14. Adorable

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Se mantuvieron en el mismo juego por largos minutos, besándose, tocándose, reconociéndose bajo la oscuridad de la noche y poco a poco una cosa llevó a la otra. Joseph se alejó para buscar un preservativo y Lexy se vio imposibilitada de mantenerse quieta cuándo el hombre se levantó a su lado para encender la luz y acomodarse la protección con cuidado.

La muchacha se sentó frente a él y lo miró con detalle. Joseph se quedó quieto, con el condón entre las manos.

Intercaló miradas entre su masculino rostro y regresó a su erecto miembro, y así hasta que tuvo el valor de tocarlo con la punta de los dedos y quitarse las locas ganas que la consumían por sentirlo.

Estaba duro, pero suave a su tacto y un tanto tibio. Enredó sus dedos alrededor de su miembro con un inútil temblor que la avergonzó y el hombre respondió con un gruñido que lo mostró excitado y satisfecho. Recorrió toda su longitud y terminó masajeando su glande. Sintió su humedad y la esparció con lentas caricias.

Joseph le acarició el mentón y su corto cabello, jugando con esos desordenados mechones que le caían por las mejillas, mientras se dejaba acariciar por las delicadas manos de Lexy.

Se acariciaron uno al otro a un ritmo que a Lexy le pareció justo y se recostó en la cama, dispuesta a todo, dándole libertad al hombre que no dejaba de observarla con apetencia.

Storni se acomodó el condón con un rápido movimiento por la longitud de su pene y se acercó a ella, ansioso por sentirla, por hundirse hasta el fondo y sostenerla fuerte por las caderas para no dejarla escapar; se acomodó frente a ella y otra vez separó sus piernas, jugando con su delicado cuerpo sin mayor preocupación, mientras ella se dejó manipular por sus gruesa manos y obedeció, abriendo bien las piernas y doblando las rodillas, tal como él se lo exigía.

Acomodó sus manos por encima de su cabeza, pero cuando el hombre se acercó para penetrarla, no se aguantó y tocó su torso desnudo, disfrutando de la masculinidad de su cuerpo.

Se hundió de golpe en su centro solo para complacerla y se deleitó con el gritito de sorpresa que la joven le dedicó, también del goce que creció entre ellos.

El chispazo estuvo allí, cegándolo, volviéndolo loco.

Se hundió completo en su interior y cerró los ojos cuándo la joven se apretó a su alrededor y movió sus caderas para guiarlo en ese momento tan especial.

Era perfecta.

Era magnifica.

Tanto que cuando buscó ejercer presión con sus caderas contra su delicado cuerpo y encontrar el punto perfecto para follársela más duro y hacerla explotar; ella no se negó, le permitió todo lo que se le ocurrió.

Lexy sintió alivio cuando Joseph se deslizó en su interior. Estaba segura de que jamás había necesitado algo así en su vida, pero fue un descanso completo cuándo el hombre la tomó por las caderas y la arremetió con furor.

Estiró los brazos por lo largo del colchón y cerró los ojos para dejarse llevar por ese maravilloso ritmo al que Joseph la sometía. Un ritmo que la embrujó y que la mantuvo tranquila, sumida entre gemidos y respiraciones dificultosas y, aunque anheló quedarse allí para siempre, una insistente musiquita la despertó y la obligó a abrir los ojos.

—¿Qué es eso? —preguntó Joseph, aún hundido en su interior, pero quieto, escuchando atento la música que se oía por toda la oscura habitación.

Lexy se recuperó rápidamente y se concentró en el sonido que escuchaba y, no obstante, su conciencia le repetía una y otra vez que se trataba de su teléfono móvil, le estaba costando trabajo procesarlo, más si sus ojos se desviaban al cuerpo de Joseph, que, humedecido en sudor, la piel le brillaba bajo la poca luz que tenían a su disposición.

Siempre míaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora