28. Cansada de esperar

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Se sentaron en el interior del vehículo en silencio y Joseph encendió el estéreo para armonizar el ambiente, donde pretendió mantenerse serenado.

Lexy miró a cada lado, entrecerrando los ojos para mirar con mayor precisión a través de la cerrazón de la noche y el suave manto de bruma que los envolvía. Tuvo miedo de encontrarse nuevamente con el grupo de jóvenes que habían visto antes, pero gracias a la hora y la fecha, el estacionamiento se hallaba completamente desierto y tuvieron la instancia perfecta para iniciar en ese juego tan ardiente que los llevaba hasta las estrellas.

Cansada de esperar y ser siempre la chica tímida, Lexy dio el primer paso y se bajó desde el auto para montarse en la parte trasera del mismo, donde pretendió encontrar más espacio para conseguir satisfacer los extravagantes deseos de Joseph, esos deseos que la ponían a vibrar y la llevaban a sucumbir en un placer que adoraba descubrir.

Sorprendió al hombre cuando empezó a quitarse el pantalón con lentitud, mostrando sus nervios y ansiedad, pero despabiló la situación y para Storni todo se volvió emocionante cuando la observó desde su posición. Tenía solo la capucha gruesa y larga a su favor. Le cubría la entrepierna y la exhibía con un toque juvenil y sensual, un toque que llevó a Joseph a perder la cabeza.

El corazón le pulsó con fuerza dentro del pecho y una mezcla de sentimientos se coló entre sus costillas, revolviéndolo de un modo al que nunca se había enfrentado.

Sintió cosquillas y poderosas ganas de lanzarse sobre Lexy, de perderse en su boca y en su mirada. De hundir sus manos en su cintura y desaparecer en el centro de su pecho; de dormirse escuchando los latidos de su corazón y sintiendo la frescura de su aliento.

Se le secó la boca al imaginársela agitada, gimiéndole en el oído como tanto le gustaba y con las mejillas sonrosadas. Recorrió su rostro con deleite y, aunque empezaba a adorar la forma de sus bellos ojos, se perdió en sus labios sonrosados y jugosos, los que le apetecían desde el día uno.

Le excitaba verla así, tan natural y decidida que se bajó del el auto con presteza e imitó sus acciones para sentarse a su lado. Se quitó la chaqueta negra que llevaba con un matemático movimiento y la lanzó contra el volante, mostrándole a la muchacha que se sentía igual que ella.

No alcanzó a tocarse el pantalón cuando la muchacha se montó a horcajadas en sus caderas y piernas y le devoró la boca con tanto apetito que no le dio oportunidad de reaccionar, sólo de recorrer su cuerpo semidesnudo con sus manos. Contorneó sus muslos y trasero con lentitud, gozando de la suavidad de su piel y la finura de su cuerpo.

Los dedos de la muchacha se metieron bajo su sudadera y recorrieron su torso con la palma de la mano. Su boca descendió por su mentón y bajó hasta su cuello y le lamió debajo de la oreja con tantas ganas que el hombre tuvo que clamar bajo las insistentes y provocadoras caricias de la joven que tenía encima de su cuerpo, sometiéndolo con poderío.

Él tampoco perdió el tiempo y no desaprovechó la posición en la que se hallaba. Sus manos se metieron bajo la holgada sudadera de la joven. La desnudó completa cuando deseó sentir su pecho sobre su torso desnudo.

Se quitó la sudadera con rapidez y la dejó olvidada a un costado, mientras siguió deslumbrado con el cuerpo de la muchacha, con su boca y con sus caderas que se mecían a un ritmo pasivo que lo excitaban cada vez más.

Se relajó en el asiento y acomodó sus manos en el trasero de la muchacha y la dejó que se meciera encima de su miembro erecto sin pudor alguno. Se dejó llevar por el excitante juego al que la muchacha lo sometía.

Se separaron solo para acelerar las cosas y Joseph aprovechó del breve instante para deshacerse de sus pantalones. Se amoldó la ropa interior hasta los tobillos y ayudó a Lexy a que se acomodara encima de su cuerpo.

Mientras el hombre se desvestía, la jovencita se sentó en la pierna vellosa del hombre y encendió un sinfín de terminaciones nerviosas en sus cuerpos. Ella sintió escalofríos cuando los vellos le rozaron la piel de su trasero y él sintió enormes deseos de follársela sin perdón cuando la humedad de su coño le tocó la piel.

