

Lexy suspiró cansada, harta de esos mensajes que ya conocía al revés y al derecho y es que era muy común en el estudiante de Ingeniería que le enviará reiterados mensajes solicitando su perdón tras una paliza, excusando sus acciones y protegiéndose detrás del estrés que sus padres ejercían sobre su cuerpo y el miedo que sentía referente a los errores cometidos anteriormente, esos errores que Lexy conocía bien y que había ocultado por aprensión.

Sabiendo que, si le respondía a esa hora, el hombre iba a aparecer para enfrentarla, eligió escribir una respuesta que no envió, pero que guardó para enviarla por la mañana, para cuando estuviera en la oficina de Open Global y bajo la protección de Storni.

Se durmió en cuanto su cabeza descansó sobre la almohada y no tuvo tiempo ni para pensar en lo ocurrido en los últimos días y la extraña y tensa relación que empezaba a nacer con su jefe.

Para el lunes en la mañana, Lexy se vistió como siempre y se maquilló un poquito más de lo normal para esconder algunas cicatrices que seguían destacando en su delicado rostro. Escogió una camisa manga larga para ocultar bien los moretones de los antebrazos y se puso mallas oscuras para disimular los feos cardenales que deslucían por sus piernas.

Mintió cuando su madre le ofreció desayunar y corrió antes de que su padre saliera del cuarto de baño. Literalmente escapó y tomó el autobús como cada mañana, lista para comenzar con una nueva jornada laboral.

Cuando llegó a la oficina encontró un gran movimiento de personas que nunca había visto antes y, aunque intentó mantener la calma, el mundo le dio vueltas cuando se topó con Storni en la mitad del pasillo.

—Señorita Bouvier, el segundo lunes de cada mes realizamos una reunión general que convoca a todos los trabajadores de la empresa —explicó el hombre con simpleza y Lexy se quedó paralizada por lo guapo que le parecía. Casi no podía creer que se había acostado con él—. La esperamos en el segundo piso, en la sala de conferencias —detalló y caminó en sentido contrario.

Imitó a todos los trabajadores que corrían a su alrededor, intentando seguir las órdenes de Storni y no fallar en tan simple petición. Tuvo que bajar al segundo piso por las escaleras de emergencia y es que una larga fila de trabajadores esperaba para usar los elevadores.

—Bouvier, que rápida —interceptó Joseph y la cogió por el brazo, alejándola de todo el tumulto de personas—. Me gustan tus mallas negras y tu blusa ancha —siseó en su oído y Lexy se tensó ante el contacto público—. Escoge un asiento del fondo, estarás más cómoda —aconsejó y señaló algunas filas vacías al final del enorme auditorio.

Siempre míaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora