18. Lo que quieres

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A la mañana siguiente, la pareja se despertó al mismo tiempo y todo gracias a las risotadas de Emma y sus amigas, esas que de seguro seguían divirtiéndose.

Se miraron por largos segundos y, aunque los dos se morían por decir algo, solo se sonrieron y se acomodaron por el amplio colchón, estirando sus cuerpos.

—¿Dormiste bien? —preguntó él.

—Muy bien —contestó ella y se espantó cuando el hombre se levantó desde su posición para tocarle las piernas.

El mentón le tembló y se revisó el aliento con discreción, atemorizada de arruinar ese primer encuentro matutino.

Las manos de Joseph viajaron por sus muslos y recorrieron la simétrica forma de sus caderas. La miró desde su posición y jugó con la piel de su abdomen por debajo de su holgada camiseta, gustoso de recorrer la suavidad de su piel por la mañana.

Sin decir palabras, el hombre la acarició por largos minutos, admirando su radiante piel. Sus mejillas sonrosadas y sus delineados labios que lo hipnotizaban con apresuramiento.

Cuando la muchacha menos se lo esperó, se acercó para besarla y, no obstante, no estaba preparada para ese encuentro, respondió a sus labios con un fuerte descontrol corporal.

Tembló sin razones y el corazón se le disparó en un fuerte martillar que incluso repercutió en sus oídos.

Sus manos acariciaron con timidez sus mejillas y cuello y poco a poco fue encontrando alivio a todos sus miedos.

El hombre se metió entre sus piernas y ella las enlazó por su espalda, aprovechando de la posición para apegarlo contra su cuerpo y sentirlo como tanto le apetecía.

La boca de Storni recorrió su mentón y bajó más para encontrar sus senos, los cuales se hallaban ocultos tras la holgada y desabrida camiseta que él mismo le había prestado.

Le gustó verla así, dispuesta, tanto que sus dedos ya habían empezado a desabotonar su camisa y sus piernas lo aprisionaban con fuerza contra su cuerpo.

Su boca se fundió con sus senos en cuantos estos aparecieron por debajo de la tela y jugó con los dos, intercalando besos y lamidas por todo su pecho.

Sus besos húmedos la ponían mucho, le hacían latir la entrepierna con ímpetu, anhelante de sentir su miembro en su interior, caliente y palpitante.

Se deshizo de la camisa de Storni con prisa, ignorando de donde le salía tanta valentía y tantas ganas de sexo y se levantó sobre su cuerpo para besarle el pecho, para rozar sus labios por sus hombros bien definidos y tocar sus brazos duros mientras su boca se lo comía como tanto le daba en gana.

El rico aroma del jabón que habían usado la noche anterior se hallaba impregnado entre los vellos de su pecho y llevaron a Lexy al éxtasis en una luminosa y fresca mañana de primavera.

El hombre la empujó con fuerza contra la cama y se montó sobre ella para besarla. Rodeó su cuello y mentón con su mano para inmovilizarla y la besó con vehemencia, con una súbita intensidad que a ella le encantó.

Se separaron con prisa y sin palabras se desnudaron a tirones. Él se jaló los pantalones con rapidez y de la misma forma se deshizo de la ropa interior que llevaba. Por otro lado, la muchacha imitó sus acciones y se vio desnuda mucho antes que él.

Sin olvidar el error cometido la noche anterior, Joseph envolvió su pene ya erecto en un condón y se montó sobre Lexy para empotrarla con ímpeto contra la cama. Se hundió hasta el final en su cuerpo y cerró los ojos cuando ese primer contacto los dejó flotando y gimiendo con las respiraciones trabajosas.

Siempre míaWhere stories live. Discover now