En el centro del sofá trasero, Lexy tomó a Joseph en una posición en la que nunca pensó estar. Dejó caer su espalda sobre el pecho del hombre y dejó que su miembro erguido hundiera en su interior hasta el final, hasta donde sintió una presión inigualable que la ayudó a sentirse completa, llena de él.

Gimieron al unísono cuando sus cuerpos se encontraron en ese momento tan magnífico y se sonrieron cuando se vieron atrapados en la parte trasera del coche, excitados, gimiendo por el roce; acalorados y sudados.

No tuvo que hacer nada, solo deleitarse con la delicadeza de Lexy para moverse y se rindió ante ella cuando la joven mostró su flexibilidad al levantar las piernas para encontrar una posición más precisa y profunda. Dobló las rodillas y se impulsó con sus brazos para moverse de arriba abajo con una suavidad que la ayudó a acostumbrarse de a poco al punzante miembro del hombre.

No bastó mucho para que se sintieran más sudados y calientes. Su coño acuoso se apretó con más fuerza a su alrededor y el hombre tuvo que gimotear cuando alcanzó el cielo, perdido en la humedad de su centro.

—Me estás torturando —gimió fatigado, ya casi no podía resistir las poderosas ganas que tenía de correrse en su interior, de llenarla con su esencia sin nada de culpa.

Lexy se detuvo de inmediato y lo observó por encima de su hombro. Joseph suspiró al ver su rostro otra vez. La cara de niña buena, con las mejillas sonrosadas y la mirada oscura lo embriagaban más.

—¿Y qué quieres que haga? —preguntó agitada, con la boca seca.

—Quiero que me folles más duro —siseó con los labios pegados a su oreja y le mordió el lóbulo con fuerza, para descender por su espalda con una línea de besos que llevó a Lexy a sacudirse sobre sus piernas.

Gruñeron juntos otra vez cuando regresaron al mismo ritmo. Joseph esperaba que la joven se meneara con ímpetu sobre su miembro, pero ella no lo hizo y siguió su propio compás, uno calmoso y sensual, uno que la ayudaba a controlar cada escalofrío que se le metía por debajo de la piel.

»Más duro —rogó Joseph.

Quiso tomar cartas en el asunto, pero Lexy no se lo permitió; se recostó sobre su pecho, acomodó su cabeza en su hombro y buscó su boca para besarlo con ternura.

El hombre apretó su cuerpo contra su pecho producto de la excitación, para después recorrerla con los dedos bien abiertos, explorando su cintura y senos.

Cerró los ojos para fundirse en sus labios y contuvo la respiración cuando se sintió envuelto por las paredes tibias de la intimidad de Lexy.

—Por favor —suplicó, casi al borde de la locura.

—Por favor, ¿qué? —jadeó ella, al filo del orgasmo, aun con los mismos lentos y sensuales movimientos.

Se rindió entonces y se vio incapaz de responder cuando ella se vino encima de él, acompañando tan hermoso momento con un canto de gemidos que solo consiguieron ponérsela más dura. Una humedad bañó su erecto miembro y aquello facilitó la penetración.

Se resbaló adentro y afuera con insistencia y ella le ayudó con cortitos saltos que mostraron el perfecto acocle de sus ideas y anatomías. Desde su posición la penetró con firmeza, sosteniéndola desde la cintura para impulsarla de arriba abajo una y otra vez.

Se excitó más con los sonidos que desprendían por el golpeteo constante de su pelvis contra el trasero de ella, con sus sensuales quejidos y su trabajosa respiración.

No se perdió de ningún detalle. Su cuerpo seguía vibrando sobre el suyo y aquello lo incitó a terminar.

Explotó de forma intempestiva y ella se apretó con más fuerza, creando un torbellino de sensaciones mientras se corría en su interior, jadeando, invitando a Lexy a seguir con los movimientos suaves que le había dedicado al inicio, esos que lo habían llevado a la locura.

Como si estuviera metida entre sus pensamientos y deseos, Lexy cogió un ritmo más suave otra vez y alargó el orgasmo de Joseph por una inmensidad, tan profundo y extenso que, estuvo seguro de que ese primer orgasmo se convirtió en otro y luego otro.

Siempre míaWhere stories live. Discover now