Capítulo 16; Palabras de Alguien Herido, para Alguien Destrozado

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Capítulo 16
"Palabras de Alguien Herido para Alguien Destrozado"

"Nadie es más solitario que aquél que nunca ha recibido una carta"

-Elías Canetti

Ahora esperaba sentado frente a la ventana, con la luz pegando en mis ojos, que ella entrara. Era tan difícil vivir con su ausencia, que comenzaba a oler su perfume cuando caminaba con Dianna por la calle.

Su silueta en el suelo, llena de pereza a veces, o saltando sobre la cama.

Cada mínimo detalle, hasta cada hebra de su maltratado cabello eran cosas que me hacían sentir solo en esa habitación que se había vuelto más grande desde su partida.

El invierno estaba por concluir, como indicaba el calendario, informando también que eran cerca de dos meses sin saber nada de ella. Me asustaba que se sintiera sola como yo lo hacía, que sus manos desearan que otras la tocaran, o que extrañara hablar sin parar frente a alguien. Esperaba, aunque doliera, que hubiera encontrado una persona capaz de fluir a su ritmo por la vida, con los pasos danzantes que la acompañaban a donde fuera.

Solo quería que encontrara la paz que nunca nadie le pudo dar.

Marco habló conmigo en varias ocasiones de ella, de como se había negado a responder el teléfono. Decía que Julia a veces lloraba antes de ir a dormir en la habitación de Julie. Con las luces apagadas, iluminada por el resplandor que venía del pasillo se quedaba sentada en la cama culpándose por lo que había pasado, y clamando oir al menos una vez su voz.

Yo también lloraba, aunque nunca derramé una sola lágrima. Aquello que sentía no se comparaba a nada que hubiera atravesado antes. Era como estar vacío, sin sentir la necesidad de lamentarme. Cuando en las noche la luna se adueñaba de la vista recordaba la fiesta patronal a la que fuimos sin querer hacerlo: las luces, la divinidad de los santos, el templo, pero sobre todo su hermosa sonrisa frente a mi rostro pidiendo algo que nunca escuché.

Faltaban unos dos días para Navidad en el momento en que me di cuenta de que había dejado de comer, y que mamá comenzaba a alimentarme por la sonda en mi abdomen de nuevo. En general, mi salud decaía sin que nadie supiera por qué, y sin que yo fuera consciente de ello.

Las últimas semanas de octubre enormes escaras se apoderaron de mis glúteos, recluyéndome en la cama con un montón de pastillas prescritas para evitar infeciones, y sedantes para controlar el dolor. Me la pasé dormido cerca de trece días, sin saber lo que pasaba a mi alrededor.

La novia de Noa vino a verme, recuerdo que se disculpó por lo sucedido en la cocina, cosa que yo ya no recordaba, y me pidió que mejorara para que así mi hermano se sintiera feliz.

Cuando Marco se presentó al ver que mi situación iba cada vez peor, escuché a mamá decirle afuera de mi habitación que el médico había dicho que me encontraba depresivo.

Depresión.

Mejor definido como no sentir nada y aún así morir por todo. El no saber que eres, no entender el mundo o por qué suceden las cosas. Ni siquiera se sentía como desgarrarse por dentro, simplemente ya no había nada que romper, ni lágrimas para llorar.

Lo que siguió a eso fueron medicamentos extraños, y un montón de charlas con un hombre de saco rosa y buena apariencia que hablaba siempre de mi discapacidad, cuando ese no era el problema.

Así fue como terminé mirando por la ventana cada semana. Inmóvil, sin la necesidad de hacer nada. Sabía que no me encontraba bien, que mi apatía ante el mundo afectaba de manera considerable mi salud, sin embargo, no encontraba la manera de salir de ello.

Daniel "Un Chico Enamorado"  (EDITANDO)Where stories live. Discover now