Capítulo 20

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Julie mencionó lo de Braulio en menos de tres ocasiones. La verdad nunca estuve seguro de como sucedieron las cosas con él. Sabía que al parecer también estaba drogado, y que había una grabación de una de las cámaras de seguridad en la que estaba registrado el momento exacto en el que se pone frente al tren de carga. Al parecer el vídeo se hizo viral en internet.

Esperaba que Julie se fuera de nuevo una vez se calmara el asunto de la muerte de Ana, incluso me preparé mentalmente para no terminar sumido en la depresión de nuevo, pero ella se quedó.

No volvimos a la rutina de siempre pues ella regresó a la escuela, al igual que yo a las terapias. La universidad le robaba todo el tiempo por lo que los momentos para estar juntos eran escasos. Oí el nombre de Ana con frecuencia las semanas posteriores a su muerte, cosa que fue cesando poco a poco hasta que de repente se dejó de hablar de ella por completo.

Un día Julie llegó al centro de rehabilitación y nos encontró en la puerta cuando íbamos saliendo. Llevaba su cabello corto hasta los hombros, aparte de que era negro y tenía un flequillo recto cubriendo su frente. Recuerdo que no me emocionó demasiado como se veía, pues en verdad amaba sus mechones largos pintados de colores extravagantes. Sin embargo, ella lucía feliz y no dudó esbozar una hermosa sonrisa cuando mamá mencionó lo linda que se veía.

Era cierto.

Se veía bonita, más joven, llena de vida y en general parecía una mujer normal.

Una parte de mí se sintió aliviada al saber que se esforzaba por mejora esas cosas que para algunos no eran correctas, pero otra parte estaba asustado de que perdiera esa esencia que la hacía ser como era. Me aterraba pensar que cambiara, que una mañana tan solo se volviera otra más de las chicas que caminan por la banqueta con sus bolsas costosas y sus celulares del año, pero nada en la cabeza.

Pero a pesar de que daba una impresión diferente a la usual por fuera, cuando hablaba con ella no se sentía así. En general, creo que sus locuras ya no iban demasiado lejos, pero no dejó de hacerlas. Tampoco dejó de criticar el sistema, ni de hablar de política y la gran mentira de la religión.

Caminábamos por el parque a veces, con menos miradas y menos susurros sobre nosotros ahora que ella se veía casi como las otras.

Una vez visité su casa junto a Marco. Su mamá, aunque se maquillaba de manera exagerada con tonos demasiado brillantes y ropa con estampados animales, era una mujer con la que se podía tener conversaciones amenas y en ningún momento pareció incomodarse con mi discapacidad. La mayor parte del tiempo escuchaba con cuidado mis palabras -sin inmutarse por mi mala pronunciación-, y luego sonreía ampliamente mostrando su dentadura perfecta para responder de la manera más normal. Ella fue agregada a la pequeña lista de personas con las que no me sentía apenado al momento de hablar, pues no hizo ningún gesto abrumado, y al contrario, se notaba que la charla le agradaba.

Julie no dijo mucho durante la cena, solo reía con el entrecejo fruncido. Las bromas de Julia eran muy buenas a diferencia de las de su hija. Tenía un humor agrio, con un exceso de doble sentido: bastante negro en ocasiones.

-Entonces la niña pregunta a sus padre si su abuela sabía arreglar coches -decía de repente -, los padres quisieron saber porque preguntaba eso, y la niña respondió: "acabo de verla bajo un autobús" -y reía lo suficiente fuerte para que toda la calle la escuchara.

-Eso me parece muy cruel -decía papá.

-Cariño -soltó casi en susurro dirigiéndose a mí -, me alegra que estés con Julia en este momento tan difícil...

-Julie, mamá. Mi nombre es Julie -se quejó la chica sin prestar mucha atención a las palabras de la mujer.

-¡Me alegra que estés con JULIE! -se rió -, creo que necesita un amigo que la entienda como tú lo haces.

Sonreí con delicadeza pues no supe que hacer.

Julie bajó la mirada y salió en silencio del comedor sin decir nada. Sus pasos eran lentos comparados a como suele caminar, y tenía la mirada perdida.

Supe enseguida que algo no estaba bien, que quizá el comentario inocente de Julia le había hecho recordar a Ana. Pero no quise seguirla ni preguntarle qué estaba pasando, solo me quedé en la mesa escuchando la conversación de mi padre y su mujer.

Cuando el día terminó ambas nos acompañaron hasta la camioneta en la entrada. Julie me ayudó a acomodarme una vez Marco me metió en ella, y también aseguró el ventilador y los cinturones. Luego de su regreso había sido participe de mi cuidad de manera activa, a veces incluso me ayudaba a ir a la cama luego de nuestros paseos. Me acompañó a un par de terapias, y se encargaba de alimentarme y darme los medicamentos si pasábamos todo el día juntos.

En algún momento me pregunté por qué lo hacía. Si le agradaba hacerlo o se vio obligada con el paso del tiempo y lo compleja que se volvió nuestra relación.

Lo que siempre supe, fue que a mí me gustaba sentir que a ella le preocupaba. Habían pasado tantas cosas los últimos meses, que me llevaban una y otra vez a la misma conclusión; sabía que quería a Julie tanto, pero seguía asustado de que ella no correspondiera a pesar de que incluso en su carta me lo decía.

A veces la miraba cuando libraba una batalla con la botella del medicamento, y recordaba cada una de las palabras de Ana, pensando que no quería dejar pasar un minuto más sin decirle todo lo que sentía. Pensaba que a veces la vida llega al final de maneras inesperadas, que quizá mañana ya no estaría vivo para decirlo, y de igual manera no lo hacía.

Hasta que una madrugada a finales del mes de febrero una de esas típicas pesadillas se volvió real.

Después de que Julie se fuera no pude quedarme dormido. Cuando mamá vino a cambiarme de posición miraba por la ventana sin saber porqué no lograba conciliar el sueño. Me sentía bien, no tenía la temperatura alta ni me dolía el cuerpo. Estaba tomando unos medicamentos para relajar los músculos desde apenas unas dos semanas, pero en general no habían causado otra molestia que mucho sueño y confusión a veces.

Curiosamente, ese día no lograba que mis ojos se mantuvieran cerrados y me llevaran a ese extraño y misterioso mundo alterno.

-¿Te siente enfermo? -preguntó mamá al ver que no dormía.

Negué con la cabeza. Ella se inclinó sobre mí, y luego de tocar mi frente con la palma de su mano se sentó en el borde de la cama.

-¿Quieres que me quede, o podrás dormir aunque me vaya?

Desvié la mirada fijando las pupilas en la puerta. En verdad no sentía nada fuera de lo común. Pero algo en los ojos de mamá me hicieron pensar que lo mejor era permitir que se quedara un poco más, pues de cualquier manera ella se quedaría despierta hasta que me durmiera incluso si lo hacía en su habitación.

-Qué-date -dije con tono tembloroso.

Pasaron un par de minutos, cerca de media hora, mientras hablábamos sobre la vida. Ella parecía más relajada desde que Julie regresó a nuestras vidas como una muchacha en rehabilitación, y dejaba que yo hablara de temas polémicos sin escandalizarse.

En algún punto de la conversación me sentí mareado, no obstante, supuse que se trataba del cansancio apoderándose de mí. Pero en menos de un segundo mis ojos se cerraron al mismo tiempo que el ventilador empezó a hacer ese pitido indicando que no respiraba.

No sentí dolor, y la sensación de asfixia duró menos de tres segundos. Justo cuando había cerrado los ojos mamá se levantaba de la cama y decía algo que se oía muy lejano. El cuerpo se me tensó, sin embargo, no fui capaz de procesarlo de manera adecuada.

Dejé que algo me recorriera el cuerpo como agua, envolviéndome en un estado en el que ya no escuchaba ni veía nada. Perdí la conciencia enseguida...

Daniel "Un Chico Enamorado"  (EDITANDO)Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin