25. Primeros sentimientos

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La jovencita descendió del el auto de Daniela con desconfianza y la invitó a la privacidad de su hogar con un ataque de nervios que apenas comenzaba. No sabía con qué se iba a encontrar en el interior de su casa y tampoco estaba segura de cómo iba explicar su próximo y repentino viaje a la capital.

Su padre la recibió con un cálido abrazo, cosa que no era muy usual en él, e invitó a Daniela a cenar junto al resto de la familia. Alardeó sobre el menú para esa noche y destacó un par de vinos con los que podían acompañar dicho manjar.

Tuvieron suerte de no encontrarse con la madre de la chiquilla, y es que la misma estaba encerrada en la cocina, organizando los platillos para la cena.

Lexy se abochornó de lo amigable que su padre resultaba y evadió una conversación más íntima a tiempo, antes de que la cosa se pusiera más vergonzosa. Cuando Lexy le habló a su padre de su viaje, el hombre reaccionó con tranquilidad e incluso le ofreció dinero extra en caso de emergencias.

—¿Dónde te vas a hospedar? —preguntó el hombre, nervioso.

—Disculpe mi intrusión, señor —interfirió Daniela—, la empresa corre con los gastos de hospedaje y alimentación. No tiene nada de qué preocuparse —explicó y Lexy encontró alivio gracias a la ayuda de la mujer.

—¿Usted irá también? —preguntó el padre de Lexy.

—Por supuesto, señor —contestó, usando empatía para llegar al padre de Lexy—. Allá nos reunimos para una capacitación y un entrenamiento necesario para continuar en la empresa —mintió con destreza y el hombre entendió a la perfección.

El padre de Lexy asintió con la cabeza y escarbó en sus bolsillos, mientras miraba a su única hija con desconfianza. En las últimas semanas muchas cosas le intrigaban y la mayoría provenía de sus acciones y decisiones.

—¿Quieres qué te escriba un cheque? Tal vez puedes comprarte algo que te guste —insistió, asustado de dejarla ir.

—No, , no es necesario. Tengo un poco de dinero de la abuela y con lo que me has regalado ahora, andaré bien —aseguró ella, medio complicada—. Daniela me va a ayudar a empacar. Estaré en mi habitación.

Cogió su cartera e invitó a Daniela a la privacidad de su dormitorio. La guio por las escaleras y encendió las luces para alumbrar el lugar, donde expuso toda esa privacidad a la que no mucha gente conseguía llegar.

La mujer de sorprendió de lo infantil que la muchacha le parecía y no dudó en burlarse un par de veces de sus cortinas rosadas y recortes de la boy band One Direction que tenía junto al tocador.

—Desde hace tres años que no estaba aquí —protestó ella, defendiéndose—. Volví hace dos meses, pero no he tenido tiempo de organizar mis antiguos gustos.

—¿Y en dónde estabas? —preguntó la asistente.

—En la universidad —aseguró risueña.

—¿Y de qué te graduaste? —curioseó Daniela, retocándose el maquillaje frente al espejo, ignorando las fotografías de los sonrientes jovencitos.

—De nada —suspiró Lexy y Daniela enarcó una ceja ante su ilógica contestación—. Sólo perdí mi tiempo en dos carreras diferentes...

Daniela negó con la cabeza y suspiró al ritmo en que Lexy organizaba sus pertenencias. Estiró en el centro de la cama el uniforme de la empresa y junto a la ropa formal, un par de prendas extras que pensó podrían serle útiles.

Agregó zapatos bajos y un pijama. Un pequeño bolso con maquillaje y los típicos productos de aseo con los que siempre salía: cepillo de dientes, dentífrico, plancha para cabello y algunas limas para sus uñas, además de un esmalte transparente.

Siempre míaWhere stories live. Discover now