Capítulo 26

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Era evidente que ella estaba enterada de muchas cosas de mí, algunas que incluso yo desconocía. Pero aún pude sentir su decepción los días posteriores a que me dijera que era su deseo presentarme a su padre y me negara a hacerlo.

Quizá su familia ignoraría la silla de ruedas, la baba, los espasmos, y la falta de contacto visual. Tal vez serían lo suficiente abiertos de mente para no prestar atención al hecho de que parecía retrasado, de que no podía moverme ni alimentarme solo.

Julie me quería, al igual que yo la quería. Sin embargo, no cualquier padre estaría de acuerdo con que su hija mantenga una relación con alguien que no puede valerse por sí mismo. Menos cuando estaba claro que con el paso del tiempo esta persona quizá crezca de estatura, suba de peso, y siga necesitando que lo lleven en brazos hasta la cama.

Poniéndome en los zapatos de otra persona, veía a Julie como una niña delgada, con aparente poca fuerza muscular y un carácter inestable. En pocas palabras era alguien casi incapaz de llevar en sus hombros la responsabilidad de tener una pareja con tan alto grado de discapacidad como la mía.

-Te quiero -decía ella con sus ojos cafés clavados en mis pupilas y una voz tan dulce como la fruta cristalizada de los dulces mexicanos.

-Yo tam...bién -respondía, siempre pensando si era egoísta de mi parte querer tenerla a mi lado.

Su papá regresó cerca de dos semanas después de que ella me avisará que vendría. No lo conocí, pues Julie entró en una especie de crisis, y durmió por casi tres días seguidos, cerrando la puerta con llave y evitando que cualquier persona entrara en su habitación.

La llamé por teléfono en varias ocasiones.

Siempre respondía:

-Estoy bien -decía con la voz clara, nítida y en apariencia estable -, solo necesito un poco de tiempo a solas, en cuanto me sienta mejor iré a verte.

Pero los días pasaban, y Julia seguía insistiendo que tenía que hacer a su hija salir de su habitación, pues no había ingerido alimentos las ultimas sesenta y dos horas.

Era impresionante pensar que Julie había pasado todo ese tiempo con el estómago vacío. En mi caso, luego de la desaparición de ella, también atravesé episodios de falta de apetito bastante intensos, episodios que de no haber estado sumido en la depresión nunca hubiera soportado. Por eso sabía que algo andaba mal con mi chica a pesar de que su voz sonara bien.

Me armé de valor, llamé a Marco y me aliste para ir a ver a mi novia una tarde de cielo soleado, dispuesto a sacarla del abismo.

En realidad todo fue simple.

Julia estaba muy agradecida de que fuera hasta su casa para intentar hacer que Julie abriera la puerta, no obstante, luego de una batalla con las escaleras y la silla de ruedas, mi chica se negó a dejarme entrar.

Estaba sentado frente a su habitación, con la silla colocada ligeramente de lado para poder oír lo que me decía a través de la madera. Había luchado junto a Marco para llegar hasta el segundo piso de la extravagante casa de Julie, cargado por mi padre, asustado de resbalar cuando estuve al borde de la escalera, y ella se negaba a abrir.

-No me iré has... ta que a...bras -asevere con voz firme.

-Dani, en verdad necesito de mi soledad. ¿Nunca quisiste estar solo?

-Sí -confirmé -, pe...ro no por tres días se...guidos.

Escuché su risa muy bajo, casi como si quisiera reír y fuera incapaz de hacerlo.

Daniel "Un Chico Enamorado"  (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora