73. Sacrificios

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La jovencita se detuvo jadeante frente al elevador y sin importarle nada, se quitó los tacones con prisa y los sostuvo entre sus manos mientras escarbó en sus bolsillos, buscando su teléfono móvil.

Con un significativo temblor en todo el cuerpo marcó el número privado de ese hombre al que pretendía recuperar y esperó impaciente a que la línea conectara. Rabió entre dientes al ver que nada resultaba y chilló frenética al entender que la cobertura telefónica dentro del hotel no era la mejor de todas.

Se subió al elevador en cuanto las puertas se abrieron frente a ella y se movilizó hasta el piso final, donde ella y Joseph compartían un cuarto, con la esperanza de que el hombre estuviera allí, esperándola para conversar, esperándola para arreglar su relación, olvidar los errores y continuar como si nada hubiera ocurrido.

Pero por más que deseó y soñó, ello nunca ocurrió.

Ingresó a la habitación con una amplia sonrisa entre sus labios, gritando su nombre con ansiedad, pero todos sus gritos fueron opacados cuando encontró el dormitorio en completa soledad. Joseph no estaba en ninguna parte y no se mostraba pista de que hubiera regresado.

Todo seguía como lo habían dejado por la mañana.

La cama seguía desecha, su ropa elegante seguía colgada en el armario y sus productos de aseo personal estaban acomodados en el amplio lavabo de mármol en el ingreso del cuarto de baño.

—Joseph... —titubeó entristecida y se cambió de ropa por algo más informal para salir a su búsqueda.

Se vistió como en los viejos tiempos. Con una capucha gruesa y holgada color oscuro y unos jeans poco ajustados que no delinearon ninguna de sus nuevas curvas. Usó zapatillas deportivas blancas y corrió por las repletas instalaciones del lugar, mirando a cada elegante ejecutivo que se le cruzaba por delante.

—¡Bouvier! —escuchó y miró de reojo para encontrarse con Bustamante, Anne y algunos ejecutivos que acababan de ingresar a la empresa, pero los ignoró para seguir en su incansable búsqueda—. ¡Oh, vamos, Bouvier, ven aquí! —pidió el gerente y ante la insistencia de sus miradas, se vio forzada a acercarse.

—Señor Bustamante, por favor, no-no es el momento —titubeó nerviosa sin mirar a ningún presente y siguió con la mirada a algunos dependientes del hotel, curiosa por saber qué ocurría.

—¡Claro que es el momento! —departió él y empujó a la joven por la espalda, encaminándola hacia una pequeña sala de conferencias. Anne la miró con cólera y le dedicó un feo desprecio que le caló hondo y, aunque Lexy estaba lista para pedirle disculpas, arrodillarse, doblegarse y suplicar, la mujer le dio la espalda y se echó a reír con una de las bromas de los muchos invitados—. Cambio de planes, Bouvier —siseó el hombre en su oído cuando se quedaron a solas—. Ahora que Storni nos abandonó, tendrás que tomar su antiguo cargo y vamos a tener que retrasar el lanzamiento de los productos hogar hasta que encuentres a alguien catalogado para seguir con nuestros proyectos —explicó y Lexy abrió la boca para rebatir, pero nada tenía sentido para ella, nada cuadraba en su mente y seguía escuchando repetitivamente lo primero que el hombre le había dicho: "Ahora que Storni nos abandonó" ...

—No sé de qué está hablado, Señor Bustamante y no tengo tiempo para esto. Necesito encontrar a Joseph ahora o... o-o...

Se quedó enmudecida cuando Anne se plantó frente a ella con los brazos cruzados sobre el pecho. Tenía cara de fastidio y parecía que estaba esperando a que dijera algo incorrecto para burlarse de ella.

—Como siempre, Bouvier, pierdes tu tiempo. Joseph se fue hace como media hora —explicó ella campante y le colgó en el cuello una credencial que le adecuó por encima del pecho con bruteza. Lexy contuvo las lágrimas ante el dolor que sentía en el fondo del pecho. Que Anne la tratara así, le dolía, pero más la destruía la partida de Joseph, ese que se había ido sin ella y sin despedirse—. ¿Pensaste alguna vez que te quedarías con su puesto?

Siempre míaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora