Prólogo

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Agosto, 1996. Transilvania.

—Eres mi hijo, no puedes hacerme esto. — rugió el Rey de Edom, Asmodeus, quien se veía amenazado por su primogénito Baruck.

— Claro que puedo. — repuso su hijo con una sonrisa arrogante y maliciosa, cargada de soberbia y sed de venganza.— Tú siempre la preferiste a ella, siempre fue ella primero que yo. — apretó su mandíbula y levantó la espada celestial que le había robado a un ángel años atrás sólo con la esperanza de que este suceso que vivía ahora ocurriera. — Sin contar de que fuiste egoísta cuando quise volver por lo que me pertenecía.

Baruck, estaba segado por la codicia, y la envidia que le tenía a su hermana Verno. Su gentil y hermosa hermana pequeña a quien le otorgaban más bienes que a él, quien era el primogénito y se suponía que a el primogénito de todo rey o príncipe de las dimensiones demoníacas, se le otorgaban mejores bienes que a los hijos segundos, y en éste caso una mujer. Pero no era lo único que cegaba a Baruck de rabia, su tío Jonathan le había prometido que su hermosa hija, Emma, sería suya a la edad actual, pero su padre le había negado la travesía para encontrarla.

— No lo hagas, Baruck. — rugió su padre con su semblante serio y sin poder creer que su propio hijo estuviera haciendo esto sólo por venganza, pero no se podía esperar más de su hijo que por obviedad era un demonio.

—Oh, padre. — se burló con arrogancia de la suplica que su padre había soltado. — De verdad que no me conoces bien. — ladeó un poco su cabeza y la espada robada ardía en su mano pero le restó toda importancia. — ¿Creías que merecía menos que mi hermana? No. — dio un golpe estruendoso a la pared contigua. — Yo debería tener más tierras que ella, pero tú siempre la elegiste mil veces más que yo. Emma será mía a cualquier costo.— la vena en su blanca frente resaltaba con el icor corriendo dentro de su piel. Sus rasgos finos se volvieron duros.

— Nunca debes juzgar a un rey por sus decisiones. — Asmodeus recobró su postura y habló firmemente. — En cambio tú siempre dudaste de las decisiones que tomaba, pero ella nunca se oponía a lo que decía, es por eso que a ella le pertenecen más tierras. — Asmodeus retó con la mirada a su hijo.

Asmodeus siempre había querido a sus dos hijos por igual, pero siempre le tenía más aprecio a su hija que a su hijo. Habían dos razones, la primera es que sus rasgos eran finos y se parecía a Lilith, su madre. Y la segunda era que Verno jamás cuestionó las decisiones de su amado padre y siempre le guardaba respeto. En cambio su hijo Baruck siempre lo contradecía y refunfuñaba por todo, Asmodeus no creía que esa fuera la actitud de un rey. Las consecuencias de ello era haberle dicho a Jonathan que regresara a Emma al cielo.

A Baruck le hirvió la sangre por el reto que había impuesto su padre, él sabía que amaba más a su hermana que a él, pero nunca se atrevió a cuestionar la razón. Y ahora que la sabía, no tenía duda en asesinar a su padre con la poderosa espada que llevaba, para así poder heredar todas las tierras que a Asmodeus pertenecían.

— No lo hagas, hijo.— el lamento de Asmodeus sonó más una orden que un ruego para los oídos de Baruck, y esto alimentó la codicia en el alma de él.

— Díselo a tu amada hija. — terminó Baruck de decir y su ira y los sentimientos que llevaba le dieron valor para blandir la espada y quitar la funda que la cubría.

Todo pasó como en cámara lenta, Baruck envainó la espada y al verla, los ojos de Asmodeus se agrandaron cual platos. Sólo le bastó a Baruck dar unos pasos para después flexionarse y dar un giro con la espada al frente con un ruido sordo.

La espada atravesó el cuello del rey Asmodeus y marcó fin a sus 1200 años de vida como rey de Edom.

Baruck guardó la espada y se marchó dejando atrás el cuerpo ya sin vida de su padre, el cual lanzaba icor por el cuello, mientras su cabeza yacía en el duro concreto.

La sola escena hizo a Baruck sonreír mientras caminaba sin tener una mínima culpa de haber asesinado a su padre.

Si Baruck creía que al asesinar a Asmodeus iba a poseer el trono directo a Edom, estaba equivocado, pues Asmodeus previniendo la soberbia de su hijo, había firmado unos papeles indestructibles que heredaban su trono a su queridísima hija menor. Y sin contar que Emma se convertiría en su más grande enemigo.

Verno, heredaría el trono de Edom, y de eso no había duda alguna. Y Baruck no conseguiría nunca crear a su ser perfecto.

Verno, el surgimiento de un demonio (Saga Genus #2) Where stories live. Discover now