13. Cuidado

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La profesora Raquel había invitado a Panambí a almorzar a su casa un día cualquiera, aquello a la chica le pareció extraño. En realidad, ella entraba y salía de su casa cuando quería, pero nunca compartía momentos como el almuerzo o la cena con ella. Si bien era cierto que la profe Raquel la trataba con mucho cariño, siempre había mantenido cierta distancia en lo que respecta a intimar demasiado, y es que era una persona mayor y Panambí pensaba que eran de épocas muy distintas.

Aun así la quería muchísimo, la admiraba y la respetaba. Ella se lo debía todo a la profesora Raquel quien era la que le había abierto las puertas a un mundo que antes creía inalcanzable. Cuando llegó a su casa la saludó con cortesía, Raquel le hizo pasar y juntas caminaron hacia el comedor donde la mesa ya estaba puesta.

La casa de la profesora era humilde y acogedora, aparentemente era una mujer soltera o viuda y no tenía hijos, o al menos Panambí nunca había visto allí a nadie más que no sea la empleada que le hacía la limpieza o alguno de sus alumnos.

—Espero que te guste lo que cocinó Rosita —gesticuló sonriendo, y Panambí asintió.

Se sentaron y comieron tranquilas y en silencio, no hablaron de mucho pues mientras comían era complicado hacer señas. Cuando terminaron pasaron a la sala y Raquel le indicó que se sentara.

—Te invité a pasar un momento conmigo porque quería conversar contigo. —Panambí asintió curiosa por el rumbo que tomaría la conversación—. Sé que te gusta Daniel. —Fue tajante y los ojos de Panambí se abrieron en asombro tras aquella declaración, pero Raquel continuó sonriente—. Es un buen chico y es muy lindo, pero estoy preocupada por vos. Sé que creerás que soy un poco anticuada, pero no estoy segura de que alguien haya hablado contigo de temas importantes y no me gustaría ver tu vida y tu sacrificio tirados a un tacho de basura.

—No entiendo —gesticuló Panambí frunciendo el ceño.

—Quiero que te cuides, sé que los chicos de hoy en día aceleran todos los procesos y se creen grandes antes de tiempo. No estoy aquí para decirte que no hagas cosas que sé harás igual, no soy quien para hacerlo ni tampoco soy tan ilusa para creer que seguirías esa clase de consejos, solo quiero hablarte como mujer. Yo también fui joven y el corazón de una mujer reacciona igual ahora que hace treinta o cincuenta años atrás. —Panambí sonrió al ver que la profe gesticulaba de forma dulce y su rostro emitía real y sincero cariño.

—Yo... —Iba a decir algo pero con señas la profe la interrumpió pidiéndole que le dejara a ella explicarle primero. Panambí asintió.

—Las chicas a veces se dejan guiar por situaciones que no son reales, sino imaginarias. Muchas veces nos enamoramos del amor, no de la persona en sí sino de lo que esta representa para nosotras. Yo entiendo que tú y Daniel tienen una amistad hace mucho tiempo y que quizás ahora sientan cosas distintas y empiecen a experimentar el mundo de esos nuevos sentimientos, lo que quiero que entiendas es que las chicas y los chicos no pensamos igual. A veces las chicas creemos que ellos hacen o dicen algo porque sienten de una forma pero en realidad, ellos sólo están buscando otra cosa.

—¿Usted cree que Dani es de los chicos que sólo busca sexo? —preguntó directamente Panambí entendiendo por donde iba la profesora, ella sonrió.

—No digo que Dani sea así, lo que digo es que vos como mujer debés cuidarte, debés darte tu lugar, hacerte respetar. Me preocupa que te dejes llevar, sé que sos puro sentimiento, emoción y pasión, tengo miedo que las cosas se te vayan de control.

—Lo que me estás tratando de decir es que no tengo que tener sexo con él, ¿no es así?

—No es eso —rio la profe Raquel—. Lo que trato de decirte es que pienses bien lo que harás antes de hacerlo, que te asegures de que el chico es quien piensas que es y de que siente por ti algo más que sólo deseo. Eso aunque parece fácil no lo es, porque a veces vemos solo lo que queremos ver y no entendemos que los chicos piensan distinto.

»No me refiero a Dani específicamente, hoy puede ser él, mañana puede ser cualquiera. Estás sola, no hay ninguna mujer en tu vida, no tenés a tu madre a tu lado ni una tía o una hermana, me preocupa que no te hayan dado indicaciones de cómo cuidarte. Durante mucho tiempo he trabajado con chicas como vos Panambí, con chicas bonitas y talentosas que han destruido su vida atrás de un hombre que no las valora, alguien que las golpea o las maltrata en nombre del amor, alguien que las deja embarazada con cuatro o cinco hijos antes de los veinticinco años. Tener hijos es hermoso, pero todo tiene su tiempo y vos podés llegar muy lejos aún si sos inteligente y no te dejás llevar.

—Lo entiendo —dijo Panambí sonriendo—, gracias por preocuparse por mí.

Luego de aquella charla la Profesora Raquel le contó que tenía un hijo que vivía en los Estados Unidos y a quien casi nunca veía. Le dijo que hacía veinte años se había ido y que allá tenía un par de nietos, uno de ellos de la edad de Panambí, y que a pesar de estar lejos los recordaba y los amaba mucho. Le mostró sus fotos y le contó un poco de cada uno de ellos. También le invitó para que la acompañara los domingos a la Iglesia, podía tocar con ella algunas canciones. Panambí a pesar de ser muy creyente y devota de la Virgen de Caacupé, hacía mucho tiempo que no iba a misa ni hacia sus oraciones nocturnas que de niña tanto la habían ayudado. Asintió pensando que era una buena forma de volver a acercarse a su Dios y a sus creencias, las que había heredado de su madre.

Cuando salió de aquella casa, se encontró pensando que quizás la Profe tenía razón. Ella amaba a Dani pero él nunca le había pedido que fueran novios y mucho menos habían hablado de sentimientos. Era obvio que se querían, eran amigos desde siempre, la confianza entre ellos era intrínseca, inherente a su relación..., pero aun así ella no sabía qué eran en ese punto. Y a pesar de que compartían gratos momentos íntimos, se encontró preguntándose si acaso eso era todo para él o significaba tanto como para ella.

Por un momento se sintió confundida, ella se había entregado a Dani en cuerpo y alma, le daba completo acceso a su cuerpo y a sus placeres, pero lo hacía por amor, por todo lo que sentía por él. Se preguntó si acaso él sabía aquello o sólo pensaba que era una chica fácil, como Anita, que aunque era su amiga y la quería, se acostaba con el primero que se le apareciera en frente y le dijera algo bonito.

Panambí pensó que una buena idea para probar el amor de Dani era tomar un poco de distancia a nivel físico. Si él la buscaba sólo para eso y se enojaba con ella por negársele, quizá significara que él solo estaba buscando sexo con ella, pero si él se preocupaba y la trataba con cariño, si le decía cosas hermosas y desesperado por volver a tenerla le hacía saber que la amaba, entonces se aseguraría que allí había algo más.

Dani notó enseguida que su amiga se empezaba a alejar, ya no intentaba encontrar cualquier espacio para asaltarlo y besarlo, lo provocaba con ropas sexys pero luego le negaba el acceso a su cuerpo alegando cansancio o cualquier otra excusa que nunca antes había puesto. Daniel estaba confundido y no entendía por qué Panambí se estaba comportando así. Aun así no le dio importancia, sus amigos siempre decían que las chicas eran raras y cíclicas, que un día te amaban y al otro día te odiaban.

 Aun así no le dio importancia, sus amigos siempre decían que las chicas eran raras y cíclicas, que un día te amaban y al otro día te odiaban

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Tu música en mi silencio ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora