16. Primera vez

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—Voy a llamar al encargado de la piscina para que cambie el agua —musitó Joseph, aún rendido sobre sus brazos y sin esperárselo, la chica se echó a reír alegre.

—Deberías hacerlo —contestó ella y lo miró con picardía.

"¡Ay, esa carita de niña buena... buena para la pija!". —Molestó la conciencia de Joseph y, aunque hubiera querido reírse, estaba perdido en la mirada verdosa de Lexy, esa que lo empezaba a embrujar poco a poco.

—Ven, linda, no quiero que te enfermes por mi falta de criterio —dijo y la ayudó a salir de la piscina.

Un golpe de frío la aturdió de inmediato y, sin embargo, hubiera querido esconderse en el interior de la casa, recordó de manera fugaz la embarazosa presencia de Emma y sus amigas las cotillas.

Se quedó de pie junto a la piscina, observando a Joseph, quien se subió los pantalones bajo el agua y se acomodó el miembro dentro del holgado pantalón que llevaba. Imitó las acciones de Lexy y usó la fuerza de sus brazos para salir de la piscina, donde se encontró con una fuerte y helada borrasca de viento.

—Mierda, está frío —jadeó y acercó a Lexy para frotarla un par de veces con sus manos, pretendiendo transmitirle calor.

La chica tembló entre sus brazos y por inercia se pegó a su cuerpo y lo abrazó por la cintura. A Joseph no le gustó mucho la cercanía, pero se la aguantó, porque como había adelantado antes, le iba a tomar mucho trabajo deshacerse de ella.

"Folla bien, démosle una oportunidad". —Jugó su conciencia y aunque no se lo esperaba, una ráfaga de cosquillas se fundió en su pelvis y abdomen bajo.

—Claro que no —refutó Joseph y desde su posición, Lexy lo admiró con curiosidad—. Vamos adentro, tomemos una ducha y vamos a la cama.

La joven no se negó a las ideas del hombre y se alegró cuando cogieron el mismo camino anterior para ingresar a la cálida propiedad de Storni, uno que les entregó privacidad.

Aunque Bouvier esperó sentirse mejor con el calor, ocurrió todo lo contrario y es que su cuerpo se relajó y los dolores de los golpes producidos por Esteban aparecieron para arruinarle la noche. Una jaqueca se apoderó de ella —de seguro por su falta de descanso— y las heridas de la mejilla le picaron como nunca.

Fueron a la ducha juntos y, no obstante, Lexy sí creyó tener experiencia en baños de pareja, existía algo en Joseph que la llevaba a sentirse insegura de cada uno de sus movimientos.

El hombre abrió el agua caliente antes de que pudieran desnudarse y el cuarto de baño se repletó rápidamente de vapor.

—Buscaré un botiquín para limpiar tus heridas —explicó Joseph—. Ya vengo, no tardaré —musitó y la invitó a entrar en la ducha.

—Sí... —fluctuó ella.

Comenzó a quitarse la ropa mojada con lentitud y todo bajo los insistentes ojos de Joseph, quien marchó cuando la vio semidesnuda, de seguro conforme al verle el redondeado culo otra vez, ese que lo hacía soñar despierto, aún en la oficina.

Ella se quedó de pie junto al chorro de agua caliente y se lavó el cabello con el champú masculino que encontró a su lado, timorata y embrollada.

Continuó entonces por limpiar su cuerpo con un jabón de barra perfumado y, sin embargo, evitó rozar sus heridas y quejarse por el dolor de éstas, cuando Joseph ingresó a su lado, desnudo y muy apetecible, tuvo un borrón y cuenta nueva.

Su sistema se reinició y olvidó todo otra vez y se centró en la extensa espalda del hombre, esa que tenía pegada en la punta de la nariz y se sacudió en su posición, impresionada y caliente cuando notó que sus senos le rozaban la pecosa piel a Storni, sorprendiéndose al advertir lo mucho que aquello la prendía.

Siempre míaWhere stories live. Discover now