19. Pesadilla

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Atención: este capítulo es fuerte.

Atención: este capítulo es fuerte

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Un año y un poco más había pasado de todo aquello, Panambí acababa de cumplir dieciocho y cursaba los últimos días del último año del colegio. Al menos cumpliría uno de los sueños de su papá, que estudiara y se recibiera de bachiller, algo que él no había conseguido. La profe Raquel le ayudó muchísimo y le insistió miles de veces que viviera con ella pero Panambí era orgullosa y no quería molestarla.

Había juntado una considerable suma en todos esos meses y guardó ese dinero en una cooperativa. Pensaba estudiar algo en la universidad y necesitaba ahorrar para ello. Anita se había mudado a vivir sola, se había conseguido una pieza que alquilaba en una especie de conventillo pero para ella era todo un lujo dejar de compartir un espacio tan reducido con tanta cantidad de personas. Al fin tenía su independencia y su intimidad.

Daniel seguía estudiando, era bueno en lo que hacía y su vocación se había convertido en su pasión. Ocasionalmente salía con alguna que otra compañera pero no se distraía demasiado con las chicas. La medicina era una carrera absorbente y él sabía que si dejaba de estudiar se atrasaría, cosa que no quería, pues anhelaba terminar cuanto antes para volver a Paraguay. A esas alturas ya no sabía si volvería a ver a Panambí. Una vez le dijo a Luana que buscara la revistería y le diera un recado a la dueña pero Luana le aseguró que en aquel sitio no había ningún quiosco. Panambí había vendido su teléfono después de aquel asalto al quiosco y no se había comprado uno nuevo así que habían perdido contacto, Daniel le escribió por mensaje de texto por mucho tiempo pero los mensajes nunca eran recibidos y un día dejó de hacerlo.

Él aún la guardaba en un lugar muy especial, pero la distancia y el tiempo son amigas del olvido y ya las cosas no dolían como antes. Panambí tampoco lo olvidaba, lo recordaba con frecuencia pero los recuerdos ya no dolían, lo perdonó por lastimarla y se perdonó a sí misma por lastimarlo a él, e intrínsecamente daba gracias a Dios y a la vida por haberle al menos permitido vivir una historia tan hermosa que podría recordar por siempre.

Se puso de novia con un chico llamado Pedro, él era sordo también y habían sido compañeros en la escuela. Él no llenaba de músicas su mundo, no la miraba de la forma en que Dani lo hacía ni le hacía temblar cuando le hacía el amor, pero era mejor a estar sola y Panambí creía que a esa clase de amor sí podía aspirar. Él la respetaba, la quería y se preocupaba por ella, y ella en cierta forma también lo quería.

Cuando al fin llegaron las vacaciones y ella terminó su último año se sintió satisfecha consigo misma. Anita, Pedro y Raquel le hicieron una pequeña fiesta en la casa de esta última para celebrar su triunfo. Cuando eran cerca de las diez de la noche, se despidieron y se fueron a su casa. Pedro acompañó a Panambí pero no pudo quedarse a dormir, él trabajaba en un supermercado de esos que abrían las veinticuatro horas y tenía turnos y horarios rotativos, esa noche le tocaba trabajar.

Tu música en mi silencio ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora