Capítulo 39

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Emma

No... De ninguna manera.

Mis ojos suplicaban abrirse de par en par, la pesadilla que mi mente había creado para atormentarme estaba matándome.

Logré escapar de tal sueño y sentí mi cuerpo empapado en sudor, observé la otra parte de la cama y me relajé al observar el cuerpo de Jared, sereno.

Me senté en la cama y pasé mi mano por mi cara tratando de despabilar.

Me paré de ella y caminé por la habitación sin hacer mucho ruido. Hacía mucho que había perdido la noción del tiempo.

Salí de la comoda sintiendo el frío del suelo en mis pies descalzos.

Caminé un rato por los pasillos sintiendo un cómodo clima fresco.

Bajé las escaleras y me dirigí al patio de la bodega.

Al salir la fuente reflejaba la hermosa noche que se posaba en Edom.

Me acerqué al agua y observé mi reflejo.

Después volví mi vista hacia delante. Una criatura parecida a un felino me observaba con la cabeza ladeada.

Le resté importancia y observé de nuevo mi reflejo, mi boca se entreabrió al notar la distorsión que en el agua se formó.

Observé al felino que se postraba delante de mí y su vista estaba clavada en el agua de la fuente mientras movía la cola juguetonamente.

Volví mi mirada hacia el agua y observé con anhelo la escena que se posaba ante mis ojos.

De mi mano se sujetaba Jared con una sonrisa radiante cual sol... Pero eso no era lo que me impresionó de la imagen.

Una pequeña mano, un tanto pálida y de la cuál irradiaba un fulgor azul se aferraba a mi otra mano.

Era una niña con piel demasiado pálida y cristalina, sus ojos se cerraban en señal de felicidad, su altura no pasaba la nuestra y sobre todo tenía un pelo castaño como el de Jared.

Sus rasgos eran demasiado parecidos a los míos y tenía esa chispa tan característica de Jared, una felicidad que llenaba la vida de los demás.

Pero sobre todo, poder, fortaleza, y un amor inigualable.

Su otra mano sujetaba la de otra persona que aún no se enfocaba del todo.

Una brisa suave llegó removiendo el agua más no la imagen.

Mis ojos trataron de enfocar aún más la imagen...

Su pelo, su tez, sus ojos...

Sin duda alguna era...

(...)

Verno

Llevaba medio día observando el lago.

Las lágrimas corrían una tras otra sin parar y por mucho que quisiera movilizar mi cuerpo para por fin obtener mi alma de nuevo, me era imposible mover siquiera un dedo.

Quería volver a ver a mi padre, y no de la misma manera que hace doce horas, tan sólo quería volver al tiempo donde estaba vivo, donde decía qué era lo correcto y donde sentía su afecto.

Cuando me sentía viva y no había rencor dentro de mí.

Decidí ponerme de pie y secarme las lágrimas con pesadez.

Tomé una piedra de las que estaban esparcidas por alrededor y con su filo formé un pequeño pentagrama para abrir un portal hacia Edom.

Cada que una lágrima caía en el pentagrama finalizado se evaporizaba en el aire dejando un rojo vivo a su paso.

Deja de llorar, maldita súcubo débil.

Mis ojos se agrandaron al escuchar su voz dentro de mi mente.

No me digas... Dime, el poder y tus estafas te han hecho lo que eres ahora ¿no?

De ninguna manera, no soy como tú. — gruñí al viento.

Rió en mi mente.

Dime, Verno, ¿qué se siente darle la espalda a tu pueblo para cumplir una venganza en la que terminas perdiendo?

— Ya basta. — grité y tapé mis oídos como si con eso pudiera parar las voces que escuchaba.

Ah, así que ahora eres más débil que antes. Sabía que no podrías gobernar un reino con tanta cordura.

— Prefiero arriesgar la vida de mi pueblo que matar a mi padre por un amor no correspondido. — dije con sarcasmo.

No me hagas reír, Verno.
Si hablamos aquí de quién sacrificó algo y de amores no correspondidos eres justo la indicada para poner de ejemplo.

Dime, ¿por qué hacer un pacto con un alma en pena sólo para abrir un portal? ¿Por un humano que jamás te querrá si no fuera por tu poder de seducción?

— Estamos en las mismas, hermano mío. — observé al frente como si estuviera presente.

La diferencia aquí es que Emma se arrepintió de elegir el camino equivocado, en cambio Jared te mataría sin dudarlo y sin arrepentimiento alguno.

— No te pregunté. — aunque me había dolido en el alma, me negaba a aceptarlo.

Es sólo un pequeño consejo, querida.

Que lo tomes o lo dejes ya no es un asunto mío, y de nadie.

Mucha suerte con eliminar a quien podría ser una de las criaturas más poderosas del mundo... Créeme que la necesitarás.

— Créeme, no la necesito. — suspiré hondo y fijé mi vista en el lago.

Su poder es natural, ella nunca piensa sin adelantarse a las consecuencias, en cambio tú... Tendrías que aprender muchas cosas antes de morir...

Como por ejemplo que no es una buena idea trazar un pentagrama/portal en tu brazo, mucho menos si está saliendo sangre de ella.

— Es mi asunto. — contesté.

Seguro que sí... Buena suerte, hermana mía.

Mis dientes se apretaron con coraje.

Por mis ojos pasaron miles de recuerdos malos con Baruck, entre ellos cuando miraba a mi padre con odio inundando sus ojos.

Frente a mí apareció la primer escena donde empezó todo lo que nos llevaba aquí.

Mi reflejo en el espejo, las venas de icor marcando toda mi piel pálida. Vestiduras de luto, y lágrimas rodando por mis mejillas...

Pero sobre todo, al entrar en la habitación de mi madre...

Esa promesa...

La que me había llevado a hacer cosas sin pensar, la que me había llenado de odio y rencor, aquella que no me dejaba en paz y perseguía cada uno de mis días.

¿Y si vengar a mi padre no era mi responsabilidad?

¿Qué hubiera pasado si nada de esto estuviera sucediendo?

¿Qué pasaba con el destino de Phoebus?

Nuevas lágrimas recorrían mis ojos y ahora estaban cargadas de arrepentimiento.

Es muy tarde para pensar en eso...

Verno, el surgimiento de un demonio (Saga Genus #2) Where stories live. Discover now