30. Verdades

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Panambí golpeó la puerta ansiosa y luego de unos segundos Dani le abrió. La habitación era enorme y hermosa, ella nunca había entrado allí. Daniel la tomó de la mano y la guio hasta el balcón donde una mesa estaba preparada con una cena para dos a la luz de las velas. Era una noche hermosa y por suerte, no demasiado calurosa. Daniel caballerosamente la ayudó a sentarse, Panambí se sentía en un capítulo de aquellos libros que aún amaba leer, solo que ahora sabía que no podían hacerse realidad... ¿O sí?

—Te extrañé —gesticuló Daniel.

—Yo también, creí que...

—Rompí mi relación con ella ese mismo día —la interrumpió—. Quería darte un espacio, no quería que pensaras que saltaba de un barco a otro así como así. Sos demasiado importante para mí, sólo quería hacer bien las cosas. Pero ya no soporto no saber de vos. Alquilé esta habitación por todo el fin de semana, quiero saber todo lo que sucedió en este tiempo que nos separamos y quiero contarte todo. Quiero que seamos sinceros, que nos conozcamos de nuevo... Quiero hacer bien las cosas ahora —ella sonrió asintiendo y luego comenzaron a comer.

Cuando acabaron, él la guio al interior de la habitación y le dijo que eligiera en qué sitio estaría más cómoda para conversar. Ella se decidió por el pequeño living, hubiera preferido la cama pero podía ser un gran distractor para ellos, así que el sofá de cuero y aquella alfombra suave le parecieron excelentes. Se sacó los zapatos y tomó asiento.

Hablaron de todo y de nada por un buen rato, hasta que de alguna manera la conversación fue yendo al pasado. Panambí volvió a contarle lo que había sucedido con su padre y también que Arandu aparentemente se había metido en drogas.

—¿Cómo lo sabés? Me cuesta creerlo de él, era recto y exigente consigo mismo y contigo.

—Lo sé, pero le tocó vivir demasiadas responsabilidades antes de tiempo, tuvo que dejar de lado sus sueños y creo que eso lo deprimió. Después se juntó con gente mala y las cosas... simplemente se torcieron. —La tristeza embargó su alma al recordarlo.

—¿Cuándo lo viste por última vez?

—Unos meses luego de que falleció papá lo vi en casa, estaba desaseado y delgado, no parecía él... Juntaba su ropa apresuradamente en una mochila. Me dijo que lo buscaban y que por favor me cuidara. —Las lágrimas comenzaron a caer del rostro de la chica y Daniel la abrazó dejando que llorara en sus brazos, que desahogara todo aquel dolor que traía guardado hacía tantos años.

—Podemos buscarlo, quizás lo encontremos —propuso Daniel mirándola, ella no contestó. Las lágrimas seguían cayendo sin piedad y Daniel supo que había más cosas que debía saber, esperó a que ella se lo dijera.

—Asaltaron el local, rompieron todo lo que había allí. Anita y Raquel me dijeron que fuera a vivir con Raquel para estar más protegida pero no quise, no quería ser carga para nadie. Me dediqué a tocar el piano en las calles, usaba el piano que me dejaste y juntaba buen dinero para mantenerme y pagar el alquiler. El destrozo en el negocio era irremediable, yo tuve que pagar todas las mercaderías que se estropearon pero ya no pude renovarlas, tuve que cerrar.

Tu música en mi silencio ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora