Capítulo 30

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Cuando todo estuvo calmo y Phoebus ya había dejado de sollozar, salimos de nuestro escondite y observamos lo que quedaba de los cimientos del castillo, cómo algunos demonios y súcubos estaban luchando por manterse en pie.

— Mira a tu gente, observa sus caras de pánico, observa su sangre derramada. — susurré a Phoebus con el aire azotando nuestro cabello. — No creas que ellos son tus amigos, no lo son, y tu pueblo ha pagado por ello.

Su cara se transformó en una expresión de odio puro y su mandíbula se tensó. Estaba madurando demasiado rápido, pero si no lo hacía ahora, no lo haría nunca, o lo haría demasiado tarde.

Irguió su espalda y se quedó observando a los demonios que nos miraban atónitos.

— Tal vez nuestro castillo ha sido destrozado más de dos veces, pero prevalecemos juntos, cómo una genus. — anuncié tomando la mano de Phoebus. — Nos volveremos a levantar, una vez más y esta vez no cometeremos los mismos errores que antes, volveremos... Más fuertes que nunca.

Phoebus me observó cuando todos los súbditos se arrodillaron y yo alcé la cabeza a la creciente estrella de la mañana en lo alto de Edom.

No peleamos por pelear, lo hacemos porque queremos que nuestras familias tengan un mejor futuro, uno mejor que el nuestro... Luchamos por las personas que amamos.

Los ojos de Phoebus se abrieron de par en par cuando escuchó mi voz dentro de su mente.

—Tú eres el futuro de todos ellos y sus hijos, por eso todos lucharemos por tí. — hablé en la mente de todo Edom, transmitiendo el mensaje a cada uno de los habitantes.

Todos observaron a la niña que veía la estrella de la mañana. El poder de Edom crecía con su espíritu.

Podía no estar lista para reinar, pero lo estaría pronto... Lo único que faltaba era su entrenamiento de pelea, después podríamos unir fuerzas y contemplar el reino más poderoso de las dimensiones demoníacas.

Y el cielo estará completamente perdido... Un milagro tendría que ocurrir para poder salvarlos.

Emma

— Hoy no hay dosis. — dijo el demonio que removía las jeringas en la mesa. — La reina la quiere para un enfrentamiento.

La súcubo obedeció y salió de la habitación con la cabeza gacha.

No hay salida.

Mi mente repetía lo mismo una y otra vez, era el causante de las repetidas dosis de tranquilizantes que inyectaban en mi organismo.

De alguna forma me recordaba a mi estancia en Saitor con Baruck, pero él me trataba muchísimo mejor.

Emma.

Levanté la cabeza para atender al llamado que retumbaba en mi cabeza.

Mis ojos estaban perezosos lo que causaba que los entrecerrara inconsciente.

Resiste... Estamos organizando una rebelión en contra de Verno.

¿Jared?

Sí, amor mío, perdona por lo que dije anteriormente... Yo te amo lo suficiente para dejar todo por tí y si me cuesta la vida... La daré por tí, porque eres lo más importante que tengo en la vida. Eres lo que escogí y te seguiré escogiendo mil veces.

Te amo...

No tanto cómo yo lo hago, prometo que pronto dejarás de sentir la tortura... Espero que me perdones por esto, entiende que lo hago por nosotros, nunca dejaré que sobre pase el límite.

¿Qué harás?

Me entregaré a Verno.

— No.— negué con la cabeza y de mis cansados ojos resbalaron lágrimas calientes que quemaron por mis mejillas.

Es la única salida...

Si harás eso, prefiero que me dejes morir.

Emma... Entiende que esto no es sólo por nosotros, es por tus hermanos, por las chicas, por todos los que han muerto... Por Zayd.

De mis ojos brotaron más lágrimas y el sonido de la puerta abriéndose llamó mi atención haciendo que levantara la cabeza hacia ahí.

Verno sostenía el brazo de Jared con una sonrisa enamorada y sus ojos irradiaban triunfo.

Mis ojos se abrieron cómo platos al ver a Jared evitar mi mirada y no evitar que ella lo tocara de esa manera.

Lo siento...

Mi corazón latió desbocado y Verno pegó su cuerpo al de Jared mirándome con una gran sonrisa.

Es mío.

El corazón dejó de latir por un momento y en un arranque de locura mis venas se marcaron por todo mi cuerpo. Mis dientes se apretaban queriendo acabar los unos con los otros, de mis ojos salió un fulgor blanquecino y mi cuerpo lo acompañó.

Las expresiones de los seres que me observaban era de asombro y extrañeza pura, en especial la de Verno.

Mi cuerpo se llenó de un enorme poder que abarcaba mi cuerpo entero, podía sentir las posibilidades a mi alcance.

Con un leve gruñido encogí mi cuerpo y al extenderlo las enormes correas que apresaban el mismo se incineraron.

Mi cuerpo salió disparado hacia el de Verno con desesperación. Nuestros cuerpos impactaron con el mío tomando ventaja, y al no tener un castillo que derribar la llevé por los aires azotándola con lo que fuera que encontrara.

Ella arañaba mi espalda y trataba de lastimar mis alas pero el fulgor que cubría todo mi cuerpo no lo permitía.

La estrellé irrepetibles veces contra el duro suelo de la plaza de Edom y de todo su cuerpo salía icor.

Una flecha se clavó en mi espalda justo en el medio de mis alas y al voltear la mirada observé a quien hacía llamarse Maye con el arco en manos y una pequeña niña escondiéndose detrás de sus faldas.

Aventé a Verno por los aires sin preocuparme dónde caería y me dirigí con velocidad hacia mi nueva atacante. Ella se impulsó por los aires y esquivó todos mis intentos de ataques puesto que no estaba pensando con claridad.

— ¡Muere! — gruñó Verno al colgarse de mi cuello y abrir mi garganta en un sólo movimiento.

Me desplomé por los aires y antes de que tocara el suelo me elevé de nuevo, observé a mis enemigos con la sangre escurriendo por mi cuello.

Sin mover un sólo músculo mi piel se regeneró y los tejidos quedaron sellados.

Verno dió un paso atrás con impresión y sin poder creerlo.

Mi turno.

Verno, el surgimiento de un demonio (Saga Genus #2) Where stories live. Discover now