22. Sueño

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—No puedo creer que mi bebé ya tenga veintisiete años —dijo Alicia apretando los cachetes de su hijo que intentó zafarse de esa expresión de cariño—, pero lo que menos puedo creer es que vamos a estar lejos ahora.

—Vamos a ir a visitarle —sonrió Paulo abrazando a Daniel en el enorme aeropuerto de San Pablo.

—Cuidate mucho Dani, te voy a extrañar —dijo Renato en portugués, su hermanito hablaba poco español aunque entendía todo.

—Yo también campeón, pero nos vamos a ver muy pronto.

—¿La vas a buscar? ¿Vas a buscar a Panambí? —le preguntó Alicia y Dani sonrió.

—Ya la busqué hace unos años cuando fui, no sé en dónde buscarla, ya no vive en la casa de antes, no está la revistería y la profe Raquel tampoco vive en su antigua casa. —Daniel había viajado a Asunción hacía un par de años para un congreso y caminó por el centro recordando escenas y buscando a su antigua amiga.

—¿Rocío cuándo se va? —le preguntó Paulo.

—En dos meses me alcanza allá, cuando termine con los últimos exámenes que le quedan.

Rocío era una chica con la que Dani estaba saliendo, era brasilera pero su padre era paraguayo. Daniel había conseguido hacer su residencia en un hospital público en Asunción, también había conseguido en uno de Brasil pero él sentía que debía volver, que quería estar allí.

Cuando llegó al aeropuerto, una cálida sensación lo hizo sentirse en casa. Sonrió y salió en busca de un taxi para poder dirigirse a su nuevo departamento, uno que había alquilado por internet y que le quedaba cerca del Hospital donde trabajaría. Rocío lo visitaría en un par de meses y vería si se acostumbraba, lo de ellos acababa de iniciar cuando Daniel decidió volver a Paraguay, ella intentó convencerlo de que se quedara pero no lo logró. A Daniel no le importaba ceder, era bastante cerrado y egoísta, pero Rocío estaba enamorada y dispuesta a ir detrás de él.

De todas formas Daniel no pretendía obligarla, le dijo que fuera a probar y que si no se sentía a gusto volviera. Rocío no estaba conforme con aquello, a él no parecía importarle demasiado su relación, de hecho casi siempre se mostraba frío, distante y más preocupado por su trabajo que por nada más. Daniel se había recibido de médico con honores y había hecho su especialidad en pediatría.

Rocío recordaba cuando lo vio por primera vez, con aquella divertida nariz roja en aquel hospital para niños con cáncer. Daniel amaba su profesión y adoraba a los niños, Rocío a veces no entendía cómo es que era tan bueno con ellos y tan desagradable con los adultos.

Era ocho de diciembre y el calor azotaba como siempre a la ciudad. El hospital estaba atestado de personas que venían afectadas por golpes de calor. Era el día de la Virgen de Caacupé y por tanto feriado nacional. Mientras algunos médicos atendían las urgencias, otros observaban por televisión las noticias en las que se mostraban constantemente a los fieles que peregrinaban a Caacupé, ciudad situada a sesenta kilómetros de Asunción.

Tu música en mi silencio ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora