14. Lejos

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Luego de un par de semanas de percibir cada día mayor hostilidad en Panambí, Daniel decidió evitarla un par de días y salir con sus compañeros. Estaban terminando el Colegio y había muchas fiestas a las cuales ir, lugares que recorrer incluso chicas que conocer. Miguel le había dicho que ya era hora de que disfrutara de la vida y que se divirtiera un poco. Por supuesto ninguno de sus amigos sabía lo que él y Panambí tenían, pero tampoco les importaba, ellos saltaban de chica en chica sin ningún problema y decían que esa era la edad para hacer todas esas cosas.

Panambí se sentía cada día más frustrada, en vez de conseguir que Daniel corriera a sus brazos y le prometiera amor eterno, este pareció no darle importancia a su lejanía, y aunque al principio le preguntó si sucedía algo, luego dejó de hacerlo y se dedicó a salir con sus amigos.

Era viernes y por primera vez en años, él había dejado de lado sus viernes de películas por una salida con los chicos. Esa rabia por su actitud le hacía más fácil el mantenerse alejada y aunque no le decía nada, ella estaba enfadada.

Aquella noche los chicos se reunieron en la casa de Andrés, un compañero que tenía piscina en la casa. El calor era buenísimo aliado de las fiestas con piscina. Los padres de Andrés no estaban, así que la cerveza que habían logrado meter de contrabando —haciéndole comprar a uno de los hermanos mayores de uno de los chicos— circulaba a diestra y siniestra por la casa. Daniel nunca había tomado, pero esa noche no podía decir que no, todos estaban tomando y él no quería ser marcado como el aburrido del grupo. El alcohol se le subió rápido a la cabeza y cuando se dio cuenta, estaba en traje de baño en la piscina abrazando y besando a Carli, aquella chica a quien años atrás tanto había deseado. Él no podía creer que al fin se le había dado.

Las cosas subieron de temperatura y tuvieron que ir a una habitación, como todas estaban ocupadas se contentaron con entrar en un pequeño estudio donde ella se sentó en el escritorio y él se paró en frente. Las cosas allí se pusieron candentes, las pequeñas y mojadas prendas volaron y las caricias desesperadas acapararon toda la noche. No pasó de allí porque él no tenía protección y aunque estaba un poco tomado no había perdido la consciencia. Hacía días que necesitaba descargar su lívido y esta fue una buena manera de hacerlo. Carla era una chica que le había gustado siempre, y aunque hacía mucho le había dejado de interesar para salir, aun así la consideraba hermosa.

Por la mañana siguiente el dolor de cabeza le pareció tan intenso que temía que su cerebro se partiera en pequeños trozos y cobrara vida moviéndose como gusano en el interior de su cráneo. Su madre luego de darle algunas pastillas para la resaca y cuando en la tarde se sintió mejor, lo regañó con cariño.

—Sé que sos joven y que éstas son las cosas que hacen los jóvenes, sé que no puedo quejarme porque sos un buen hijo y nunca me traes problemas Dani, pero no está bien que te dejes llevar así por la junta. Tus amigos te trajeron hecho un desastre anoche, yo sé también que los varones cuando están todos juntos hacen tonterías pero espero de verdad que esto no se vuelva a repetir. Todo con moderación hijo, siempre te enseñé eso. —Daniel asintió sin tener nada que decir al respecto y luego se fue a dormir, de nuevo.

Tu música en mi silencio ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora