Capítulo 3: Una Flor en la Nieve

2.9K 172 6
                                    

Capítulo ~3~
"Una Flor en la Nieve"

"Aunque le arranques los pétalos, no quitarás su belleza a la flor"

-Rabindranath Tagore

Las horas habían pasado rápido ese día. Mi habitación ahora estaba inundada con la luz naranja del atardecer, y en el alféizar de la ventana un gato de blanco pelaje se limpiaba las patas con la lengua.

—Dani, despierta —dijo ella sin dejar ese tono dulce de lado—, papá llegará en unos minutos.

Me volví hacia la pared tanto como pude, y pretendiendo no haberla escuchado volví a cerrar los ojos. Con cuidado, ella tomó mi mano entre las suyas, sosteniéndola con firmeza, y suspiró tan profundo como sus pulmones se lo permitieron.

—Dani, arriba —insistió —. ¿Acaso no quieres ir a comer con Marco?

—No.

Ni siquiera me digne a fijar mis ojos en los suyos, mis pupilas se movían de un lado a otro buscando el escape a las lunas azules que desde arriba les miraban: atentas a cada gesto, a cada leve movimiento.

—Dani... por favor, levántate —reiteró con una voz firme.

Volví a ignorarla aún cuando sus gestos comenzaron a endurecerse. El gato que unos minutos antes limpiaba su pelaje había desaparecido. Su imagen ya no yacía al otro lado de la ventana, ni su sombra de ceniza atravesaba como densa tinta el cristal. En el patio, se veía con claridad el destello de una tormenta cerca, en poco tiempo las calles se pintarían de gris, y el agua inundaría las banquetas.

Luego de examinar con detenimiento el clima, me volví hacia mamá que seguía de pie al lado de la cama. Su cabello estaba atado en una coleta, por lo que sus ojos lucían más rasgados de lo que eran naturalmente, destacaba aquella tarde porque sus mejillas rosadas la hacían ver hermosa. Quise decírselo, pero parecía demasiado ocupada intentando hacer que su hijo adolescente dejara que ella, con las pocas fuerzas que su cuerpo delgado tenía, lo sacara de la cama para llevarlo a la sala en donde esperaría a su padre. Me guardé las palabras para otro momento, pues el ambiente estaba tornándose cada vez más tenso, inundando como arena de playa cada rincón de mi cuarto.

Siguió apretando mi mano dándole un masaje hasta que estuvo demasiado frustrada para continuar. Su cuerpo se alejó de la cama con una expresión decepcionada en el rostro, y justo cuando pensé que ella decidiría irse de la habitación, acercó la silla de ruedas a la cama.

Esta vez no pidió permiso, mamá paso sus brazos por debajo de mi torso, y tomó fuerza del último rincón de sus músculos para levantarme.

Me imaginé a mí mismo haciendo una escena, pero eso no era algo que en verdad quisiera. A pesar de ser un niño consentido, no me gustaban los berrinches, ni reclamaba nada aunque estuviera inconforme con ello. Quizá se debía a que en general me sentía superado por los otros; consideraba que era demasiado complicado luchar con algo que es mil veces más fuerte que tú.

Lo único que hice fue quejarme un poco y contraer los músculos que podía controlar. Dianna era bastante fuerte a pesar de lucir cansada, así que no se le hizo difícil sentarme en la silla y luego acomodar mi cabeza.

Una vez ella se apartó de mi vista pude verme en el espejo que reposaba a unos metros de la cama. Mi reflejo estaba despeinado y tenía las mejillas rojas. Una parte de mí se sentía lastimado, pues no estaba acostumbrado a que Dianna no hiciera lo que yo quisiera. No tenía el deseo de llorar como en otras ocasiones cuando no me escuchaba, ni estaba enfadado a pesar de que mi expresión decía lo contrario. Tan solo imaginaba en mi interior una vida sin la parálisis cerebral. Me veía a mi mismo corriendo sobre el asfalto en la calle, sin las piernas atrofiadas y con las manos libres a los costados. Soñé despierto con la imagen de mí sacando la ropa del armario, por un instante me veía parado bajo la regadera listo para ducharme.

Daniel "Un Chico Enamorado"  (EDITANDO)Where stories live. Discover now