Capítulo 48

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Emma

La nueva destrucción que una explosión había causado, dejó mi ala completamente destrozada.

Un dolor punzante se posaba en mi vientre y mi cara se sentía pegajosa por las lágrimas de dolor que había soltado de repente.

El aire me faltaba cada vez más, la entrada de la muralla estaba obstruida completamente y dudaba mucho que pudiera ponerme de pie.

Estaba completamente desesperada y estaba desfalleciendo dentro del reducido lugar en el que me encontraba.

Concentré mi poder de sanación en mi vientre, porque fuera lo que fuera, no quería perder a mi pequeña...

Después de que dejé de sentir el malestar, comencé a sanar mis alas y después una corriente de mi poder recorrió mi cuerpo entero sanando todo lo que estaba mal.

Estaba agotada, todo el poder que tenía se había ido, suponía que la conmoción del momento y la situación en la que estaba podía ser el causante.

Me puse de pie con un gran esfuerzo y quité las piedras que me apresaban.

Tomé un poco del aire contaminado que me rodeaba.

Me dí fuerzas suficientes y observé fuera por uno de los orificios que me dejaba respirar.

Mi corazón dejó de palpitar por un instante que pareció eterno.

Jared yacía cerca de los escombros de una casa y la espada de Verno, con un fulgor verde, pronunciaba querer clavarse sin piedad en el cuerpo del ángel frente a ella.

Jared observaba a Verno con una sonrisa en el rostro y después...

Te amo, Emma...

Mis ojos se abrieron como platos al observar el recorrido de la espada de Verno.

— ¡No! — grité con desesperación golpeando la dura roca que se interponía entre Jared y yo.

La escena pasaba en cámara lenta frente a mis ojos y después hizo un gran corte en la garganta de Jared enviándolo boca arriba.

Verno se sentó en su pecho y con una mirada fiera apuntó hacia su corazón.

Mi cuerpo se comprimió y en un parpadeo una luz llenó mi prisión.

La luz provenía de mí.

Mis dientes se apretaron con fuerza y mi cuerpo se deformó al máximo, tanto, que me dolió en lo más profundo.

Me elevé un poco entre el espacio que quedaba y comencé a azotar mi cuerpo contra la pared. No me importaba el daño que me estaba haciendo o cuánto gritaba por la desesperación, tan sólo quería sacar a Verno del cuerpo de Jared.

Me apoyé con toda mi fuerza en la pared contraria y envolví mi cuerpo en mis alas.

— ¡Estás muerta! — grité desde lo profundo de mi garganta.

Impulsé todo mi cuerpo contra la muralla y esta se derrumbó dejándome libre, pero mi vuelo no cesó y tampoco me detuve a ver cómo la muralla caía.

Volé directamente hacia Verno y a milímetros de que la hoja tocara la piel de Jared, tomé a Verno por la cabeza elevándola conmigo y haciendo que soltara su espada.

Sus manos y pies se movían con desesperación en el aire y arañaba mis manos con fiereza.

La puse frente a mí y ella tornó su expresión en pánico. Mi rostro estaba tan desfigurado que daba miedo, podía notarlo en sus ojos.

Grité en su cara, mandado ondas demasiado fuertes a los oídos de todos, aturdiendo a cada uno de los habitantes que en Edom se encontraban.

Bajé en picada y con Verno como un juguete la lancé por el hueco de la muralla antes de que se derrumbara por completo.

Cuando Verno entró volví a gritar para derribar por completo la muralla.

Esta cayó completamente, sin dejar rastro de la estructura que formaba y sepultó a Verno totalmente.

El dolor que mi interior pronunciaba causó que volviera a mi normalidad y que calmara mi enojo.

¿Estás bien, pequeña?

— ¡Emma! — Helen gritó alarmada.

Cuando volví mi vista hacia ella un charco de sangre manchaba sus vestiduras.

— Jared...

Bajé una vez más en picada y me acerqué al cuerpo de mi desvanecido ángel.

— Lo siento... — sollocé un poco y sequé las lágrimas que aún corrían por sus ojos.

Concentré mi poder en la palma de mi mano y comencé a pasarla por su garganta.

Quedó como una gran cicatriz, pero sabía que sanaría pronto...

— Emma... — Jared llamó mi nombre una vez más y después se quedó inconsciente, pero vivo.

Tocaron mi hombro con suavidad y al voltear observé el rostro de Zianya lleno de dolor.

— ¿Zianya? — me levanté de inmediato dejando a Jared en manos de Helen. — ¿Estás bien?

— Anton... — su cara se arrugó.

Observé el cuerpo que yacía a un lado de la muralla derrumbada.

Corrí hacia él y tomé su muñeca rogando que aún fuera posible salvarlo.

— Vamos, Anton. — dije en voz alta.

Concentré mi poder en todo su cuerpo puesto que no veía ninguna herida externa.

Paré por un momento esperando una respuesta... Nada.

Observé su rostro pálido y después el gran sollozo de Zianya.

— ¡Vamos! — grité enviando una segunda oleada esta vez más fuerte.

Anton despertó sobresaltado y me miró con impresión.

Sonreí y él se vió confundido.

Zianya corrió a sus brazos y comenzó a llenarlo de cariño.

Me puse en pie y observé a Nerea. Ella tenía totalmente controlado a Azazel, lo tenía bajo una barrera que ni él mismo podría romper.

Me sentí aliviada por un momento, hasta que el sonido de las piedras detrás de nosotros comenzó a resonar en mis oídos.

— ¿Tan fácil pensabas librarte de mí? — la odiosa voz de Verno hizo presencia. — Tendrás que hacer mucho más que sepultar mi cuerpo para vencer a una reina.

Mi cuerpo se deformó poco a poco, mis manos ya no poseían espadas o armas y sabía que el de ella tampoco.

Volteé lentamente hacia Verno y observé la sincronía con la que nuestros cuerpos crecían en poder.

— Es hora de acabar con esto. — mis ojos se llenaron de icor y los suyos se volvieron de un rojo vino.

No quedarás viva, Verno, te lo prometo.

Verno, el surgimiento de un demonio (Saga Genus #2) Where stories live. Discover now