38. Un piano y un anillo

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Arandu la vio sentada en aquel vagón del viejo tren. Sabía que si no estaba en la plaza la encontraría allí. No era un lugar que visitara a menudo, pero un par de veces cuando eran chicos él la encontró pensando allí. Según Panambí era como transportarse en el tiempo. Caminó hasta ella y se sentó a su lado sin decirle nada por un largo rato.

—Sabés que estás exagerando, ¿verdad? No pasó nada, no vimos nada más que una chica tomándolo de la mano.

—Lo sé, pero no puedo evitar sentir todo lo que sentí al verlo con la misma chica tantos años atrás. Fue a causa de esa situación que jamás me pude despedir de él y que tantas cosas salieron mal. Es difícil confiar en alguien y que venga el destino y te juegue una broma así de nuevo.

—Daniel te ama, está desesperado. Te estuvimos buscando, quiere que vayas a su casa esta noche, me pidió que te lo dijera si te veía.

—No sé...

—Vas a cometer los mismos errores si no lo dejás explicarte. ¿No te das cuenta? Él solo te ama a vos, hace todo por vos.

—A veces las cosas son obvias pero dentro nuestro hay algo que nos dice otra cosa. Me cuesta mucho no volver en el tiempo cuando pasa algo así, siento mi corazón romperse de nuevo, pienso que quizás él no es lo que yo creo que es, y que me fallará a la primera oportunidad. Es difícil de explicar Arandu, solo... quizás yo no soy suficiente.

—No puedo creer que estés hablando así. Vos que nos perdonaste a todos, vos que nos enseñaste a Ana y a mí a creer en el amor, en la vida, en la familia. Vos que sos el pilar de nuestras vidas... ¿Creés que no sos suficiente para Daniel o cualquier chico? Sos perfecta, sos inteligente, talentosa, tenés un corazón enorme, sos sabia y madura...

—Salvo cuando siento que puedo perder. Y ante esta chica o cualquiera, siempre me siento así.

—Eso es porque no aceptás que Dani no es más el nene que hace unos años atrás no se animó a decidirse por vos. Él es un hombre que dejó todo en otro país para vivir acá, dejó a su novia para estar contigo y te pone siempre primero en su vida. No seas tonta, están sufriendo los dos sin ningún motivo, Panambí. Ya sufriste demasiado, ahora tenés que ser feliz. No le busques la quinta pata al gato, él te ama y vos a él. Dense una oportunidad como nos alentaste a Ana y a mí a que nos la diéramos y mirá lo bien que estamos. Si hubiera sido por mí no me hubiera animado, ni ella tampoco... y nosotros sí que tenemos cosas feas en el pasado, vos y Dani se amaron siempre a pesar de todo.

—Estoy embarazada —dijo ella acariciando su vientre.

—¿En serio? ¡Con más razón! ¿Él ya lo sabe?

—No, iba a decírselo esta noche.

—Bueno, andá a decírselo porque le vas a hacer el hombre más feliz del mundo, Panambí. Dale, ánimo, no te quiero ver así. No te merecés esto, tenés que ser feliz.

Tu música en mi silencio ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora