Capítulo 4: La Flor Más Brillante

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Capítulo ~2~
La Flor Más Brillante

" Hay probabilidad de que ocurran cosas inesperadas en cada segundo de nuestra frágil existencia"

-Paulo Coelho

Finalmente habíamos llegado al famoso restaurante de comida Italiana. Desde el estacionamiento podía oler la carne siendo cocinada, y a través de las ventanas transparentes veía a las personas sentadas frente a las mesas, con los cubiertos en sus manos, y el hambre impresa en cada uno de sus rostros.

Marco había escogido un buen lugar con una rampa para discapacitados que no se inclinaba a noventa grados, sin embargo, cuando él se dirigió a aparcar nos dimos cuenta de que los espacios preferenciales se encontraban al final de la línea. No hubo manera de que yo me enojara, puesto que estaba acostumbrado, pero papá lucía en verdad enfadado.

Antes de que el coche se detuviera, miré con discreción a Julie que iba sentada a mi lado en el asiento trasero. Ella estaba nerviosa, lo notaba por como limpiaba sus manos con la bufanda blanca que rodeaba su cuello. Ninguno se sentía cómodo al lado del otro, pues al parecer eramos demasiado diferentes.

Aquella tarde había sido complicada desde el inicio, así que pensé, mientras nos dirigimos a la entrada del restaurante, que todo se calmaría una vez comenzara a ponerse el sol. Pero cuando ingresamos al establecimiento me di cuenta de que el espacio entre las mesas era demasiado pequeño, y sería difícil que mi silla pasara a través de ellas. Aparte, para hacer el momento más miserable, el lugar estaba repleto.

Cerré los ojos intentando ignorar las miradas que ya estaban sobre mí, y dejé que las cosas fluyeran, ¿qué más podía hacer?

Cuando papá empujo mi silla miré al piso color hueso sobre el que avanzábamos. Los clientes ni siquiera me veían con discreción, sus ojos se clavaron en mi cuerpo inundado de contracturas como si de un asesino se tratara. A nuestras espaldas se escucharon las risas de unos muchachos. Julie apretó los dientes y se volvió a ellos con los puños cerrados, pero antes de que hiciera algo Marco la sujetó por la muñeca y susurró:

-Solo déjalos.

Ella asintió, pero se veía dolida por como sus cejas se habían arqueado. En definitiva, Julie era de esas personas que no se quedaban calladas si se sentían ofendidas.

Una vez nos habíamos sentado, viví uno de los silencios más abrumadores de toda mi vida. Noa y yo mirábamos al suelo, y papá tenía los ojos perdidos en los coches que avanzaban por la avenida. Me preguntaba qué era lo que él pensaba, si se sentía humillado, o tan solo admiraba el paisaje de afuera.

Las luces amarillentas de la plaza comenzaban a encenderse, y el sol a ocultarse. El centro irradiaba un color de paja por las bombillas y los faros, los árboles se llenaban de nuevo de aves. En la calle, los focos de los vehículos hacían del asfalto un mar de estrellas terrestres, y la ciudad empezaba a llenarse de la fragancia de la noche. Lástima que el mundo estuviera tan ocupado para darse cuenta de lo que pasaba cuando aquel manto oscuro se extendía sobre nuestras cabezas. Nadie notaba como los árboles y tiendas se volvían misteriosos, ni como todo brillaba de una manera diferente: más azul.

Los ojos de Julie eran la mirada de la noche, tan impresionantes y aterradores. Era bella como ninguna otra, la obra maestra de la hermosura. Ella sabía lo que tenía, por sus gestos pude ver que estaba segura de su belleza. Era capaz de utilizar sus encantos, de tener al hombre que quisiera, por eso supe sin pensar demasiado que jamás sería mía, pues era demasiado perfecta.

No obstante, Julie estaba lastimada, pues si alguien se le acercaba de manera amable, se volvía fría. Cuando los chicos, hipnotizados con su rostro la veían, ella los ignoraba con actitud arrogante. No parecía estar dispuesta a amar, pero sí a ser amada.

Era un misterio que andaba por la calle sobre sus zapatos deportivos, con la espalda recta y danzando con las caderas.

Además de la caída de la noche, también la observé a ella. Estaba mirando desafiante a los chicos que unos minutos antes se habían reído. Ellos seguían bromeando mientras la veían por el rabillo del ojo, asustados a pesar de que no querían demostrarlo.

Nadie se esperaba lo que pasó enseguida, pues la adorable Julie que yacía sentada frente a mí con su cabello rosa enmarcando su cara pequeña, se levantó de golpe. Papá y Noa no notaron que se iba, pero mis pupilas no dejaron de seguirla.

De repente comenzó a ser coqueta, movió su cabello e inclinó un poco la cabeza con el mentón en alto, y se acercó a ellos. Me sentí asombrado por la manera en que su actitud cambió en un abrir y cerrar de ojos. Sin embargo, luego de una charla bastante animada, Julie tomó un plato de sopa que reposaba sobre la mesa, y dejó caer la comida sobre el cabello de uno de los chicos.

De nuevo pasaba de una faceta a otra en menos de un segundo.

Las mujeres de la mesa de al lado comenzaron a hacer un escándalo, alzando la voz al hablar sobre la rudeza de la chica.

-¡Qué te sucede! -exclamó el muchacho con voz molesta dirigiéndose a Julie.

-No puede ser posible -susurró Marco a mi lado y caminó hacia ella -, trae a Daniel -ordenó cuando estaba a unos metros de nosotros.

Supuse que Julie reaccionaría cuando el chico le gritó luego de ensuciarlo con comida, no obstante, ella se limitó a mirarlo con una satisfacción irradiando de sus ojos cafés. Cuando Marco la tomó por la cintura obligándola a salir, el muchacho decidió abrir su enorme boca de nuevo:

-¡Su hija es una desquiciada, señor! -Su cara se volvió roja.

-¡No es mi padre, imbécil! -reclamó ella - ¡Un día la vida te enseñará que reírse de las diferencias de otros es completamente absurdo! -le gritó una vez más Julie al desconocido deteniéndose en la puerta -y ese día vas a sufrir por tener una cerebro tan pequeño e inútil.

Salió ella misma del lugar sin que papá la empujara. Una vez fuera, él y Noa volvieron a entrar, dejando a la imprudente chica u a mí solos. Sin duda alguna, Julie estaba algo loca.

Luego de hacer todo un espectáculo ahí dentro se quedó parada frente a la entrada viendo como Marco pedía disculpas al muchacho con una expresión ausente.

-De cualquier manera me han echado de varios restaurantes en el pasado. -informó despreocupada.

Para ser honesto, estaba aterrado. Ella era tan impredecible que incluso asustaba imaginar que podría hacer. No obstante, Julie no notó mi miedo, y solo seguía peinando su cabello con la mirada perdida en la nada, con los ojos llenos de frustración. Podía entender como se sentía: tenía en el pecho la impotencia de no poder hacer lo que deseaba, cosa que a mí me sucedía cada día.

-Deberíamos ir a la plaza -sugirió con una actitud más calmada.

Asentí con la cabeza.

Sus labios dibujaron un intento de sonrisa que resultó ser un gesto muy adorable. Apartó con sus manos pequeñas y delgadas el cabello que cubría su rostro, y se paró detrás de mí para empujar la silla.

Por un momento sentí que flotaba, pues la niña más bonita de la ciudad estaba cuidando de mi cuerpo discapacitado. ¿Quién era yo para que una flor tan brillante me atendiera?

Comenzamos a avanzar a través de la gente, con varias miradas sobre nosotros. Algunos contemplaban su belleza, otros observaban asombrados mi silla. Que pareja tan llamativa sin querer habíamos creado; tan diferentes, y en el interior tan semejantes.

Daniel "Un Chico Enamorado"  (EDITANDO)Where stories live. Discover now