Capítulo 34

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Verno

Sus palabras detuvieron mi ataque. No podía hacer eso, ella no podía hacerlo... No podría contra ella si se fusionaba de tal forma.

Su cuerpo tomó un color más oscuro de lo normal, pero eso no le quitó el brillo que emanaba. Sus facciones se marcaban aún más, sus colmillos crecían al compás de la transformación, sus ojos, negros, cargados de icor; su estatura igualaba la mía, y sus alas se llenaban de venas color dorado.

Retrocedí un paso esperando una acción por su parte, pero ella sólo me observó con el ceño fruncido y su piel casi transparente.

No podía contra tal atrocidad...

No. Sí podía, ella no era nada a comparación de mi poder, no lo era. Yo había renacido con todo el poder que Edom podía brindarme...

— Ahí está tu debilidad. — habló ella con varias voces al mismo tiempo, todas femeninas. — Edom te brindó su poder... Pero yo tengo el poder del ángel supremo, combinado con las sangres que tu hermano inyectó en mis venas... Tengo poderes de todos los seres poderosos.

¡¿Qué?! ¡¿Ahora ella podía leer mi mente?!

Achiqué mis ojos mostrando seguridad y no la impresión que me había causado.

— No de todos.— contesté.

Ella esbozó una sonrisa.

— Pero sí de los suficientes para derrotarte. — sus ojos se cerraron por un momento y aspiró aire saboreando la brisa.

Tenemos que salir de aquí, no importa si quedas como cobarde, tienes que salir de aquí.

La voz del ente que me poseía hablaba sin cesar en mi mente obligándome a huir de lo que podría ser mi fin.

No, Verno... Asume tu responsabilidad.

La voz de mi padre apareció repentinamente y sin previo aviso, lo que provocó que tomara mi cabeza entre mis manos y cerrara los ojos con fuerza para dejar de escuchar las voces mezcladas.

Verno.

Una nueva voz se había presentado, era de Phoebus...

No lo hagas... No pelees contra ella, tan solo deja de echar a perder las cosas por una vez un tu vida.

¡Cállate, Phoebus! Este es mi problema, y yo lo arreglaré sola.

Solo lograrás que te mate.

Tomé mi cabeza por completo y me hice bolita escuchando muchas voces al mismo tiempo.

— ¡Ya basta! — grité al frente como si pudiera ver a las personas que se adueñaban de mi mente.

Emma abrió los ojos observándome con desdén.

Tomé aire un poco asustada por haberla despertado, si se podía decir así, y dí un paso atrás asustada por su cara escasa de emoción alguna.

— Debí haberte asesinado hace tiempo... Desde aquella vez que encontré la llave de Edom... Debí acabar con tu vida de una vez por todas, así no estarías quitándome el preciado y valioso tiempo que podría aprovechar en estar con las personas que amo. — observó sus uñas que comenzaron a deformarse, alargando su tamaño. — Pero no, decidiste marcar tu propia muerte... Es triste, ¿no?

Observé sus brazos que tomaban forma de cuchillas largas, algo así como las katanas pero adheridas a su cuerpo.

— Es triste que hayas pensado que podías terminar con todos nosotros tú sola, como si no necesitaras de nadie más para obtener el poder que tienes. — tronó su cuello formando un sonido sordo. — Si bien lo recuerdo, yo te hice posible todo lo que ahora eres.

Dió un paso adelante haciendo que yo retrocediera.

Formó una sonrisa y artículo "cobarde" en silencio.

A mi mente vinieron todos los recuerdos de mi hermano repitiendo las mismas palabras que en silencio salía de la boca de aquél ángel.

Apreté la mandíbula.

No iba a huir esta vez.

Me abalancé hacia Emma gritando con desesperación, en lo que ella tan solo levantó su brazo y me detuvo con su enorme hoja que formaba parte de su brazo ahora.

La punta de ella quedó apuntando directamente a mi garganta.

Volvió a sonreír y me observó con atención.

"Cobarde"

—¡Ya basta! — gruñí en su dirección y tomé su brazo del lado del filo sin importarme si me estaba encajando la hoja. — ¡No soy cobarde!

Con su otro brazo me elevó y me aventó contra los escombros que quedaban de una pared dejándome en estado de trance.

— Pero sí débil. — se burló. — Tienes tanto qué pagar, Verno... Tanto.

Emma se dió la vuelta dejando su espalda a la vista, tentando mi ataque. Tomé la espada que se encontraba a mi alcance y la lancé con un solo swing hacia donde se unían sus alas.

Cuando se encajó en su piel ella arqueó la espalda y profirió un gruñido, mientras aprovechaba la ventaja que acababa de improvisar. Tomé dos cuchillas de diferentes tamaños para proteger mi cuerpo desahuciado.

Ella volteó a verme, había logrado sacar la espada de entre sus alas sin necesidad de tocarla y la lanzó al suelo.

Pasó las hojas que ahora conformaban sus brazos por entre su rostro.

— No debiste hacer eso. — extendió sus brazos y corrió hacia mí con sus brazos extendidos hacia el frente.

Nuestras hojas chocaron entre sí profiriendo un sonido metálico y sin aviso previo Emma contraatacó y abrió mis caderas dejando unas enormes heridas que tardarían demasiado tiempo en sanar.

Me desplomé de rodillas al suelo cubriendo mis heridas y tratando de evitar que expulsaran icor tan rápido.

Emma caminó rodeando mi cuerpo herido y se postró en frente de mí.

Un amargo sabor recorrió por mi garganta y en un impulso escupí icor que manchó el suelo donde se encontraba parada Emma.

Ella alzó una de sus hojas y con ella obligó a mi cara a dar con la suya sin levantarme.

Me observó por un momento ladeando la cabeza de vez en vez.

Tosí y mis ojos picaron con las lágrimas que se juntaban ahí.

Ladeó la cabeza una última vez y lamió sus labios agachándose un poco para que oyera lo que sus labios querían escupir.

Entre abrió sus labios para suspirar cerca de mí y tragó saliva.

— Co-bar-de. — sus ojos hacían una constante lucha contra los míos.

De mis ojos resbalaron las lágrimas y ella soltó mi cabeza para que cayera mi mirada.

Caminó un poco y alzó su hoja.

Es tu fin, Verno...

Verno, el surgimiento de un demonio (Saga Genus #2) Kde žijí příběhy. Začni objevovat