Capítulo 29

1K 83 1
                                    

Mamá solo asintió con la cabeza y después de hablar un rato sobre la increíble vida que la tía Martha llevaba con su pareja, nos dejó solos.

Ni siquiera mencionó de nuevo el tratamiento. Supongo que ella también estaba cansada de intentarlo sin ningún resultado.

Cuando cayó la noche se me cerraban los ojos y la cabeza se me iba de lado porque tenía mucho sueño. Me encantaba estar con Julie todo el tiempo, pero solía cansarme con mucha facilidad.

Ella notó como me estaba quedando dormido en la silla así que se levantó y acomodó las sábanas en la cama para recostarme.

-¿Está bien si te ayudo? ¿O prefieres que llame a Dianna? -preguntó con voz suave en mi oído.

-Es...tá bien -confirme intentando rodear su cuello con mis brazos.

Ella esbozó una sonrisa y me ayudó con la tarea de rodear su cuello. Luego pasó sus brazos por debajo de mis piernas y me levantó con facilidad. En realidad, Julie había tomado práctica en el asunto de cargar mi cuerpo, aparte de ser bastante fuerte.

A veces, cuando las personas tenían que llevarme en brazos de la cama a la silla, o de la silla al coche, me preguntaba qué se sentía poder moverse de un lugar a otro por sí mismo. Siempre veía el mundo a mi alrededor moverse de un lado a otro, arriba y abajo tomando autobuses y taxis. Jamás viajé en metro pues en las estaciones cercanas a mi casa no había ascensor ni escaleras eléctricas para que mi silla de ruedas pudiera bajar. No conocía las estaciones de metro ni el interior de un taxi.

No me molestaba ser cargado para realizar tareas que otra persona hace con suma facilidad, pero me daba curiosidad saber qué se sentía poder moverse.

Toda la vida tuve espasmos, y músculos incontrolables. Así que sentía las piernas adormecidas y las manos tensas. Sabía lo que era moverse sin quererlo, lanzando manotazos y patadas, pero estaba acostumbrado a ello así que lo sentía como mi realidad. Una que dolía, era estresante y dañina, pero normal para mí.

Cuando Julie apartaba la silla de la cama, veía la suavidad con la que caminaba, sin problemas en su equilibrio ni piernas tambaleantes. He de admitir que a veces sentía celos, igual cuando veía a un profesional de artes marciales o a un bailarín moverse de manera tan increíble sentía envidia. A veces tan solo deseaba poder dar algunos pasos sin que todo mi cuerpo se retorciera, tomar una cuchara sin temblar, o al menos poder mover una silla de ruedas manual.

Había tantas persona en el mundo, y de millones tenía que ser yo quien viviera atado a una silla -casi literalmente considerando las correas que evitaban que cayera hasta el suelo-.

Miré a Julie mientras ella me arropaba con los labios apretados, pensando si ella apreciaba la manera en que se movía tanto como yo lo hacía al verla.

-Julie... -la llamé con seriedad.

-¿Qué sucede? -quiso saber.

-¿Se sien...te bien cami...nar so...bre la a...rena en la playa? -pregunté disfrazando mi verdadero propósito.

-Pues, se siente bien hasta que comienza a meterse en tu traje de baño -reí, causando una sonrisa en ella -. Prefiero la piscina del hotel, la arena en serio pica en lugares que no debe de picar.

Ambos guardamos silencio. Contemplé las estrellas al otro lado de la ventaba. Los últimos meses ya no había tantas, supuse que se debía a la capa de humo que cubría el cielo desde que fábricas se habían establecido a orillas de la ciudad. Julie me miraba con ese brillo apagado desde que su padre vino a verla. Me preguntaba a qué se debía. Si aún extrañaba tanto a Adolph. Solo quería verla sonreír.

Daniel "Un Chico Enamorado"  (EDITANDO)Where stories live. Discover now