Capitulo 2: "Una Vida Difícil"

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Capítulo ~2~
"Una Vida Difícil"

"Aprendí que no se puede dar marcha atrás, que la esencia de la vida es ir hacia adelante. La vida, en realidad, es una calle de sentido único"

-Agatha Christie

Cada noche pedía a las estrellas que me llevaran con ellas y no me dejaran despertar al día siguiente. Mi mente soñaba con el cielo oscuro y mis piernas con el césped del patio. Un ser entero deseaba brillar con los astros en la noche, muy lejos de la tierra, en un lugar en donde el aire no fuera capaz de tocarlo.

No encontraba sentido alguno seguir en el mundo cuando aún siendo consciente de todo, me era casi imposible expresar lo que sentía. La vida hubiera sido más sencilla si pudiera lograr sacar de mi mente las palabras, si mi lengua no se quedará trabada al decir "no", si de mis labios salieran aquellos pensamientos atrapados. No obstante, debía seguir recostado en la cama con un tubo húmedo en la garganta.

El tiempo seguía su marcha al ritmo de los pasos apresurados de las personas atareadas, mamá cocinaba sin otra preocupación en la cabeza que su niño discapacitado. La luz y el sonido a cada segundo se extinguían en mi habitación, sepultados bajo aquellas cosas que un muchacho inocente anhelaba. Él parecía estar condenado a vivir por siempre alejado de la sociedad, ignorando casi por completo la realidad que crecía deforme al otro lado de la pared.

Antes de saber lo que había afuera, mi mayor miedo era el ventilador mecánico y la oscuridad. En verdad no existía una razón lógica al miedo enfermizo que sentía al no poder ver nada. Quizás algo absurdo era temerle al aparato que me mantenía con vida, sin embargo, morir asfixiado me asustaba.

Aquella mañana, antes de que la luna se fuera me era imposible ver algo a dos metros de la cama puesto que la luz de la habitación estaba apagada. Mi cuarto era un agujero oscuro en donde los monstruos podían dormir debajo del colchón, y mi cuerpo, atado a la cama por la parálisis cerebral, no era capaz de presionar el interruptor para encender la bombilla.

En ese momento tenía miedo.

"No te apagues—", ordené con mi mente al ventilador artificial, ya que su ruido áspero era el único que evitaba que me encontrara en completo silencio.

La oscuridad parecía extenderse en lugar de irse. Cada vez, las sombras de los muebles se hacían más grandes, y el sosiego más profundo. Tenía un tubo en la garganta dándome oxígeno constante, y aún así sentía que no podía seguir respirando. Sobre mi pecho se posaba un carga pesada que evitaba a mis pulmones extenderse al máximo, y los músculos de todo el cuerpo se contraían al mismo tiempo, provocando dolor e impotencia. Quería en verdad levantarme y salir de la cama, o al menos gritar por ayuda, pero mi cerebro malinterpretaba las señales y ocasionaba que mis músculos trabajara de manera incorrecta. Lo único que podía hacer era aferrarme con las manos sudorosas a las sábanas, e intentar calmarme. Necesitaba a alguien que me ayudara en ese momento, sin embargo, cuando miraba de un lado a otro con las pupilas temblorosas descubría que me encontraba solo.

Mezclado con la desesperación, un sudor caliente cubrió mi frente, y una gota cristalina —casi transparente—, rodó por mi rostro hasta que encontró un escape por debajo de la oreja. Las lágrimas se juntaban en mis ojos, amenazando con salir y mojar con su amargura de sal mis mejillas rosadas.  Si intentaba gritar, un sonido sordo escapaba por mis labios, y la traqueotomía me lastimaba la cuerdas vocales; era un buen momento para dejar fluir el llanto, pero entonces, al otro lado de la pared, avanzando de manera constante por el pasillo, los pasos de mamá se acercaban. Sus zapatos hacían ese ruido inconfundible al crujir con la madera.

Dejé que un suspiro saliera por mi boca y e intenté ocultar las lágrimas como si nunca hubieran estado allí. Mis ojos se fijaron por instinto en la puerta de la habitación.

Dianna cruzó la entrada de mi cuarto aquella mañana sin saber que su hijo ya no dormía. Sin querer, suspiró agotada y con enorme esfuerzo encendió la luz. Bajo el foco, ella lucía tal cansada puesto que dos círculos negros enmarcaban sus ojos azules, la piel de los cachetes se le colgaba como ropa mojada, y su cara estaba maltratada. Cuando al fin me vio, sus labios me sonrieron, seguía esforzándose por lucir fuerte aún cuando por dentro se derrumbara. El cabello rubio caía por sus hombros como los rayos del sol en la pradera. Caminó hasta donde yo estaba, y se colocó en cuclillas frente a la cama.

—Buenos Días —sonrió.

—Bu...e...no...s dí...as —respondí y tomé su mano.

Aún no lograba controlar del todo mi ansiedad, por lo que tenía la frente mojada y seguía haciendo movimientos bruscos e involuntarios con todo mi cuerpo. Mamá me apretó los dedos con suavidad, y tocó mi frente con la palma de su mano. La expresión de su rostro cambió de serena a preocupada cuando sintió el sudor, lo noté por como fruncía el entrecejo y abria los labios.

—¿Te sientes enfermo? —preguntó enseguida.

Negué con la cabeza, y antes de que ella hablara de nuevo, dije:

—Qu...ie...ro ir afue...ra.

Dianna volvió a sonreir. Peinó un poco mi cabello y se levantó para abrir las cortinas de la ventana.

Yo era la razón por la que ella se levantaba cada mañana, pero para mí no existía un motor que me hiciera querer seguir viviendo. Sin embargo, ya que Dianna me había entregado sin reproches su vida entera, reía para que ella lo hiciera, y abría mis ojos para ver brillar los suyos.

Daniel "Un Chico Enamorado"  (EDITANDO)Where stories live. Discover now