Capítulo 26

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Cerré la puerta de mi habitación y me recargué en ella, tragando saliva y asimilando todo lo que Phoebus me había dicho.

Ella lo sabía. Ella sabía que había matado a su hermano... Y aún así me perdonó...

Y a pesar de que ella hubiera demostrado su lado roto, se había visto tan madura y a la vez tan fuerte.

Era impresionante la forma en la que una mortal actuaba, tan inteligente, tenía un corazón puro, digna de ser una reina...

— ¿Phoebus está ahí dentro? — preguntó Maye saliendo de una habitación contigua.

Asentí con la cabeza y seguí viendo al vacío.

— Ella lo sabe. — le dije a Maye.

— Lo sé, lo escuché. — contestó apoyándose en el marco de la puerta.

La observé con las cejas fruncidas.

— ¿Escuchaste? — dije observándola.

— Phoebus piensa que tú mataste a su hermano también... Cuando fuí yo quien lo hizo... — dijo observando los baldosas del pasillo. — No sé cómo tomarlo.

Puse mi mano en su hombro.

— Ella no tiene por qué enterarse. — le dije. — Es su pasado, tiene que dejarlo ir.

— ¿Pero no te duele? — dijo observando el vacío. — ¿No te dolió haber matado a sus padres?

Lo pensé a fondo y mi alma soltó un suspiro.

— No.

(...)

Emma

Desperté en unas baldosas frías, con correas lastimando mis muñecas y ansiosa por saber qué hacía en tal lugar tan pulcro.

Se asemejaba mucho al laboratorio de Baruck, pero él ya no existía.

— ¿Has despertado ya? — dijo Verno con la voz nula, sin sentimiento, pero fría a la vez.

No tenía ganas de hablar, y dudaba mucho que siquiera pudiera hacerlo.

Se escuchó un impacto de unas zapatillas en la baldosa debajo de mí.

— Te he salvado. — anunció Verno con los brazos cruzados y observándome desde arriba.

Entrecerré mis ojos hacia ella y traté de hablar.

— Te he puesto un hechizo para que no hables por ahora. — dijo ella mientras veía mi cuerpo.

Traté de mover las correas y nada resultó.

— Escucha, Emma. — suspiró pasando las manos por su rojizo pelo. — Tal vez te preguntes por qué he traído a una niña mortal a Edom. — mostró sus manos tratando de explicarme. — Es una historia muy larga de contar... Y que por cierto no te incumbe... Ni siquiera sé por qué estoy haciendo esto. — lo último lo dijo dirigiéndose a alguien en concreto porque su cabeza se desvió.

— Lo que Verno quiere decir. — habló una voz similar a la de Verno pero un poco más aguda. — es que te pide perdón por haber faltado a su palabra.

— Gracias, Maye. — dijo Verno dándole la razón.

No entendía cuál era el fin de todo el cambio en el comportamiento de Verno.

— Pero eso no significa que te vaya a dejar volar junto con todos esos gusanos que están abajo. — dijo Verno refiriéndose al calabozo. — Serán mis rehenes por un tiempo más.

La observé con las cejas fruncidas.

— Ve al grano. — dijo quién parecía llamarse Maye.

— Bien. — Verno revoló los ojos y me observó desde arriba. — Gracias por haber sanado a Phoebus. Y perdón por haber acuchillado a cada uno de tus pájaros... Pero si no lo hacía no podía sanar a Phoebus... La cosa es. — dijo dejando de dar tantos rodeos. — Que Phoebus me envió a pedirte una disculpa y a ayudarte a sanar a tu hermano... Pero como ví él estaba perfectamente bien.

— Así que decidimos sanarte a ti. — continuó Maye.

— Pero todo tiene su costo. — le siguió Verno intercambiando los diálogos ya que sentía algo que oprimía mis cuerdas vocales.

— Exactamente. — dijo Maye.

— A cambio de sanarte y dejar vivo a tu hermano. — dijo Verno dando vueltas con Maye alrededor de mí.

— Te quedarás en Edom para mantener con salud a todo el linaje. — terminó Maye.

Ni en un millón de años.

Hablé en la mente de Verno.

Ella me observó sin expresión.

— Entonces muere. — Verno dijo con una sonrisa radiante y su larga coleta se movió al darse vuelta para seguir su camino.

Revolé mis ojos y respiré hondamente.

Pugnare mihi.

Las correas que sostenían mis manos se hicieron cenizas con el fulgor amarillo que emanó de mi cuerpo. La presión que sentía en mi garganta dejó de sentirse y rápidamente me liberé del cautiverio.

Maye y Verno seguían caminando felizmente sin percatarse de mi repentino escape.

— Entonces... — bajé las baldosas de un salto y caminé tranquilamente hacia las dos súcubos que se habían tensado al escuchar mi voz. — ¿Muero? — me senté en una de las bardas que rodeaban el lugar. — Creo que eso va a ser muy difícil de cumplir. — ladeé mi cabeza observando a las súcubos quemarme con sus ojos que a la vez reflejaban miedo.

— ¿Ah sí? — Maye ladeó su cabeza y me miró fijamente. — Tal vez yo pueda ayudarte con eso.

Sonreí abiertamente y solté una corta risa.

— Quisiera verte intentarlo. — la reté de vuelta al ver su mente maquinando.

Es una súcubo con poder mental, tienes que cambiar de estrategia a la velocidad de la luz.

Sonreí tocando mi labio con la lengua.

— No hay problema. — cerré mis labios y sonreí a su posición de ataque.

Parpadeé inocentemente esperando su ataque.

Sacó su espada y al no tener yo ninguna, cuando se disparó hacia mí arrebaté su espada en un sólo movimiento de mano.

— Yo creo que es un poco injusto que tengas una espada y yo no. — la observé sin expresión y después sonreí apretando el filo de la espada y partiéndola en dos.

Maye me observó con el ceño fruncido al ver que su visión de lo que iba a hacer no había sido acertada. Mi expresión se volvió tranquila.

Arrojé el mango de la espada en dirección a Verno y se encajó en su estómago haciéndola aullar.

Sacudí la cabeza con una sonrisa en dirección a Maye.

— No, no, no. — me quité la túnica que habían colocado encima de mis vestiduras. — Esta pelea será a puño limpio... Sino ¿qué congruencia tendría esto?

Tiré la túnica al suelo y troné mis nudillos.

— No sabes con quién te metes. — anunció Maye con la barbilla en alto.

— Con una niña malcriada que intenta parecer realmente interesante y cree que ganará ésta batalla sola. — la observé con desdén. — Puede ser.

Maye me observó con los ojos cargados de icor.

— Vas... — su cuerpo emanó un fulgor morado. — a morir.

Sonreí de lleno y ví cómo su cuerpo se abalanzaba hacia mí.

Hazme el honor.

Todo tuyo.

Verno, el surgimiento de un demonio (Saga Genus #2) Where stories live. Discover now