35. Buenos Aires

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—No puedo creer que volé, no puedo creer que hace dos horas estábamos en Paraguay y ahora estamos en Argentina. —Panambí gesticulaba alegre y emocionada en el Aeropuerto Internacional de Ezeiza, a dónde acababan de aterrizar.

—Vas a ver qué hermosa es Buenos Aires. —La abrazó Daniel.

Unas personas de la organización del concurso los esperaban afuera con un cartel con sus nombres para guiarlos hasta el hotel. Sonrieron entusiasmados mientras miraban los altos edificios y disfrutaban del paisaje de las calles de la ciudad bonaerense en plena mañana laboral. Todo se veía bastante distinto a lo que Panambí acostumbraba, estaba emocionada como una niña pequeña y Daniel disfrutaba de cada una de las expresiones en su rostro.

Llegaron al hotel y fueron directo a la habitación. Estaban en pleno centro y en el piso seis. Panambí ingresó corriendo y mientras Daniel dejaba las maletas en la puerta, ella disfrutaba de investigar cada rincón de la habitación. Luego se tiró en la cama feliz para después levantarse y abrir las cortinas y así contemplar las vistas.

—¡Es enorme esta ciudad! —gesticuló.

—Sí, es grande. Y eso que no conocés San Pablo, es peor —dijo Daniel mirando también por la ventana.

—Me gusta.

—A mí me gustas vos. Me encanta verte feliz.

Daniel la abrazó por la cintura dejándola de espaldas a él y ella cerró los ojos ante su contacto. Él le besó en el cuello con lentitud y ella ladeó la cabeza para facilitarle el acceso. Las manos de Daniel viajaron hasta sus pechos y los acunó con dulzura. Panambí sonrió al sentir la excitación de él en su espalda.

—¿Pensás que nos van a ver desde allá? —dijo ella señalando un par de edificios enfrente.

—Puede ser, cerrá la cortina y vení a la cama —le pidió él con señas y ella sonrió.

Dos días después de haber llegado a la ciudad y luego de pasear por sus calles y conocer un poco, Panambí se encontraba lista para tocar. Le habían dado un número que representaba el orden en el cual serían llamados. Tenía indicaciones de pasar, presentarse y luego disponerse a ejecutar dos piezas elegidas por ella misma. Esa noche presentaría una clásica y una obra paraguaya, las había elegido recordando los consejos de la profesora Raquel.

Daniel estaba a su lado alentándola y repitiéndole que todo saldría bien, ella se encontraba nerviosa ya que era su primera vez en un concurso. Cuando le llegó el turno pasó junto con Daniel, los jurados la observaron tomar asiento frente al piano sin decir palabra alguna. Uno de ellos frunció el ceño en señal de confusión, Daniel se acercó al lugar donde estaba el micrófono preparado para la presentación de los concursantes. Esto se hacía en un teatro, el piano estaba en el medio del escenario, y en el público, sólo los tres jurados, dos hombres y una mujer.

Tu música en mi silencio ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora