4. Música

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Cuatro meses después, Daniel estaba mucho más acostumbrado a su nueva vida y sus rutinas que lo que pensó que podría llegar a estar. En el colegio le iba bien y había ganado muchos amigos, lo habían elegido para el equipo de fútbol y como era el único nuevo del grado ese año, parecía haber llamado la atención de los demás chicos y pronto se encontró siendo alguien mucho más popular de lo que había sido en su anterior colegio, aunque también recordaba que los nuevos siempre eran llamativos por un tiempo, y que quizá pronto pasaría su buena racha.

El italiano aún no se le daba demasiado bien, aunque Alicia insistía que era parecido al español, a él le parecía complicado y sobre todo no le encontraba ninguna utilidad. Antonella era quien lo ayudaba, a ella se le daba fácilmente y parecía disfrutar de enseñarle, además era bonita y muy inteligente. Sin embargo, todo lo contrario le sucedía con el lenguaje de señas, había aprendido velozmente las palabras más importantes para comunicarse y el alfabeto lo había dominado en días. De esa forma se comunicaba cada vez más fluidamente con Panambí, y si no sabía decir algo usaba el alfabeto, y su amiga pronto le indicaba como hacerlo.

También había aprendido que podía elegir un símbolo para simplificar o indicar su nombre, Panambí por supuesto utilizaba la seña referente a la mariposa.

A Alicia le parecía increíble que su hijo pudiera comunicarse tan fluidamente con esa niña, y también las ganas y el empeño que le había puesto en aprenderse ese lenguaje. Además le había pedido que le diera algunos libros para prestar a su amiga que adoraba la lectura. Daniel y Panambí pasaban mucho tiempo juntos, él la esperaba en la parada del ómnibus desde donde ella llegaba en las tardes de la Escuela de Sordos con Arandu quien siempre la acompañaba y luego de eso iban a caminar, a las plazas o a la casa de Daniel.

Arandu le había preguntado a Panambí si entre ella y Daniel pasaba algo, ella se lo negó, le dijo que era sólo un buen amigo pero su hermano no le creyó. Conocía bien a Panambí y sabía que ella sentía algo por él, Daniel era el único capaz de lograr que Panambí dejara un libro y prefiriera estar con alguien pasando el rato. Además podía ver la forma en que lo miraba o como le sonreía.

—Tenés que tener cuidado, él no es para vos. Puede ser tu amigo y todo pero no seas tonta...

—¿Qué querés decir con eso? No me pasa nada con él pero si me pasara, ¿por qué no podría él verme como algo más? —Le preguntó aquel día Panambí en señas a su hermano.

—No es así la vida, los chicos de plata no le miran a las nenas como vos y si le miran es sólo para otras cosas.

Panambí no contestó más, se dedicó a caminar más rápido para poder llegar al quiosco y deshacerse de su hermano. Le molestaba que cualquier persona la disminuyera, sobre todo su propia familia. Ella no se creía menos que nadie, sabía que era sorda, pero eso no le hacía menos, sólo se comunicaba de otra forma. Aun así le dolía que su hermano creyera que por su discapacidad, un chico como Dani no se podía fijar en ella. Además él no era un chico de plata como dijo Arandu, tenía más que ellos, eso sí, pero no era millonario.

Tu música en mi silencio ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora