Capítulo 8: Errores

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Capítulo ~8~
"Errores"

"Mis fallos me asaltaron. Las cosas que había omitido o ignorado, las que había dejado a un lado. Lo que debería haber dado y no hice..."

-Richard Matheson

Mamá lo vio todo. Incluso la conversación que tuvimos poco después sobre el fútbol y otros deportes. Resultaba gracioso que habláramos de eso con Marco, pues yo en mi vida nunca había realizado una actividad física, pero la charla parecía no tener fin.

Él no estaba acostumbrado a mí. Todavía se veía incómodo cuando me era difícil pronunciar una palabra, o cuando tenía espasmos. Sin embargo lo intentaba, y eso me hacía sentir bien.

Creo que siempre había creído que el amor se trataba de entregarlo todo, que cuando alguien te quiere demasiado lo hace saber mediante detalles como ayudarte cuando lo necesitas y estar ahí para ti, pues así era como Noa y mamá amaban.

Pero, ¿qué hay de alejarse?

¿Y si amas tanto pero no sabes como manejarlo y te vas para evitar lastimar a quien quieres? Ese día pensé que hay tantas personas habitando el planeta con maneras de ser. Que algunos cuando aman lo dan todo, pero otros están muy asustados de no recibir nada a cambio así que esperan a que el otro dé el primer paso. No puedes amar a todos igual, y a veces la persona resulta tan diferente a lo que estas acostumbrado que no encuentras la manera de mostrarle tu cariño.

Quizá Marco me quería como cualquier padre quiere a su hijo, pero no sabía como decírmelo.

Hasta que fui capaz de hablar, luego de cinco años de haber nacido, los doctores pensaban que aparte de los obvios problemas de movilidad que tenía sufría de un grave caso de retraso mental. No era capaz de fijar la mirada, ni de moverme así que no había manera de comunicarme con los otros.

Recuerdo que los doctores le decían a mamá y papá que yo no entendía nada de lo que sucedía a mi alrededor: estaba dormido. Que no respondía a los estímulos y que estaba destinado a ser una persona en estado vegetativo hasta mi muerte, que sería pronto debido a lo difícil que era mantenerme saludable en todos los sentidos posibles.

El primer centro de rehabilitación en el que estuve no fue algo que aportara nada bueno a mi "rehabilitación", pues como las enfermeras asumían que era similar a una zanahoria o una lechuga no se preocupaban por intentar hacer que interactuara con ellas. Solo me vestían, me daban los medicamentos y realizaban algún ejercicio para mantener la sangre fluyendo por mi cuerpo. Ni siquiera pretendían que yo estaba ahí.

Noa venía a visitarme cada día luego de la escuela, y leía cuentos para mí. Creo que él, por ser bastante joven, era el único que intentaba comunicarse conmigo, pues para su mente yo lucía como un niño a pesar de todo. Una de las enfermeras cuyo cabello rizado siempre estaba despeinado le decía que dejara de hacerlo, que no pusiera juguetes en mis manos pues podían dañarme, y que no tomara mi cabeza para hacer que lo mirara cuando él me hablaba, pero yo rogaba que no obedeciera, y él no lo hacía. Siempre admiré a Noa por ser tan listo, porque sabía cuando no era buena idea hacer algo, pero era capaz de no acatar una orden si no le parecía prudente.

Mamá también charlaba conmigo, pero estaba más ocupada pidiendo a los doctores que intentaran hacer algo y lidiando con un padre ausente. Luego de que los problemas entre ambos se hicieran imposibles de llevar, decidieron separarse, y mamá supo que aquel centro no era un buen sitio para mí.

Noa siempre hablaba de papá y se quejaba de las enfermeras. Decía que Marco solía llorar por las noches sentado en el borde de la cama con todas las luces apagadas cuando mamá se quedaba conmigo. Me pidió, en más de una ocasión, que intentara moverme, y yo no encontraba la manera de decirle que quería hacerlo pero no podía.

El siguiente centro fue por mucho mejor que el primero. El doctor encargado de mí dijo desde el primer momento que yo no era retrasado, al menos no como los demás médicos decían. A partir de entonces, las terapias comenzaron a formar parte de mi vida hasta el momento, y luego de casi un año con una especialista del lenguaje y muchos tratamientos con bótox además de un nuevo ventilador comencé a balbucear palabras a medias.

Dianna le contó a Marco sobre mi progreso, y fue así como después de un largo tiempo sin verlo él fue a visitarme.

Mi habitación era azul, y tenía muchas figuras animadas en estantes, junto a coches de juguete y estampas en las paredes. Ese día era de los primeros que pasaba en mi silla de ruedas eléctrica, así que era bastante malo moviéndola.

Marco atravesó la puerta con una expresión neutral en su rostro. Yo ni siquiera lo reconocí. Puesto que en realidad nunca formó parte de mi vida yo tenía una idea de lo que era un padre, pero no una de como era mi padre. Cuando estuvo frente a mí, me miró inquieto, quizá nervioso, y dijo un simple: -Hola.

Lo que salió de mis labios estoy seguro no era para nada lo que esperaba. Quizá pensaba que tendríamos una conversación fluida e inteligente, pero en lugar de eso se encontró conmigo diciendo palabras inteligibles y un inocente Noa intentando traducirlas.

Si sus ojos se llenaron de lágrimas no pude verlo, y si su alma estaba herida no era lo suficiente maduro para entenderlo. Lo único que supe fue que luego de eso él salió de la habitación sin decir mucho y nunca volvió ahí.

El trauma que ninguno superó fue el de no ser suficiente para el otro. Creo que Marco se sentía incapaz de darme lo que necesitaba si crecía con una discapacidad, cuando se dio cuenta de que esta nunca se iría optó por alejarse. No sé si lo hizo porque no quería que le viéramos débil. Quería darnos todo, quería que el mundo nos viera crecer como seres plenos, y en un futuro ser un padre orgulloso de dos increíbles hijos, pero la parálisis era un obstáculo que no aprendió a superar, aunque tampoco quiso hacerlo.

Nunca lo odié por lo que hizo. A pesar de habernos dejado, particularmente a mí, sin dar una explicación, no sentí rencor. Tampoco lo justifique, ni lo amé como a mamá o Noa. Él era un especie de pieza pérdida en mi vida. Algo que no conocí, algo de lo que no podía hablar porque no lo entendía. Ya que Dianna me había dado todo no lo necesitaba, no me hacía falta, ni me dañaba cuando pretendía estar ahí.

Y creo que eso fue lo que más le lastimó cuando pasaron los años, verse fuera de mi vida.

Daniel "Un Chico Enamorado"  (EDITANDO)Where stories live. Discover now