Capítulo 31

1.1K 76 5
                                    

Al final, nuestra aventura no fue más allá de toques inapropiados. La pasión se apagó junto a nuestros labios luego de que el intruso se retirara sin decir nada.
Supuse que no era mamá, pues ella hubiera entrado, quizá como si nada pasara, con la mirada aturdida intentando fingir que todo está normal, y se hubiera quedado ahí para asegurarse que no hiciéramos nada.

Noa, por su parte, habría hecho justo lo que el sujeto misterioso. Entrar sin avisar, darse cuenta de que frente a la ventana se desarrollaba algo de acción, y retirarse en silencio con una sonrisa pícara.

Pero el daño estaba hecho. Ninguno pudo seguir después de la interrupción. Julie volvió a vestirse y se quedó conmigo un rato. Al final se fue despidiéndose con un beso tímido en mi mejilla.

Cuando mamá me llevó a la cama por la tarde me quedé viendo su rostro intentando descifrar si había alguna expresión diferente a la habitual: en realidad parecía ajena a lo sucedido.

Soñé con Julie toda la noche. Con la suavidad de su torso y la calidez de sus besos. La veía flotando sobre una nube con la espalda desnuda, marcada de músculos femeninos. Y sus ojos brillando felices cerca de mi rostro. No pude sacar de mi cabeza la imagen de su busto cubierto por un sostén deportivo.

En realidad la ropa que vestía ese día era una de las peores visualmente hablando: parecía que se había quedado dormida y solo tomó lo primero que encontró para llegar a tiempo a la escuela. No obstante, era ropa que jamás olvidaría, porque yo toqué su piel pálida bajo esa camiseta descolorida, admiré su forma bien definida en esos pantalones desteñidos por primera vez.

Ese atuendo, a pesar de ser malo, fue mi primer recuerdo de haberla recorrido de pies a cabeza mirándola como a una mujer, y a mí mismo como algo más que un niño discapacitado.

~•~

Cuando desperté la mañana siguiente dos personas hablaban a mi lado sentadas sobre un par de sillas con voces animadas. Tardé un poco en despabilar y poder fijar la mirada: mi madre por supuesto era una, la otra se veía como una mujer mayor, bastante arrugada pero con maquillaje en todo el rostro. Tenía una melena roja cayendo por un hombro sobre su vestido de estampados egipcios. También utilizaba una diadema gruesa de color café.

Al principio tardé en reconocerla, pues en general tenía problemas de visión serios. Aparte, la mujer había cambiado demasiado a lo que yo recordaba. Estaba vieja y arrugada, aparte de vestir ropa rara.

-Pero si mi niño ha despertado -dijo con su típica voz suave pero animada -. ¿Supongo que extrañabas a la tía Martha?

Sonreí con sinceridad. Al escuchar su voz todo tuvo sentido. Ella era bastante mayor ahora, ya no tenía las caderas que yo recordaba ni usaba pantalones de mezclilla ajustados al estilo de los ochentas.

Su melena había cambiado de un tono café a uno más llamativo como su apariencia en general, pero esos mechones seguían siendo un desastre juguetón.

Ella nunca fue guapa, todos lo sabíamos. Tenía una nariz abultada en la punta y enormes ojeras que caían por sus mejillas flácidas incluso si dormía bien. Sus ojos eran de un llamativo color verde como el de mamá, aunque no eran bonitos por los depósitos de grasa bajo ellos y el hecho de estar hundidos. Se podría decir que en pocas palabras, Dianna era una versión atractiva de ella.

Pero tenía algo peculiar que le hacía destacarse de las otras: su manera de ser siempre activa y sin recatos, hermosa por su personalidad alegre y manera positiva de ver el mundo. Aparte de haber tenido un voluptuoso cuerpo de trasero grande cuando joven, era seductora por su manera de mover las manos y las caderas al caminar. Ahora su cuerpo estaba bastante arrugado, en los brazos se le comenzaba a colgar la piel, pero su voz era la misma.

Daniel "Un Chico Enamorado"  (EDITANDO)Where stories live. Discover now