27. Te amo

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Dos semanas después Roció decidió quedarse un poco más, necesitaba averiguar lo que sucedía con su novio quien tenía extrañas desapariciones que no tenían que ver con pacientes ni con el hospital. Desapariciones de las que a veces llegaba alegre y otras enfadado, a veces excitado y otras profundamente triste. Ella sospechaba que tenían que ver con esa chica, la del piano, pues él nunca le había hablado de ella a pesar de que había intentado sacarle información. Y cuando lo hacía se ponía nervioso y alterado, cosa que no era común en él.

Daniel ya no aguantaba la distancia que existía entre él y Panambí, no soportaba tenerla lejos y no poder abrazarla, no soportaba no ser parte de su mundo, no estar allí para ella. El periodista le hizo la entrevista prometida y su nota salió ese domingo en el diario. Le habían tomado unas fotos hermosas y él se encontraba viéndolas, acariciando su rostro a través de esas páginas.

—¿Me vas a decir quién es la chica esa? —lo increpó Rocío al verlo.

—Ya te dije que es una amiga, sos pesada, che —la regañó.

—Te comportás muy raro, llevás horas viendo su foto y sonriendo. No soy idiota Daniel. ¿Tenés algo con ella?

—No, no tengo nada con ella, Rocío. ¿Por qué te pones así?

—Mirá, si tenés otra decime bien y yo me abro, no tengo ganas de entrar en estos jueguitos.

Él había cumplido su promesa y había traducido para Panambí las preguntas del encuestador y viceversa. La entrevista estuvo genial y estaba feliz de que alguien hubiera reconocido su talento. Donde quiera que estuviera la profe Raquel estaría orgullosa de su niña.

Era domingo de tarde, Daniel sin responder y aun con el diario en su mano, salió corriendo de su casa, sin importarle lo que Rocío pensara o dejara de pensar. Ella le gritó cuando se iba pero él no se detuvo. Fue a casa de Ana pero no la encontró, Ana le comentó que Panambí estaba en el hotel, a ella a veces le gustaba ir a practicar y los domingos eran buenos días para hacerlo.

Daniel salió corriendo con su revista en mano camino al hotel, ingresó y solicitó una habitación. Se registró y le dieron la llave, luego ingresó al lobby buscando aquel sitio desde donde podía oír, provenían las notas. Panambí tocaba en una habitación de música, no era donde solía hacerlo frente al público, sino en un cuarto pequeño. Daniel la observó desde el umbral de la puerta, se hallaba con los ojos cerrados como siempre, sintiendo las vibraciones subir por su cuerpo.

Se acercó a ella cerrando la puerta tras de sí. Colocó sus manos en sus hombros y fue bajándolas con suavidad hasta llegar a sus manos, Panambí supo que era él apenas sintió su roce. No sabía si soñaba o era real, él dejó sus manos sobre las de ella sin poner ningún peso, solo dejándose guiar por el movimiento de las mismas. Panambí se dejó envolver por el aroma de su piel y por el movimiento de su pecho que pegado a su espalda subía y bajaba acelerado.

Tu música en mi silencio ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora