25. La novia

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—Tantos años y sigues igual de hermosa —gesticuló Daniel mirándola.

—Tantos años y vos estás mucho mejor —rio divertida Panambí. Él sonrió, empezaba a reconocerla de nuevo, su frescura, su luz, su alegría.

—¿Qué haces además de tocar el piano en un hotel? ¿Recibiste el piano que te dejé?

—Lo recibí y me ayudó mucho. El día que te fuiste falleció papá, por eso yo no estaba en casa cuando viniste, le dio un ataque al corazón y no se pudo hacer nada. Tuve que ver todo eso sola, el velorio, el entierro, y cuando llegué a casa... encontré tu carta y el piano... Lloré tanto, me sentía tan mal por perderte y por no haberte dado la oportunidad de explicarme.

—Yo no tuve nada con esa chica Panambí, me gustaba y no entendía lo que estaba pasando contigo... Estabas distante y me rechazabas, ella me buscó en una fiesta y estuvimos allí tonteando. Sólo fueron besos, no había pasado nada. No la volví a ver...

—Ya pasó demasiado tiempo y demasiadas cosas, no hace falta que me expliques... Desde donde lo veo ahora parece una tontería enorme.

—Lo sé, pero quiero hacerlo. Siempre se me quedó eso adentro. Ese día que supongo que nos viste fue el único día que la volví a ver, estaba enojado porque mamá me había dicho lo de ir a Brasil y cuando me lo dijo, lo único en lo que pude pensar fue en vos. No quería dejarte, quería contarte todo pero no me dejabas hablar. Ella vino y me buscó, era un chiquilín hormonal, no le pude decir que no, me dejé llevar. Pero no pasó nada...

—Subieron a tu departamento... —dijo Panambi recordándolo.

—Pero no pasó nada, la rechacé cuando me di cuenta que solo te quería a vos. Mamá la descubrió, fue todo un tema —añadió él negando con la cabeza al recordar aquel episodio.

—Ya no importa Daniel, ha pasado tanto tiempo... yo ya no soy la de antes.

—¿Por qué? ¿En qué cambiaste?

—La vida se me puso difícil, me quedé sola, pero literalmente. Perdí el negocio, dejé la escuela, me sucedieron cosas horribles una tras otra. Lo único que me salvó fue tu piano, tocaba en la calle y juntaba dinero para comer... hasta que me lo robaron. Pensé que con él se iba todo lo que me quedaba de vos, fui un tiempo a vivir a lo de la Profe Raquel y luego me mudé con Anita que se había independizado. Desde entonces vivimos juntas y criamos a Jazmín, su pequeña.

—Es una niña hermosa e inteligente, le debo el que te haya salvado la vida —sonrió Daniel.

—Lo hizo, también en cierta forma ha salvado la vida de Anita —observó Panambi al recordar el pasado de su amiga.

—Y... ¿Estás sola entonces? —preguntó Daniel.

—Sí... ¿vos? —Ella lo supo por su mirada y su silencio—. Estás con alguien..., ¿Casado?, ¿hijos? —preguntó sintiendo que aquella repuesta podía acabar con su corazón. A pesar de saber que la distancia los había separado para siempre le gustaba soñarlo, imaginarlo con ella en alguna realidad paralela.

Tu música en mi silencio ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora