2. Panambí

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El primer día de clases resultó menos estresante de lo que Daniel esperaba

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El primer día de clases resultó menos estresante de lo que Daniel esperaba. No eran demasiados chicos en su clase y pudo hacer un par de amigos enseguida. Aldo, fue el primero en hablarle y le ofreció sentarse a su lado, era un chico divertido y parecía el líder del grupo, enseguida le presentó a los demás y lo invitaron a jugar fútbol en el recreo, cosa que a Daniel le gustaba mucho. También había una chica que se llamaba Antonella, era de tez blanca y pelo negro, se acercó a Dani durante la clase de italiano y se ofreció a ayudarlo en todo lo que necesitara.

El Dante Alighieri era un colegio privado que llevaba muchos años en el país, muchos de los niños que asistían eran descendientes de italianos y otros no, pero aun así debían dar un par de horas de italiano a la semana, cosa que a Daniel le parecía ilógico y complicado, jamás había dado la menor importancia a ese idioma y no entendía por qué su madre le había inscrito en ese colegio. Sus compañeros tenían obviamente más base que él y se sentía un poco perdido. Por lo demás todo salió bastante bien y Daniel se sentía contento.

Alicia y él quedaron de almorzar juntos en el departamento, esa era una de las cosas que a Alicia le gustaba, poder encontrarse con su hijo en su hora del almuerzo y compartir sus anécdotas. Otro de los motivos por los cuales había decidido vivir en el centro y que todo quedara cerca.

Daniel volvió caminando, Aldo lo acompañó un par de cuadras pero luego siguió solo. Llegó a una esquina donde debía girar para ir al departamento y se encontró con el chico y la niña de la mañana. El muchacho lo saludó con la mano y Daniel le respondió de igual manera, la niña entonces lo miró por primera vez y le regaló una media sonrisa, Daniel se la devolvió y pensó que tenía una sonrisa hermosa y un hoyuelo igual al de su madre.

—¿Cómo te llamás? —le preguntó el chico cuando quedaron caminando uno al lado del otro, el quiosco de revistas quedaba a dos cuadras de ahí y a dos más, el departamento de Daniel.

—Daniel —respondió él amablemente—. ¿Vos?

—Me llamo Arandu, pero no te rías —dijo el chico medio rezongando.

—Qué raro tu nombre —comentó Daniel— ¿Qué significaba?, no me acuerdo —agregó.

—Significa «sabio o inteligente», en guaraní. Mi mamá era fanática de toda nuestra cultura y demás, nos puso nombres en guaraní. Qué le vamos a hacer. Mis compañeros me molestan todo el tiempo por eso, pero ya estoy acostumbrado —se encogió de hombros—. Ella se llama Panambí —dijo señalando a la niña y tocándole el hombro izquierdo.

—¡Mariposa! —se apresuró a decir Daniel recordando sus lecciones de guaraní en el colegio. La niña se giró y les sonrió a ambos.

Cuando llegaron al quiosco se separaron saludándose de nuevo con las manos y mientras Arandu hablaba con su padre, Panambí volvía a sentarse en su silla, sacando de su mochila algún libro y perdiéndose en la lectura.

Tu música en mi silencio ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora