36. Familia

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—¿Vos querés ser mi hermano? —le preguntó Jazmín a Marcos ese sábado por la tarde mientras jugaban.

—Sí, estaría bueno... pero si mi tía Panambí también es tu tía quiere decir que somos primos, ¿no?

—Sí, pero para mí que mi mamá quiere ser tu mamá también y tu papá quiere ser mi papá.

—¿Por qué decís?

—Porque les vi el otro día, venían del súper de la mano y antes de entrar en casa se dieron un beso en la boca, como en las películas.

—¿En serio? Eso sería muy bueno, porque tu mamá me cae muy bien.

—Sí, ella es muy buena.

—¿De qué hablan? —preguntó Arandu al entrar a la sala.

—De que vos y su...

—De nada, vamos a ir a dormir ya. —Le interrumpió Jazmín

—¿Ya?... pero yo todavía...

—Vamos, te voy a mostrar unos cuentos que me trajo la tía de Buenos Aires.

—Bueno, vamos. —El niño la siguió.

—¿Los chicos? —preguntó Anita cuando entró a la sala.

—Se fueron a dormir supuestamente, pero muy raros están.

—¿Por qué decís?

—Estaban cuchicheando aquí cuando entré. Les pregunté de qué hablaban y Marcos iba a decir algo pero Jazmín lo interrumpió, me pareció que no querían que supiera de qué hablaban.

—Ella es muy ocurrente, seguro era cualquier cosa. ¿Panambí te escribió?

—Sí, me dijo que se queda a dormir con Daniel en su departamento. Eso significa que yo me quedo acá con vos —dijo Arandu abrazando a Ana por la cintura y besándola en la frente.

—Bueno, creo que esos dos dentro de poco ya van a vivir juntos.

—También lo creo, y quizás nosotros deberíamos imitarlos.

—No te apures, acordate que están los chicos... tenemos que pensar en ellos.

—Ellos se llevan demasiado bien.

Se quedaron allí viendo un rato de tele y conversando hasta bien entrada la noche. Entonces fueron a ver a los niños quienes dormían tranquilos en la habitación de Jazmín donde ya habían colocado una cama de hierro portátil que armaban cada vez que venía Marcos a quedarse.

—¿Vamos a dormir? —le preguntó Arandu a Ana besándola en la frente. Había pasado un tiempo desde que estaban juntos y realmente las cosas entre ellos parecían avanzar.

—Vamos... —gesticuló Anita y apagó la luz. Fueron entonces hasta la habitación de Ana. Hasta ese momento nunca había pasado nada entre ellos, Arandu quería darle todo el tiempo que ella necesitara para sentirse querida e importante, ella le había contado su trágica historia y como desde tan pequeña el sexo había sido desdibujado en su vida. Él quería que ella superara aquello, que pudiera olvidarlo y simplemente sentirse una mujer plena a su lado, en todas sus facetas.

Tu música en mi silencio ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora